07 Feb Actividades para niños, trato infantil o falta de autogobierno: la infantilización de las personas mayores en las residencias.
Este trato supone un comportamiento discriminatorio por razón de edad conocido como edadismo, el cual puede terminar despojando a los mayores de su capacidad de decisión y «su proyecto de vida».
Ariane Suárez
La situación en las residencias de mayores durante el confinamiento supuso, desgraciadamente, un punto de inflexión que evidenció que algo estaba fallando en el sistema asistencial español. Los centros abarrotados, la falta de personal o la incapacidad para evitar que el virus terminase con la vida de miles de residentes han puesto de relieve que es necesario luchar para que los mayores tengan unas mejores condiciones en estos centros y que se necesita un cambio de modelo.
Así pues, existen constantes barreras para el desarrollo de los mayores que viven en estos centros, muchas de ellas derivadas del modelo institucionalizador que existe actualmente, el cual estandariza los cuidados y no propicia una atención individualizada. Entre estos problemas se encuentran los edadismos, los cuales son discriminaciones por razón de edad.
Si bien estas discriminaciones pueden darse en otras etapas de la vida, en el caso de los mayores destaca la infantilización a la que muchas veces se ven sometidos en algunos centros asistenciales. Una suerte de microedadismo que abarca desde hablarles empleando diminutivos hasta hacer que realicen actividades pensadas para niños. Al respecto, Luís Alberto Barriga, director general del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO), explica a Público que «determinados comportamientos paternalistas y melosos [muchas veces bienintencionados] terminan haciendo que se tomen decisiones por ellos y no se respete su proyecto y sus deseos».
Este es un trato «negativo en cualquier contexto, pero en los centros residenciales es todavía peor para que las personas desarrollen las posibilidades que todavía conservan», expone Pura Díaz-Veiga, experta en cuidados de larga duración. Explica que esta situación suele darse sobre todo en residencias de gran tamaño donde, quizás, «la mirada o el enfoque está en el déficit, en las necesidades, en la enfermedad y en la dependencia; pero no está en la persona».
Sin embargo, como destaca Josep Carné, presidente de la Federació d’ Associacions de Gent Gran de Catalunya (FATEC), cada persona tiene un proyecto y una «historia de vida» que debe tenerse en cuenta para realizar una atención personalizada. Así pues, defiende que cada persona debe elegir la forma en que desea ser atendida y cómo desea que se desarrollen sus cuidados.
Homogeneización del trato
Como apunta Diaz-Veiga, al infantilizar a las personas de la tercera edad se está perpetuando «un estereotipo que las homogeneiza». Es decir, se las trata igual atendiendo a su nivel de dependencia, cuando los residentes son diferentes unos de otros y necesitan un trato individual.
Aurora Escudero, familiar de una persona que acude a un centro asistencial, trabajadora social y miembro de Marea de Residencias, añade que se debe a «una falta de herramientas sobre cómo abordar la prestación de apoyos». Relata que en algunos centros se trata igual y se infantiliza a los residentes porque, en muchos casos, esto genera autoridad y elimina la necesidad de averiguar qué necesita cada persona en cada momento. «Es como una cadena de montaje donde el otro no tiene cabida», critica ella.
Sobre el trato infantil, Escudero denuncia que «es una falta de respeto constante» y que no tiene sentido poner a «colorear» o a realizar manualidades a estas personas sin conocer sus intereses y sus gustos, ya que su necesidad de ayuda «no les despoja de su sabiduría y de todo lo que pueden aportar a la sociedad».
No obstante, Josep Carné, destaca que, para asegurar «un modelo de atención centrado en la persona», es necesario que los profesionales y los centros cuenten con los recursos necesarios. «Lo básico sería que haya unas buenas condiciones de trabajo con una ratio de pacientes adecuada al número de cuidadores». Esto, incide, es esencial para que los profesionales puedan realizar su trabajo lo mejor posible, atender mejor a los pacientes y tener un empleo digno.
Capacidad de decisión
Diaz-Veiga defiende que es necesario un cambio del sistema en el que «las personas vayan tomando el control». Así pues, destaca la importancia de ganar independencia con pequeñas acciones como «elegir cuándo acostarse y levantarse» o crear espacios personalizados y «hogareños» en los que se «respete su intimidad y se favorezca el desarrollo de sus capacidades».
Además, el autogobierno también pasa por no permitir que se aísle a quienes viven en residencias, ya que la libertad de movimiento puede quedar prácticamente anulada en algunas de ellas. «Cuando tú enfermas, tu vida se hace de puertas para adentro y, realmente, la comunidad también tiene mucho que decir sobre las enfermedades de las personas y la prestación de apoyos», critica Escudero. Barriga también coincide y explica que, pese a la posibilidad de que sufran caídas, «se trata de un riesgo que hay que asumir» para no privarlos de su independencia. Asimismo, agrega que también es necesario erradicar por completo las sujeciones físicas y farmacológicas, algo que ya se ha regido en el reciente Acuerdo de Acreditaciones.
Cambio «copernicano» en el sistema asistencial
Desde el IMSERSO, Barriga admite que se trata de una transformación «copernicana» que llevará tiempo asentar e implementar. No obstante, apunta que el peso de esta no se encuentra solo en las instituciones, sino que supone un cambio social y cultural que pasa por defender los derechos de las personas mayores en todos los niveles de la sociedad.
Las fuentes consultadas coinciden en que las nuevas normativas, como el Acuerdo de Acreditación, suponen el inicio de un largo camino en pos de los derechos de las personas mayores en el sistema asistencial. No obstante, voces más críticas, como la de Escudero, destacan que las competencias en esta materia las tienen las comunidades y temen que esto pueda suponer que no todas cumplan con el conjunto de lo establecido. Carné también critica que hay una falta de uniformidad y que, muchas veces, «cada residencia tiene su propio protocolo», por lo que las condiciones varían de unas a otras.
Sin embargo, desde Barriga defiende que se trata «de un trabajo de años» en el que «sobre los principios básicos hay alineamiento total en las comunidades autónomas».