09 Ene ‘Adopta un abuelo’, la iniciativa que calma la soledad de los ancianos
Este proyecto reduce la depresión y la ansiedad de los ancianos y mejora su autoestima convirtiéndoles en personas más felices y participativas
BORJA NEGRETE
Para muchos, los ancianos son un estorbo, un problema o una rémora para la sociedad. En cambio, para Alberto Cabanes son una oportunidad. La oportunidad de aprender de toda su sabiduría e, incluso, de sus miradas que encierran tantas historias. Con esta idea en mente, Cabanes se propuso combatir el enemigo número uno de la vejez: la soledad.
«Tuve la suerte de criarme con mis abuelos. De aprender unos valores impagables gracias a ellos. Ninguna persona merece estar sola y en las residencias hay mucha soledad», cuenta a FCINCO Cabanes. El origen de Adopta un abuelo se puede situar en la Navidad de 2013. Por aquel entonces, el que sería fundador solía visitar a su abuelo Clemente en una residencia de ancianos.
Allí conoció a Bernardo, un amigo de su abuelo, con el que entabló una profunda amistad. Aquella Navidad nunca se borrará de la mente de Cabanes. «Un rey mago le dijo: ‘Bernardo, ¿qué quieres para Navidad?’. Y él respondió: ‘Pues como no he podido tener hijos, no tengo nietos. Querría tener algún nieto’. Yo estaba a su lado. Le escuché y le dije: ‘Yo te adopto Bernardo'».
Adopta un abuelo es una organización sin ánimo de lucro que se encarga de juntar a personas mayores con jóvenes para que compartan su tiempo y sus formas de ver la vida. A priori algo sencillo, pero sin duda valioso.
Una de las personas que se beneficia de esta iniciativa es Marina Gala, una anciana de 93 años. Sus ojos miran fijamente cuando habla. Es bajita y sus orejas de soplillo la hacen aún más adorable. La voz le tiembla levemente al responder las preguntas.
P. ¿Está usted a gusto con sus dos ‘nietas’ adoptivas?
R- Hoy como han venido más tarde las estaba echando en falta, así que fíjate.
Detrás de la fragilidad que aparenta Marina, se encuentra una mujer dura, que sobrevivió a la Guerra Civil. «Me pilló con 13 años y se truncó todo». Vivió soltera, a pesar de los convencionalismos de la época, y encontró trabajo en un banco.
María Romero, una de sus nietas, estudiante del grado de Comunicación Audiovisual, habla de ella con admiración: «La veo como una persona muy fuerte. Que ha vivido cosas duras, pero aun así siempre tiene una sonrisa para nosotras». La convivencia tiene lugar cada lunes y hace que «empiecen la semana con otra filosofía».
Ya van 102 mayores adoptados
En enero de 2015, Adopta un abuelo consiguió firmar su primer acuerdo de colaboración con las residencias Sanyres (grupo Orpea). 16 voluntarios se incorporaron a su centro de Loreto en Madrid. Desde entonces, su actividad se ha extendido a otros dos centros de la capital española y a las ciudades de Santander, Pamplona, Ciudad Real y Granada. Además de contar ya con 204 voluntarios que han adoptado a 102 mayores.
Un amigo de Marina que también ha sido adoptado es Alfonso Serrano. «Hay gente que es triste, pero yo no. Como fulanita que siempre está ‘ay, yo no valgo pa’ nada’. Aunque la pobre si es cierto que no vale pa’ nada. Yo siempre he hecho lo que he querido y lo que me ha gustado», dice. A su padre le dijo que no quería estudiar, que quería trabajar. Y eso hizo toda su vida.
Los nietos de Alfonso, Aitor Herrera y Pedro Expósito, dicen que es una persona curiosa y que «se preocupa mucho por los demás». Al escuchar esto, el adoptado añade: «Nunca me gusta llegar tarde. Soy el primero que está en gimnasia por la mañana».
Alfonso tiene en su habitación una completa colección de cine clásico. Junto a sus nietos ha visto varias películas. «A mí me dejó Casablanca», dice uno de ellos que, a cambio, le enseñó otra más moderna, Intocable (2011).
La complicidad entre adoptadores y adoptados salta a la vista. La manera en que se acercan al oído de sus abuelos para hablarles es conmovedora. O la forma que tienen de acariciar al otro en el momento justo.
«La depresión y la ansiedad disminuyen»
La evaluación de los efectos que Adopta un abuelo tiene en los mayores arroja resultados muy positivos. Tras el proyecto, sus índices de ansiedad y depresión disminuyen, mejora su autoestima y se muestran más participativos y felices. «Un señor pasó de estar totalmente desorientado, llegando a escaparse de la residencia y perderse, a esperar a sus nietas en recepción cada viernes a las 5 para tomarse un café con ellas».
Además, un 98% de los jóvenes que participan como voluntarios se mantienen en el proyecto. Lo que demuestra el beneficio mutuo de la iniciativa. Y es que el compromiso, es la base para que el proyecto funcione. «No busco universitarios ni gente con máster. Busco personas comprometidas», dice Cabanes.
Juan G. Castilla, director de la residencia Sanyres Aravaca del Grupo Orpea, explica que la razón por la que confían en Adopta un abuelo, además de unos resultados positivos, es que «aquí hay una fidelización entre los mayores y los jóvenes, otros voluntariados son muy inestables».
Los comienzos no fueron fáciles. «He tocado a la puerta de residencias donde no me recibían ni me contestaban los emails», recuerda el fundador. Sin embargo, su esfuerzo le ha valido para ganar hace un par de meses el Premio a la Juventud Europea en Activismo Social.
Los mayores molan, dice el eslogan de Adopta un Abuelo. Aunque también lo puede decir cualquiera que haya dedicado unos minutos a charlar, acompañar, escuchar y querer, a un abuelo.
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