Adolescentes: cómo entender su cerebro y ver los toros desde la barrera.

Adolescentes: cómo entender su cerebro y ver los toros desde la barrera.

El psicólogo Rafa Guerrero explica las razones por las cuales en esta etapa a los menores les llama tanto la atención «meterse en berenjenales».

Carlota Fominaya

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El psicólogo Rafa Guerrero siempre habla de la importancia de la infancia como la primera oportunidad de desarrollo cerebral… Pero en su último libro El cerebro infantil y adolescente se detiene también en la adolescencia como segunda oportunidad de desarrollo cerebral a todos los niveles. «No se trata solo de conexión neuronal, sino de que los adultos aprovechen ese momento para estar bien con ellos y hacer cosas que no han hecho cuando sus hijos eran más pequeños».

La adolescencia siempre se ve como una fase negativa, pero todos la hemos vivido. ¿Qué ocurre, que se nos olvida?

Efectivamente, creo que pensar en la etapa adolescente genera mucho miedo y cuando llega, genera mucha incomprensión. Pero realmente una de las claves en esta etapa es recordar que no es que no les entendamos a ellos, sino que no entendemos su cerebro.

Una es causa y otra es consecuencia: No les comprendemos a ellos porque no entendemos qué es lo que ocurre en sus cerebros. Pero a la vez sabemos que las conductas, los comportamientos, tienen su raíz en este órgano. Por tanto, si somos capaces de comprender qué ocurre en el cerebro del adolescente podemos interpretar mejor sus conductas, las podremos anticipar y así ajustar nuestras expectativas, esa es la clave de la etapa adolescente.

¿Qué es lo que debemos saber exactamente?

Una de las cosas más interesantes que debemos conocer los padres es que el cerebro del adolescente se está reorganizando cerebralmente. Su sistema nervioso se está reorganizando y las capacidades superiores (neocórtex) se ven afectadas en ese proceso. ¿Eso qué quiere decir? Es como cuando tenemos una carretera que está en obras porque están mejorando el pavimento. Tendremos que ir más lentos o bien desviarnos por caminos alternativos.

Por contra, las zonas bajas del cerebro, que son las más instintivas, las más emocionales y reactivas, esas son las que menos afectadas y las que menos cambios van a sufrir en la etapa adolescente. De hecho van a estar al 100 por 100.

¿Cuáles son las consecuencias de ese desequilibrio absoluto?

Sí. La zona más del neocórtex, y en concreto la corteza prefrontal, que es la que se encarga de la gestión de las emociones, del control de los impulsos, de la planificación de las tareas, de la concentración (algo que preocupa mucho a los padres)… Todo eso es lo que más afectado está en el cerebro del adolescente, que se hace que se muestren más irritables, impulsivos, más emocionales y reactivos. No piensan en las consecuencias de sus actos, sino que reaccionan.

La consecuencia directa de que sea la corteza prefrontal (que es la que organiza mis conductas, mi comportamiento, mi vida…) la que está en obras porque se está reorganizando en ese cerebro es la parte inferior, la parte impulsiva, es la que sale a flote, con la que yo me voy a mostrar.

Por eso el adolescente no tiene capacidad o le va a costar concentrarse, controlar sus impulsos, ser conscientes de sus actos, ser consecuente de sus acciones, por eso las papás y las mamás nos quejamos de que su impulsividad o de cambios de humor muy frecuentes…

Que sin duda hacen difícil o complican la convivencia.

Pero si tú todo eso lo sabes, primero vas a poder realizar una correcta atribución a sus actos y en segundo lugar, vas a poder ajustar más las expectativas de cara al futuro.

¿Cuándo debuta esta fase?

La preadolescencia está en torno a los 10, 11 años y, aunque hay diferencias, ya se pueden observar unos primeros cambios. No es lo mismo en unas familias que en otras, ni en las chicas que los chicos. Las chicas como cerebralmente son más maduras tienen un funcionamiento ejecutivo más desarrollado y más cohesionado que hace que los problemas de conducta de las chicas en la adolescencia suelen ser menores que los que presentan los chicos. Suelen gestionarse mejor, son menos disruptivas.

