08 Nov Alertas por la salud mental del alumnado.
El aumento de trastornos en el bienestar anímico, como indicios de depresión, ansiedad o suicidio, requiere reforzar la atención.
2024. El País
Diana Oliver
Preocupan los problemas de salud mental entre la población universitaria a tenor de los datos. Así lo refleja la encuesta estatal realizada en el curso académico 2023-2024 sobre este tipo de trastornos, en la que participaron 60.000 estudiantes de grado y posgrado de todas las universidades públicas y privadas: cerca de la mitad mostraban síntomas relevantes de depresión y otros tantos de ansiedad, mientras que uno de cada cuatro presentaba insomnio, y uno de cada cinco había deseado morir o pensado en el suicidio en las dos semanas previas. “Estas cifras son muy superiores a las del resto de la población y, además, se mantuvieron estables a principio y a final de curso. Estos datos son ciertamente muy preocupantes y requieren actuar desde diferentes ámbitos”, explica Vicent Balanzá, profesor de Psiquiatría en la Universitat de València e investigador de CIBERSAM (Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental) que ha coordinado junto a los profesores Rafael Tabarés y Beatriz Atienza la citada encuesta.
Según resultados del último estudio del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), realizado en 2022 mediante encuestas a más de 2.400 estudiantes en cinco universidades españolas, los síntomas más frecuentes fueron los de ansiedad (23%) y depresión (37%). Para el doctor Jordi Alonso y la doctora Laura Ballester Coma, ambos investigadores del IMIM y del CIBERESP (Centro de Investigación Biomédica en Red Epidemiología y Salud Pública), estos datos están en línea con los resultados que han encontrado estudios recientes realizados en las universidades españolas, según los cuales cree que podríamos hablar de malestar emocional en una parte importante del alumnado universitario; les alarma la gravedad. “Es preocupante la ideación suicida, aproximadamente un 27% del alumnado de primer curso reportó ideación suicida en los últimos 12 meses, en comparación con datos del 2014, donde la prevalencia era casi la mitad (14%). Esta prevalencia alta nos alerta porque implica una mayor gravedad en el malestar mental del estudiantado”, advierte Ballester.
Vicent Balanzá apunta que es difícil saber con certeza si ha habido un aumento en los últimos años de estos problemas y si se han agudizado “porque no se dispone de censos previos o de series temporales publicadas a nivel estatal”. Sin embargo, tanto las cifras del uso de servicios de atención psicológica de varias universidades como los estudios a nivel internacional previos parecen apuntar hacia dicho aumento. También el incremento de la demanda por parte de estos jóvenes de atención en salud mental de la red sanitaria pública parece dar pistas en esa dirección. “Los universitarios ya enfrentaban un mayor riesgo de mala salud mental antes de la pandemia, solo que ahora se habla más de ello y se pide más ayuda profesional, probablemente porque se está reduciendo el estigma”, cuenta el experto, quien considera que, pese a lo anterior, “aún queda mucho por hacer”.
Factores de riesgo
¿Qué factores influyen en la salud mental en esta etapa vital? Según Balanzá, son muy diversos y parece que interactúan entre sí. “La propia edad es un factor de riesgo: la mayoría de los trastornos mentales debutan antes de los 25 años”, señala. A esto suma el estrés asociado con los propios estudios, así como una coyuntura que afecta de una forma especial al futuro de esa generación de jóvenes —como la precariedad, la incertidumbre laboral, el coste de la vivienda o el cambio climático—. “Cuando se pregunta a los universitarios, muchos señalan que las dificultades económicas son la causa principal del sufrimiento emocional. Además, en esta etapa de la vida suelen producirse cambios importantes en la actividad física, la calidad de la dieta y del sueño, y en otros estilos de vida”, añade Balanzá.
Para conocer qué relación guardan estos cambios con los problemas de salud mental durante la etapa universitaria, la Universitat de València participa en el estudio internacional UNILIFE-M que evaluará la salud mental y el estilo de vida de más de 13.000 estudiantes de 50 universidades durante los cuatro años del grado.
Actualmente existen diversos recursos y estrategias, tanto a nivel público como privado, pensadas para cuidar la salud mental y el bienestar durante el ciclo universitario. Además de la red pública de salud mental —a la que tiene acceso toda la población— y las consultas privadas de psicología y psiquiatría, las universidades disponen de gabinetes y servicios psicológicos para atender los problemas de salud mental del estudiantado. ¿El problema? En primer lugar, que si bien no todos los estudiantes pueden acceder a costear un servicio privado, tampoco es fácil que encuentren ayuda en el sistema público de salud mental, ya que este no cuenta con los recursos suficientes para dar respuesta a la demanda de la población. Así lo denuncian instituciones como la Confederación Salud Mental España o el Consejo General de la Psicología de España, desde donde insisten en la necesidad de una mayor inversión en este ámbito para poder ofrecer una atención de calidad.
Otro problema está, apunta Laura Ballester, en el desconocimiento de los propios recursos y servicios de salud mental que ofrece la Universidad, sobre todo entre el estudiantado, pero también entre el profesorado. Un desconocimiento que, paradójicamente, no evita que los servicios universitarios de ayuda psicológica estén también saturados y tengan dificultades para atender y referir adecuadamente a las crecientes consultas que reciben.
La solución, además de una mayor inversión, está en la prevención para ambos expertos. “Es igualmente importante, o incluso más, actuar antes de que aparezcan, prevenir esos problemas y promover la salud mental y el bienestar emocional del estudiantado”, argumenta Vicent Balanzá. Esto cree que se puede lograr mediante actividades y estrategias dirigidas a mejorar la gestión emocional, aprender a manejar el estrés y autocuidados en salud. En este sentido, pone de ejemplo la Universitat de València que, de forma gratuita, ofrece a sus estudiantes talleres con estos contenidos, así como seis visitas individuales en su clínica de psicología. “Muchas universidades disponen de programas de mentoría entre iguales en los que estudiantes de cursos avanzados acompañan y guían a los estudiantes de primer curso. Sabemos que la entrada en la Universidad es un momento de mayor riesgo para presentar problemas de salud mental”, añade Balanzá.
Otro paso importante para Laura Ballester, de cara a la prevención, sería detectar mejor a las personas con mayor riesgo de sufrir malestar mental y poder ofrecer recursos específicos y adaptados a sus distintas necesidades. Para ello, considera que es importante continuar con la monitorización de su estado de salud y la detección de necesidades tanto del alumnado como de toda la comunidad universitaria. También ve necesario conocer las propias preferencias sobre la tipología y formatos de recursos en salud mental de aquellos que los necesitan, ya que, asegura, “se podría posibilitar la cocreación con el estudiantado y toda la comunidad universitaria de todo el proceso de prevención, a partir de la detección y adaptación de la red de recursos ya disponibles y la inclusión de nuevos recursos”
Más matriculados con discapacidad
Según la revisión Tendencias y desafíos en la salud mental de estudiantes universitarios con discapacidades, publicada en febrero de este año y que analiza la salud mental entre los universitarios con discapacidad, de los 16 artículos revisados que abordan esta cuestión se concluye que estos alumnos enfrentan mayores problemas de salud mental comparados con los estudiantes sin discapacidad, lo que subraya la necesidad de acometer intervenciones específicas. Para ello, los investigadores recomiendan mejoras en las medidas de inclusión y un enfoque interdisciplinar para asegurar su bienestar y éxito académico.