«Cada uno tiene que saber dónde poner el límite para dejar de conducir»

«Cada uno tiene que saber dónde poner el límite para dejar de conducir»

Los accidentes de personas mayores han crecido un 19% en cinco años

GAIZKA LASA

El aumento de la siniestralidad de personas mayores al volante suscita un interrogante. ¿Ocurre por pura estadística?, es decir, como consecuencia de la famosa pirámide de población invertida en la que cada vez caben más personas con edad avanzada. ¿O responde a causas directamente ligadas al estado de salud de quienes van entrando en años? También es posible el cruce de ambos factores.

No hay ninguna ley ni ningún indicador objetivo que establezca cuándo se debe dejar el volante. «Yo hice un viaje a Galicia y lo pasé tan mal que decidí dejar allí el coche y volver en autobús», confiesa tres años después del agónico trayecto Jesús Legaria, donostiarra de 75 años que desde entonces se mueve en autobús. Por contra, a pesar de sus 79 años, otro vecino de la capital guipuzcoana, Iñaki Sagastume, sigue desplazándose en su Ford Fiesta, el sexto de los vehículos empleados en su longeva carrera de conductor. «Ya no hago viajes largos pero sí conduzco hasta Vitoria, Eibar o Burgos», cuenta.

Uno se siente apto y el otro no. Cuestión de sensaciones. «La gente se suele retirar por responsabilidad propia antes de empezar a causar problemas», constata desde el centro médico psicotécnico San Martin el doctor Koldo Sánchez de Ocaña. Jesús Legaria admite que «en aquel viaje a Lugo me noté encogido y con la impresión de que iba molestando. En este caso iba solo con mi mujer, pero empecé a darle vueltas a la cabeza y a pensar que podía causar algún incidente a terceros o a mis nietos cualquier día que les llevara. Nada, nada. Fuera». Sagastume también opina que «lo peor que puede pasar es que pase algo por tu culpa», y asegura que «cuando no me vea en condiciones, y perciba que no tenga reflejos, lo dejaré. Cada uno tiene que saber dónde poner el límite».

En las últimas semanas, varios accidentes han aflorado un debate sobre la conducción a partir de ciertas edades. Juan y Carmen, marido y mujer de 75 y 71 años respectivamente, perdieron la vida el 30 de marzo en la carretera cuando trasladaban desde Irun hasta Lasarte-Oria a su nieta de tres años, que se salvó gracias a la silla. El 4 de abril un matrimonio bilbaíno falleció en Mena (Burgos) tras chocar su coche contra un árbol. Pese a una inoportuna cojera que no le impedía manejar los pedales, el hombre seguía viéndose capacitado para conducir. El mismo día, un varón de 84 años y una mujer de 74 resultaron heridos en otro accidente de tráfico ocurrido en la autopista en Elgoibar.

Lo cierto es que cada vez son más las personas mayores de 64 años -última de las franjas de edad en las que divide la población la dirección de Tráfico de la Ertzaintza- implicadas en accidentes. Según el anuario estadístico del Departamento de Seguridad, 836 mayores se vieron involucrados en accidentes de las carreteras vascas (361 en Gipuzkoa, 330 en Bizkaia y 145 en Araba) en 2014, un 19% más que cinco años antes.

Por su parte, el Plan Estratégico de Seguridad Vial y Movilidad Segura y Sostenible 2015-2020 recoge que «es el grupo de mayores de 64 años donde más se está incrementando la siniestralidad, puesto que en 2009 representaba el 9%, y en cambio cuatro años más tarde concentraba ya el 17% de las personas heridas graves». El número de fallecidos de esta franja de edad también ha crecido seis puntos en el mismo periodo.

Mucho más tráfico que antes

¿Achaques de la vejez o pura probabilidad? La segunda opción gana enteros si atendemos a la evolución de la cifra de personas mayores con carnet. Actualmente 24.816 ciudadanos vascos con más de 74 años mantienen en vigor su permiso de conducir, un 18,5% más que en 2010, cuando podían conducir 20.237 personas de esa edad. El número en Gipuzkoa ha crecido de 6.797 a 8.266.

Resulta difícil detectar el grado de incidencia que los estragos del paso del tiempo en el organismo pueden tener en un despiste o fallo de conducción. Legaria sentía camino a Galicia que «todo el mundo me pasaba y yo quedaba fuera de lugar. ¿Tan mal voy?, preguntaba a mi mujer. Tardé siete horas en un trayecto que he hecho muchas veces en cinco». No había notado nada raro antes. «Aunque quieras, dentro de la ciudad no se puede correr», argumenta. Por si acaso, acudió el año pasado a renovar el carnet y pasó las pruebas sin problemas. Eso sí, le obligaron a volver en dos años -la frecuencia que establece la ley a esa edad es de cinco- y a no conducir de noche.

Además de la capacidad física, entra en juego un factor cultural o de costumbres. Desde la atalaya de sus 75 años, Legaria lanza su reflexión: «Cuando saqué el carnet había cuatro coches y ahora cuatro mil. ¡Y las carreteras son las mismas!», deja entrever la complejidad que entraña hoy el tráfico.

Comparte la lectura Sagastume, pero por encima de las crecientes exigencias que plantea la calzada, aporta ventajas propias de la tercera edad. «Ahora conduzco con los cinco sentidos cuando de joven podía ir más relajado. Tampoco tengo prisa para llegar a los sitios. Y respeto siempre los límites de velocidad. Nunca me han puesto una multa», dice orgulloso. Y advierte de un vicio que, según observa, está demasiado extendido y no atañe precisamente a los conductores más longevos. «Cada vez se ve más gente hablando por el móvil en el coche».

Otro de los puntos favorables a los más experimentados puede tener que ver con el mantenimiento del vehículo, según Sagastume. «Yo mantengo el coche perfecto a nivel de luces, frenos o ruedas, y tampoco corro tanto como para desgastarlo demasiado. Sólo por un tema económico es más difícil que la gente joven conserve el coche siempre en el estado óptimo». El suyo, lo guarda a diario en el garaje de su vivienda de Amara. El de Jesús Legaria, sigue en Galicia.

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