¿El problema “gordo” entonces cuándo aparece?

A partir de los 12, 13 años… pero hay adolescencias que son una verdadera maravilla.

El tópico señala lo contrario.

Es que la cosa cambia pero si somos capaces de aprovechar la primera oportunidad en la infancia… Esto es como un edificio. Si desde el primer momento vamos construyendo de una manera vertical y no torcida, evidentemente lo que vamos a conseguir es que cuando lleguemos a la etapa adolescente todo sea más sencillo,

Es decir, si desde que son chiquitos tenemos una buena comunicación con ellos, les ponemos límites, les mostramos nuestro afecto, etcétera, etcétera… Tendremos una serie de amortiguadores para la etapa dolescente y para la vida en general. Pero es verdad también que de manera innata hay personalidades más calmadas, sosegadas, tranquilas, reflexivas, comunicativas y otras más nerviosas, inquietas e irascibles.

¿Qué les pasa a los adolescentes que rehuyen del contacto físico con sus padres como si estos fueran la peste?

La etapa adolescente es una etapa de fomento de la autonomía, de despegue y en la que, nos guste más o menos, tienden a separarse de papá y de mamá. Uno se separa emocionalmente de sus progenitores aunque sigamos viviendo bajo el mismo techo. Pero esa separación es fundamental. Los años atrás ellos han estado bajo el ala de papá y mamá, y nosotros hemos estado como padres creando una zona de seguridad…

Pero cuando llega la etapa adolescente el menor, de manera innata, necesita salir de su zona de confort. Necesita valerse, explorar… Por eso les llaman tanto la atención los estímulos novedosos, buscan salir de la zona de confort. Pero eso es sano, es natural y lo que nos aporta ese empujón en la etapa adolescente. La autonomía que tenemos los adultos es gracias a la etapa adolescente.

En la infancia desde la familia se estimula y se desarrolla mucho la protección y cuando ya están preparados a muchos niveles en la etapa adolescente fomentamos la autonomía, la ponemos a prueba. El adolescente se mete en berenjenales porque necesita probar estímulos, experimentar distintas emociones, conocer personas, culturas, idiomas… Es una fase de egocentrismo, de optimismo ilusorio. Creen que nada les va a pasar a ellos, y eso se debe a que la corteza prefrontal, que es la que te permite saber las consecuencias de tus actos, se está reorganizando. Les cuesta horrores ir a futuro.

¿Cómo nos ubicamos las familias para atender correctamente al adolescente?

La idea es entender que papa y mamá no somos ni tan importantes ni tan necesarios como lo éramos hace unos años, y que ahora quien va a protegerme, que hasta hace dos días eran mis padres, hoy son mis amigos, los iguales. ¿Qué tienen que hacer los padres? Entender ese proceso de autonomía y ver los toros desde la barrera. ¿Qué quiere decir eso? Que estamos ahí para proteger, para ayudarles, pero que en ocasiones no vamos a ser su primera opción porque han cambiado las tornas. Ahora tienen que empezar a confiar en ellos, a fomentar su autonomía y los hijos a empoderarse.

No todos los adultos lo llevan bien

Es que esto que estoy contando implica que mamá y papá tienen que hacer, que elaborar un duelo, “enterrar” al niño, que ya no vuelve, y dar la bienvenida al adolescente. Pero sabiendo que la adolescencia es una etapa de paso, y que en nada ya no será ni niño ni adolescente, sino un adulto. Estamos en cambio constante.

Nos centramos mucho en los menores y nos olvidamos de que los papás no saben que están en duelo, no saben reconocerlo… todos los pasos que van dando nuestros hijos suponen una alegría pero también una tristeza. Cierras una etapa, una fase y hay que dar la bienvenida a la siguiente.



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