BUEN TRATO PARA UNA VIDA PLENA

BUEN TRATO PARA UNA VIDA PLENA

Por Ana I. Esteban, Presidenta de Solidaridad Intergeneracional

En 22 países el 41% de las muertes por COVID-19 corresponden a personas que vivían en centros residenciales, teniendo en cuenta que solo el 0,75% de su población total reside en dichos centros. Seguro que habrá sido por su mala salud o quizá por su elevada edad pensará Usted. De verdad ¿lo cree así? Yo no.  En España 30.000 personas han fallecido en las residencias y a la mayoría no se les facilitó el acceso a los servicios sanitarios, que en nuestro país son universales y gratuitos. Recordar que más de 8 millones de personas mayores de 65 años siguen viviendo en su hogar -con y sin dependencia- y no han sufrido la pandemia de forma tan brutal.

La mayoría de los centros residenciales en nuestro país no están diseñados para impedir la transmisión del virus como se ha demostrado: Ni por su estructura, ni por su organización que favorece la conexión de grupos grandes, por la rotación del poco personal por las distintas plantas, además de la falta de medios de protección, entre otras razones, han provocado esta catástrofe evitable.

Pero no son baratos los centros residenciales para que se lleven el 60% del presupuesto de la Ley de Atención a la Dependencia, -atendiendo solo a 300 mil personas de un total de 1.159.213 dependientes reconocidas- y no garanticen el buen trato al que tiene derecho cualquier persona en España según se indica en el artículo 15 de la Constitución. La pandemia ha sacado los colores, a las comunidades autónomas -que son las competentes en esta materia, incluidas las inspecciones no realizadas-, a las empresas que gestionan estos centros con pingües beneficios pero con poco reconocimiento y menos remuneración del personal que allí trabaja y nula preocupación por la gente que allí reside.

La gravedad de lo ocurrido da la razón a la Organización Mundial de la Salud (OMS)  que indica que la violencia hacia las personas mayores es un problema de gran magnitud del que comenzamos a ver su verdadera magnitud. La violencia es un quebrantamiento de los Derechos Humanos que se manifiesta de múltiples formas también en estas edades: maltrato físico, sexual, psicológico o emocional; violencia por razones económicas o materiales; abandono; negligencia; menoscabo de dignidad y falta de respeto. Y es que el edadismo –discriminación por razón de la edad- sustenta este tipo de violencia y no solo es violencia entre personas, sino que puede ser institucional a través de leyes, regulaciones, limitaciones… y  también puede ser autoinfligido debido a la cultura y la educación recibidas.

La violencia hacia las personas mayores está muy invisibilizada e incluso muchas de las personas que la sufren, no reconocen dicha situación, o no saben que hacer o donde pedir ayuda o denunciar, porque ésta puede producirse dentro y/o fuera de la familia, al igual que con el resto de violencias que se sufren en otras etapas de la vida. No podemos ser tolerantes con quién las practica y para ello hay que informar a las personas mayores sobre sus derechos y aumentar el nivel de protección y poner a su disposición la asistencia legal que se precise para acabar con estas malas prácticas.

La igualdad, es un derecho reconocido en la Constitución –Art.14- e implica que todas las personas tienen los mismos derechos humanos, independientemente de su edad o de su salud. La imagen negativa que se proyecta de la vejez provoca un menor valor social y potencia los tratos inadecuados y discriminatorios, además de la violencia descrita. No olvidemos que el reto demográfico al que hay que hacer frente o la revolución de la longevidad de la que tanto se habla, tratan del sobre envejecimiento de la sociedad no solo en España o Europa, sino que envejecen todos los continentes (+ 24%) incluso África llegará también en 2050 al 10% de tasa de envejecimiento.

Por  todo ello comencemos a exigir políticas con perspectiva no solo de género sino también de edad y por supuesto con perspectiva rural y sin brechas económicas, digitales, tecnológicas… La igualdad implica por tanto el derecho a la autonomía, a participar en el proceso de toma de decisiones, a realizar elecciones personales y expresar las opiniones libremente porque todo ello es clave para garantizar los derechos individuales de las personas, tal y como defendemos desde Solidaridad Intergeneracional y  también HelpAge España.

Para prevenir el abuso y el maltrato en la vejez tenemos que implicarnos en generar una actitud positiva hacia las personas de más edad y favorecer las relaciones basadas en la consideración, la empatía, el reconocimiento mutuo y la igualdad, es decir con buen trato, respetando la dignidad y los derechos que nos hemos dado. El buen trato no solo es recibir asistencia, cuidados o ayuda. Para que las relaciones sean equilibradas, es necesario que todas las personas implicadas aporten y que se les dé la oportunidad de contribuir en esa relación.

Ser mayor es ser experto en vivir y ello queda demostrado con presumir de la edad que indica el DNI. Envejecer comienza a los 25 años y por lo tanto casi todas las personas estamos envejeciendo, sabiendo que vivir es eso. Envejecer activamente es una decisión personal, es una actitud ante la vida, es vivir con curiosidad, aprendiendo y desaprendiendo, aunque también ayuda que existan recursos que apoyen, sensibilicen y difundan esta nueva visión de la vejez, participativa, comprometida y solidaria.

Exijamos políticas con perspectiva de edad y una Convención Internacional de los derechos de las personas mayores. Exijamos un cambio radical en el sistema de cuidados que respete los deseos de vivir en el hogar de las personas mayores, con cuidados de calidad y respetando los derechos humanos.

ESENCIAL EL BUEN TRATO

anciana mirando ventana


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