09 Dic AFAMMER: «Dos de cada tres personas que hoy abandonan el mundo rural son mujeres».
Las emprendedoras rurales piden más oportunidades y servicios para fijar población en los pueblos.
Carolina Pecharromán
Desde que se tomó conciencia del riesgo de despoblación que vive el medio rural, se repite una y otra vez que las mujeres son indispensables para el futuro sostenible de nuestros pueblos. Parece una afirmación obvia, pero no lo es tanto si consideramos que tradicionalmente el papel de las mujeres en las actividades agroganaderas se ha considerado como secundario, pese a que ellas realizaban gran parte de las tareas. La misma Emilia Pardo Bazán resaltaba el trabajo de las campesinas gallegas, codo a codo con los hombres, realizando tareas físicamente muy duras, como ejemplo de que las mujeres reales no eran ese «sexo débil» encerrado en el hogar que tanto predicaban los hombres de su tiempo.
Pero a las mujeres no se las ha valorado lo suficiente, no han encontrado oportunidades laborales y han abandonado los pueblos incluso en mayor medida que los hombres. «Dos de cada tres personas que hoy abandonan el mundo rural son mujeres. Si esas mujeres se quedarán en el pueblo, en su zona, esas mujeres rompen el envejecimiento, rompen la masculinización y además hacen asentamiento de población y crean alrededor de ellas cuatrocientas sinergias que hace posible que haya niños, que haya familias y que haya servicios públicos», afirma Carmen Quintanilla, presidenta de AFAMMER,
Cuarenta años trabajando por las mujeres rurales
Carmen Quintanilla sabe bien de lo que habla. Ella lleva luchando por la defensa de los derechos de las mujeres del medio rural desde hace 40 años. Recuerda que, con 28 años, cuando terminaba su jornada en la Delegación Provincial de Trabajo de Ciudad Real, se montaba en su coche «2 caballos» con un bocadillo y un refresco y recorría toda la provincia. Muchas de las mujeres con las que hablaba entonces se vestían de negro cuando moría un familiar y no se quitaban el luto hasta la muerte.
Hoy, AFAMMER es una organización a la que pertenecen 195.573 mujeres rurales de todos los territorios. En diciembre, celebrarán en Madrid el Congreso: «40 años construyendo la igualdad de las mujeres rurales» para marcar este aniversario. Carmen Quintanilla recuerda hitos relevantes en la evolución de la asociación, cuando empezó a participar en 1984 en reuniones de mujeres rurales de la entonces Comunidad Económica Europea, en la Conferencia Mundial de la Mujer de Beijing en 1995, la contribución a la ley de Titularidad Compartida en 2011 o su actividad actual dentro de la UE con el impulso que Ursula Von der Leyen está dando al medio rural y a la perspectiva de género.
«Hemos conseguido poner leyes en marcha y visibilizar a las mujeres de los pueblos de España. Hemos puesto de moda ser de pueblo, ya hemos roto la estigmatización, pero indiscutiblemente hoy tenemos que hablar de brechas», afirma Quintanilla, que enumera las brechas que separan el mundo rural del urbano y que también tienen una perspectiva de género. Son la brecha salarial, la brecha digital, la de servicios, la de la creación de empleo o la más trágica, la brecha en la violencia de género.
Un entorno masculinizado
«Es una pescadilla que se muerde la cola», dice Elena Coronado, propietaria de una casa rural, que pone como ejemplo las dificultades que se encuentran para conciliar la vida familiar y laboral. Las guarderías o escuelas están quizás a kilómetros de distancia, no hay medios de transporte salvo el coche propio, los mayores de la familia extendida que podrían cuidar de los más pequeños tampoco tienen los servicios que necesitarían… «Deberíamos ayudar, por ejemplo, a la gente que se quiere jubilar y quiere volver al pueblo. Llegan y no tienen servicios, no tienen acceso a los médicos, a una farmacia, no tienen servicios de transportes, no hay un servicio de un taxi… Y esa persona se tiene que volver a la ciudad o quedarse en una residencia en lugar del envejecimiento activo en el mundo rural», explica.
Elena Coronado dejó Madrid, donde trabajaba, para regresar con sus hijas a Rozalén del Monte, en Cuenca, y convertir la casa de sus abuelos en un alojamiento rural: ‘El Almendro’. Ella se encontró con las mismas trabas administrativas y burocráticas que cualquier persona que quiera emprender un negocio, pero también con un entorno masculinizado: «El entorno está envejecido y quizá por ello nos encontramos en los modelos rurales papeles mucho más patriarcales. Creo que hacen un poco de freno cuando viene una mujer a emprender. Es más difícil encontrar a mujeres en puestos de poder. Que a los hombres las mujeres les digan lo que tienen que hacer en el ámbito rural es mucho más complejo».
Con ella coincide Conchi Prieto, tanto en la necesidad de servicios -incluidos los bancarios- como en las dificultades con las que se topan todavía las mujeres. Ella es de familia de agricultores y decidió, justo antes de la pandemia, trasformar el fruto de sus olivares en un aceite premium, al que llamó FDH por el nombre de su pueblo, Fuentelespino de Haro. Para Conchi, hay que seguir luchando: «Siempre hay quien se extraña, parece que la mujer en el campo no está bien vista, que no encaja. Todavía no se ha conseguido la igualdad y en el campo menos todavía».
Aumentar las posibilidades de trabajo
Conchi Prieto cuenta que se lanzó a la aventura, en un entorno agrícola en el que no era corriente la elaboración de aceite y menos a ese nivel. En 2021 ganó el premio ESAO al mejor aceite de oliva virgen extra de Castilla-La Mancha. La transformación de productos de la agricultura y la ganadería es uno de los elementos en los que juegan fuerte las mujeres rurales y que dan valor añadido a su trabajo.
Lo confirma Yolanda Martínez Urbina, vicepresidenta de AFAMMER en Castilla-La Mancha, que resume grandes posibilides de empleo en el medio rural para las mujeres: la trasformación de productos, su comercialización en canales cortos y de proximidad, las iniciativas en torno al turismo rural y todas las relacionadas con los cuidados, no solo de mayores y pequeños que vivan en los pueblos, sino de las personas que van a pasar en ellos su tiempo de ocio.
“Hay oportunidades en transformación de productos agroganaderos, comercialización y turismo rural“
«El teletrabajo es otra de las oportunidades que tienen las mujeres para asentarse en el medio rural. Se ha desarrollado con la pandemia de una forma bastante rápida. Se ha demostrado que se puede teletrabajar y que se puede con ello ayudar a repoblar pueblos. Por supuesto, para ello nos hace falta tener una buena conectividad, porque si no, difícilmente se puede teletrabajar. Eso es prioritario y necesita inversiones», explica Yolanda Martínez.
Además, destaca, es fundamental la formación: «Trabajo hay de sobra. Lo que hace falta es arrancar ese motor tanto con formación para preparar a las mujeres en las diferentes oportunidades a través de Certificados de Profesionalidad y después facilitarles la puesta en marcha de esas cooperativas o de esos emprendimientos». Un presente y un futuro en el que las mujeres deben ocupar por fin el lugar que les corresponde a la par que los hombres.