‘Judith’ de Gustav Klimt es un buen ejemplo de la madurez artística del pintor austriaco. En esta obra, de 1901, usa la abstracción simbólica como lenguaje y el oro como material. Por primera vez no vemos a esta figura bíblica representada como una heroína o como una luchadora, sino más como una mujer fatal que lleva a los hombres a la muerte con la atracción sexual. La obra es vertical, por lo que Judith tiene una gran fuerza erótica. Otro aspecto importante es que cuenta con una de las características principales del Klimt de la época: la diferencia entre la tridimensionalidad de la figura protagonista y la ornamentación del vestido, que es bidimensional.
La otra figura que aparece en la imagen pertenece a la obra ‘Adele Bloch-Bauer I’, del mismo autor. Esta obra es una de las más doradas de Klimt y en ella aparece la esposa de Ferdinand Bloch-Bauer, Adele, quienes formaban una de las familias más ricas de Viena a principios del siglo XX. En 1907 el autor pintó esta obra y más adelante, con la invasión nazi, esta y otras pinturas del austriaco fueron secuestradas.
Ambas obras pertenecen a la llamada etapa dorada de Klimt. La introducción del dorado y las técnicas que este acabado supone, fueron el resultado de su formación en la Escuela de Artes y Oficios, donde la influencia del mundo egipcio y del imperio bizantino marcó texturas, tonalidades y símbolos en sus cuadros.
Por otro lado, hemos elegido la famosísima obra ‘En nacimiento de Venus’ de Sandro Botticelli, pintado entre 1482 y 1485, en pleno Renacimiento. El título puede ser engañoso, ya que la obra representa lo que ocurrió tras el nacimiento de la diosa. En el centro de la composición vemos a Venus en pie, cubriéndose con su cabello y sobre una concha perfecta. La diosa del amor y la belleza es empujada por el viento de oeste, el dios Céfiro, y la diosa de la brisa, Aura, hasta las playas de Chipre. Una vez allí, espera una de las “Horas”, las diosas de las estaciones, para envolverla con un hermoso manto.
Esta obra representa a la perfección la sensibilidad del Renacimiento, cuando se renovaron la forma de representar los mitos de la Antigüedad Clásica. De una forma u otra, con esta obra se inaugura un ideal de feminidad renacentista y con el desnudo desafía las costumbres del tiempo. Legitimó la representación del desnudo femenino de cuerpo completo en el arte, nada común en el pasado. Aquí reside su gran aportación.