17 Ene Así apoya el colegio a un alumno con depresión.
La colaboración entre familia y escuela es esencial para que los efectos de la depresión no se cronifiquen en los jóvenes.
ABC Familia
La depresión en la adolescencia
Por Jaime Guijarro Jefe del Departamento de Orientación JOYFE
Según los expertos la depresión es uno de los trastornos mentales más habituales en la adolescencia, con tasas acumuladas que indican que hasta un 20% de los jóvenes de 18 años habrán sufrido en su vida al menos un episodio depresivo clínicamente relevante.
En esta franja de edad, el impacto negativo de la depresión tiene consecuencias tanto en su desarrollo personal, su crecimiento y por supuesto en las relaciones familiares e interpersonales y en el rendimiento académico. Según Jaime Guijarro, jefe del Departamento de Orientación del Colegio Joyfe, experto en psicología de la adolescencia con más de 30 años de experiencia y colaborador en Protección Jurídica del Menor en la CAM con menores tutelados, «la detección temprana y el apoyo por parte de la familia y del colegio son clave para que el impacto en la vida diaria de los jóvenes que sufren depresión no se cronifique y afecte lo menos posible en su vida diaria y funcionalidad».
Frases desoledoras
En su opinión, es de vital importancia la comprensión de la enfermedad mental en general y la depresión en particular como una patología en la que el individuo experimenta un sufrimiento psíquico elevadísimo y que muchas veces lo interpretamos como signo de debilidad personal. Todos hemos escuchado consejos como «lo que tienes que hacer es salir y divertirte» y realmente una frase como esta puede ser demoledora en una persona con esa patología.
Estamos viviendo una época en la que la verdadera pandemia no se sitúa en el virus, sino en las consecuencias de él. La pandemia silenciosa y más letal está siendo la de la salud mental, y la depresión en los adolescentes está siendo especialmente virulenta por el momento evolutivo que atraviesan de regulación emocional y debido a una educación generacional muy fundada en la escasa tolerancia a la frustración y escasa resiliencia frente a los acontecimientos adversos. Están sufriendo de manera más intensa que el resto de la población la incertidumbre de su futuro a corto plazo. Y soportar esos niveles tan elevados de incertidumbre les hace especialmente vulnerables a caer en depresión
«Según mi experiencia de más de 30 años trabajando con adolescentes, uno de los puntos más difíciles y a la vez clave para detectar el trastorno depresivo en estos alumnos es saber diferenciar entre las expresiones emocionales propias de la adolescencia y las que caracterizan un trastorno depresivo. Esto no suele ser fácil ya que en la edad puberal aparecen conductas negativas y disociales, irritabilidad, sentimientos de no ser aceptado, agresividad, falta de colaboración, tristeza, disminución de la autoestima, etc., que en muchos casos pueden confundirse con episodios depresivos».
Detectar señales de alarma
Por ello, recalca que es muy importante que en los colegios se disponga de protocolos de detección en los que participe todo el equipo. «En nuestro Departamento de Orientación —formado por psicólogos, pedagogos y logopedas, como el claustro de profesores— disponemos de un protocolo que nos permite tener la capacidad de detectar la presencia de síntomas que sean señales de alarma en un estudiante deprimido».
De esta forma, todo el equipo de educadores está pendiente de ciertas señales en el comportamiento del alumnado que pueden significar que se encuentran ante un caso de depresión juvenil. Dentro de los síntomas que pueden ayudar a tener una detección temprana el equipo educativo está muy pendiente de la aparición en el alumnado de los siguientes rasgos:
—Cambios de humor, irritabilidad, tristeza, sensación depresiva.
—Comportamiento imprudente, ira, hostilidad.
—Reactividad ante situaciones cotidianas.
—Mal rendimiento escolar o ausencias frecuentes a la escuela.
—Cansancio excesivo, falta de energía, somnolencia.
—Falta de concentración y atención en el aula.
—Cambios de humor muy marcados,
—Trastornos de alimentación y sueño.
—Conductas rebeldes, irritabilidad y mentiras.
—Falta de autoestima.
Según la experiencia de este departamento de orientación, en muchas ocasiones el trastorno depresivo se presenta asociado a trastornos disociales, trastornos por déficit de atención, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, abuso de sustancias. «Somos conscientes que el colegio puede convertirse en uno de los principales puntos de apoyo en el caso de jóvenes con depresión, ya que el éxito escolar puede ser un gran punto de apoyo para que el adolescente, sobrelleve su depresión. Por ello, y siguiendo con el lema de “somos un colegios de todos y para todos” en el caso de los alumnos diagnosticados de depresión la junta de evaluación compuesta por tutores, claustro de profesores y departamento de orientación revisa los objetivos individuales del alumno, realizando si fuera necesario alguna adaptación curricular, de manera a recibir educación de forma equitativa y con las mismas oportunidades que sus compañeros para terminar sus estudios».
Por este motivo, Jaime Guijarro considera que lo más importante es formar un equipo entre alumno, familia, colegio y terapeutas. De esta forma:
—Planifican y adaptan los tiempos y contenidos según al estado concreto del alumno.
—Tienen la capacidad de realizar las evaluaciones de forma más flexible en el tiempo.
—En el caso de que el alumno esté medicado, se puede ajustar los horarios para no interferir con efectos de medicaciones.
—Diseñan de forma individualizada a medio y largo plazo los contenidos de ciertas asignaturas. Adaptan el rítmo de aprendizaje del alumno para que no se descuelgue de sus compañeros, ofreciéndole tutorías individuales, clases de apoyo, etc.
«Lo más importante es generar programas de apoyo que ayuden a la prevención, basándonos en una buena comunicación, promoviendo hábitos saludables tanto en alimentación, deporte, sueño, bienestar digital, etc. También es de vital importancia ofrecer al estudiante un ambiente escolar en el que se sienta seguro y feliz tanto con sus compañeros, como con el claustro de profesores y en el que sepa que puede lograr sus metas, sean cuales sean. Educar en el diálogo y la comprensión, ayuda a nuestros jóvenes a afrontar los problemas de manera diferente y más positiva», concluye.