24 Sep Alimentos que cuidan la microbiota y fomentan la concentración de tu hijo.
Así afecta una mala alimentación al rendimiento de nuestros hijos en plena edad escolar.
Carlota Fominaya
En septiembre, las casas vuelven a ser una auténtica revolución y las idas y venidas al colegio o las extraescolares se convierten de nuevo en una carrera contrarreloj. La vuelta al cole de los más pequeños de la casa marcan los ritmos de toda la familia y los preparativos para llevar todo a punto pueden suponer un quebradero de cabeza para muchos padres y madres que van con el tiempo justo. Muchas veces, en esas situaciones, se dejan de lado los hábitos saludables. Por falta de tiempo o de organización, las bolsas del desayuno de media mañana o la merienda de la tarde de muchos escolares llevan bollería, los clásicos bocadillos de pan con embutido o, en el peor de los casos, en vez de llevar algo preparado de casa, se opta por comprar algún tipo de ultraprocesado en la cafetería del trabajo.
¿Afecta esto al rendimiento de nuestros hijos? Pues la respuesta es «rotundamente sí», porque todo está relacionado con el impacto que ese mal hábito tiene en nuestra microbiota. Según explica la bióloga experta en microbiota y miembro del equipo científico de Nutribiótica, la doctora Olalla Otero, «cuidar lo que comen nuestros hijos es esencial en todo momento, pero más en época escolar, cuando los requerimientos de energía y concentración son mayores y su cerebro está en pleno desarollo».
La experta explica que un estado de disbiosis, «es decir, de desequilibrio de la microbiota, a veces provocado en los inicios de la vida por un parto por cesárea, una crianza con leche artificial y un abuso de antibióticos puede suponer problemas en la edad escolar, no solo intestinales, sino también de fatiga, niebla mental o falta de energía, y eso es algo que los peques no se pueden permitir mientras están en pleno proceso de crecimiento».
Además, el tipo de alimentación que se sigue en muchos hogares, centrada en alimentos inflamatorios y precocinados, ahonda en el desequilibrio de la ratio entre el omega-6 y el omega-3. «Antes estos dos niveles estaban más equilibrados pero en nuestra sociedad -explica la doctora Otero- es común que haya un exceso de omega-6 respecto al omega-3 y esto se traduce en un problema, porque necesitamos que este último ácido graso esencial esté en cantidades óptimas para poder garantizar un correcto neurodesarrollo, entre otras cosas».
Su recomendación en este sentido es «intentar comer más alimentos y menos productos procesados y hacer más hincahpie en alimentos de origen marino, que es de donde podemos obtener más Omega-3, como son en los pescados azules y sobre todo aquellos de tamaño más pequeño, porque el grande puede contener más metales pesados (atún rojo no se recomienda en niños pequeños y embarazadas)».
Si sumamos un déficit de omega-3 y el desequilibrio de la microbiota, «tenemos el cóctel perfecto para que nuestro peque no rinda lo suficiente y no esté al cien por cien en una etapa de la vida en la que necesita aprovechar cada día».
Por eso, la doctora Otero considera que puede ser interesante en esta época del año hacer una pauta de suplementación dirigida, a base de probióticos humanos de IV Generación y de omega-3 de alta biodisponibilidad, que pueda ayudar a los más pequeños de la casa a reequilibrar sus «bichos» intestinales y a garantizar los niveles de este ácido graso esencial, « que solo podemos conseguir a través de la dieta, ya que nuestro cuerpo no lo fabrica por sí mismo».
Por eso, insiste, «los paders deben saber que desde la alimentación, se puede mejorar mucho el estado de la microbiota. Si partimos de un desequilibrio, por nuestras circunstancias, ahí es donde entra esa suplementación, digamos, de esas cepas o bacterias específicas, que nos pueden ayudar a modificar la microbiota. Hay muchos profesionales que trabajan con sintomatología, por ejemplo, de un niño que se hincha, que tiene parásitos…, etc».
En general, concluye, « estamos hablando de hábitos de vida, como cuidar las rutinas, el descanso, la actividad física y por supuesto, la alimentación, que es fundamental para nuestra microbiota y nuestra salud en general. Y todos estos alimentos o compuestos que van a nutrir y alimentar nuestra microbiota los podemos encontrar en frutas y verduras. A la hora de merendar es muy sencillo: mete en la mochila esa manzana, unas fresas, peras o plátanos que se puede llevar el niño al recreo. Además de fibra, un montón de vitaminas van a ser muy bien aprovechadas por nuestra microbiota», recomienda.
Pero, como el «snack» del recreo suele ser el gran enemigo de la alimentación sana, la doctora Otero nos propone una serie de nutrientes que le encantan a nuestra microbiota y que son una alternativa perfecta a la bollería y los sandwiches:
1.- Almidón resistente. «Este tipo de almidón es capaz de resistir la digestión y favorece la producción de ácidos grasos de cadena corta, por parte de la microbiota, que son esenciales para nuestra salud intestinal», explica la experta. Lo podemos encontrar en el boniato, la yuca, la fécula de patata, el plátano poco maduro y el plátano macho, en las castañas, las lentejas, los guisantes o el trigo sarraceno. «Cualquier alimento que tenga almidón cuando se enfría parte de ese almidón deja de ser fácilmente convertirlo en azúcar. De hecho, se puede cocinar y dejar enfríar, y luego volver a calentar y seguiría el proceso correcto», explica.
2.- Betaglucanos. Estos micronutrientes, que se pueden encontrar en las setas, las algas y en la avena, «tienen una gran actividad inmunomoduladora», esencial sobre todo en esta época de cambio estacional, en la que tener bien despierto a nuestro. El sistema inmune es importantísimo. «En vez de comprar galletas, puede ser tan sencillo coger avena y un plátano, quizá un huevo y hacer galletas caseras», sugiere la doctora Otero.
3.- FOS e inulina. Se pueden encontrar en el ajo, la cebolla, los espárragos y los plátanos. «Los fructooligosacáridos y la inulina son un tipo de fibra muy soluble y fermentable. Forman parte de lo que conocemos como MACs (Carbohidratos Accesibles a la Microbiota), de los que se nutren nuestras bacterias para estar en plena forma».
4.- Mucílagos. «En este caso», relata la doctora Otero, «hablamos de un tipo de azúcar que fabrican las plantas cuando sufren una lesión». Es común encontrarlos en algas como el agar-agar, las semillas de chía o de lino y en los tomates, pero también en los higos chumbos o en las judías verdes.
5.- Pectina. Se trata de otro tipo de fibra con las mismas propiedades que los FOS y la inulina y que está presente en gran cantidad en las manzanas, los limones, las naranjas, las mandarinas, los arándanos, las grosellas o las uvas.