06 Mar Bajar el volumen y no usar auriculares más de una hora: claves para cuidar la salud auditiva de los niños.
El ruido no solo impacta en el oído, sino también puede afectar a la calidad de sueño y a la concentración de los pequeños, llegando a comprometer su desarrollo del habla y el aprendizaje.
Aminie Filippi
El cuerpo humano no está programado para vivir con ruido. Se suele relacionar la sordera con personas de edad avanzada, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que más de 1.000 millones de jóvenes podrían sufrir problemas auditivos irreparables en el futuro debido a la exposición al ruido durante un tiempo prolongado. En el Día Mundial de la Audición, que se celebra este viernes 3 de marzo, los expertos recuerdan a padres y madres la importancia de la prevención, ya que el 60% de los casos de pérdida de audición en la infancia podría evitarse.
A veces, los progenitores no son realmente conscientes de lo peligroso que puede ser el ruido para los más pequeños. Según la OMS, uno de cada cinco menores de 18 años va a sufrir un problema auditivo (aunque no todos serán provocados por el ruido) y cinco de cada 1.000 recién nacidos tendrán una sordera congénita. De mayores, podrán sufrir una sordera o hipoacusia adquirida y, por último, hay sorderas o hipoacusias por acúmulo de moco en el oído medio (otitis serosa) y otras infecciones, que son reversibles pero merecen ser atendidas a tiempo.
Según este organismo, el límite de ruido aceptable para el oído humano es de 65 decibelios (dB), el equivalente al de una aspiradora; y pasa a ser doloroso a partir de los 125 decibelios (un taladro, por ejemplo). “Un ruido, aunque sea de baja intensidad y no dañe directamente al órgano auditivo, puede tener efectos negativos para la salud. La música alta del vecino, el bullicio de una terraza o el tráfico pueden hacer que los niños tengan problemas de sueño o concentración”, señala el doctor Faustino Núñez, responsable de la Unidad de Hipoacusia Infantil del Hospital Universitario Central de Asturias y presidente de la Comisión de Audiología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello. “Cuando el ruido supera los 85 decibelios, produce una lesión en la cóclea (caracol), ubicada en el oído interno”, prosigue el especialista, “afectando a las células ciliadas, encargadas de transformar los sonidos en mensajes nerviosos y enviarlos al cerebro. Si estas células se dañan se pierde audición, produciendo hipoacusia o sordera”.
Pero el ruido no solo impacta en el oído. Puede generar efectos que no se perciben de forma inmediata. “El oído puede ser capaz de escuchar sonidos simples y puros, sin embargo, afectar a la comprensión de la palabra, lo que se llama hipoacusia oculta [perder las conexiones del oído al cerebro], una primera lesión, que es invisible”, subraya Núñez. El médico explica que primero se empieza con una hipoacusia oculta, luego, con una pérdida de audición, que se va acumulando hasta llegar a fases más avanzadas y dañar las células ciliadas.
Por su parte, José Luis Blanco, jefe de audiología de Oticon —una compañía fabricante de audífonos—, sostiene que una de las consecuencias más graves del problema auditivo en un niño es el retraso en la adquisición y desarrollo del habla y del lenguaje, lo que podría comprometer su aprendizaje en el ámbito intelectual, cognitivo y social: “Por eso cuidar la audición desde las edades más tempranas es imprescindible”.
Ambos expertos citan unas pautas básicas para proteger los oídos de niños y adolescentes:
- Revisión nada más nacer. “En los hospitales públicos, al segundo día de vida, los bebés tienen derecho a un cribado neonatal de hipoacusia. Si la detección es positiva, tienen la oportunidad de ser tratados con audífonos o implantes cocleares”, explica Faustino Núñez. Si no hay sordera, el experto recomienda no bajar la guardia y seguir observando al pequeño, sobre todo si tarda en hablar.
- Auriculares, ¿sí o no? El otorrino promueve la regla de los 60 minutos. “No se debe sobrepasar del 60% del volumen máximo del aparato y no pasar más de una hora con ellos puestos”. En cuanto al tipo de auriculares, Núñez sostiene que los que tapan toda la oreja son mejores que los que entran en el conducto auditivo: “No obstante, los más seguros son los de supresión de sonido ambiente”.
- Bajar el volumen. Se debe evitar gritar y elevar la voz, así como reducir el volumen de televisores o reproductores de música. “Hay algunas aplicaciones que funcionan como sonómetros, indicando cuándo nos pasamos de decibelios”, añade Núñez.
- Reducir el tiempo de exposición. “Si el ruido sobrepasa los 85 decibelios y el tiempo de exposición es superior a 15 minutos puede ser perjudicial. Este es un dato a tener en cuenta en el uso de reproductores de música o de juguetes”, recuerda el doctor.
- Paseos por la naturaleza. “Puede que sea difícil, pero reconectar con el campo, la playa o la montaña es beneficioso porque lo más probable es que nunca se superen los 85 decibelios de sonido ambiente”, incide.
- Ojo con los juegos ruidosos. Cualquier juguete que emita sonidos mayores a los 85 decibelios puede causar lesiones auditivas. “Afectan sobre todo a los jóvenes que en su infancia han jugado con objetos que tenían más decibelios de lo recomendado y ahora les pasa factura”, sostiene José Luis Blanco. En este sentido, desde la empresa de audífonos y aparatos auditivos GAES recomiendan que haya una distancia considerable entre el juguete y el oído, que el tiempo de exposición sea menor a ocho horas, no usar el juguete si emite más ruido y elegir espacios amplios para jugar en lugar de los cerrados.
- Máxima protección en festivales y conciertos. “Estudios de la Universidad de Valladolid, que ha investigado el ruido ambiente en karaokes, bares de música amplificada y discotecas, han concluido que todos superaban los 85 decibelios”, apostilla Núñez. “Lo peor es que no van a recuperar ese oído dañado, al que se le va a sumar la música alta del siguiente fin de semana y el siguiente…”, prosigue. Si se acude con niños o adolescentes a festivales, conciertos o espectáculos en los que hay música alta hay que ponerles protecciones. A este respecto, Blanco explica que hay países en los que a la entrada del espectáculo se entrega a los asistentes unos tapones para proteger los oídos dentro del recinto: “Los tapones de protección sonora no impiden oír ni disfrutar de la música, pero la atenúa por debajo de valores peligrosos”. Además, puntualiza que es una buena idea mantenerse alejados de los altavoces o instrumentos musicales.
- Cuidado con los petardos. Aunque es difícil dañar el tímpano, si te explota cerca un petardo (que puede alcanzar los 140 decibelios), puede perforarlo, causando una pérdida total del oído: “Los ruidos explosivos que no dañen de forma directa el oído igualmente van a acumularse en la historia de exposición al ruido”.
- Acudir a un especialista. Si los padres notan que su hijo tarda en desarrollar el lenguaje, tiene problemas de sueño o concentración y no mejora una vez evitada la exposición al ruido, es aconsejable que lo revise un otorrinolaringólogo o un andrólogo. Blanco informa que, además, en las revisiones pediátricas los progenitores pueden solicitar que revisen la audición de su hijo por prevención.