¿A quiénes afecta la soledad y el aislamiento social?

¿A quiénes afecta la soledad y el aislamiento social?

  La cara más visible de la soledad es sentir que no se cuenta con personas a las que poder recurrir o confiar en caso de necesidad

Javier Yanguas, Amaya Cilvetti y Cristina Segura, programa de Personas Mayores de “la Caixa”

Tanto la dimensión subjetiva de la soledad (sentirse solo) como la exclusión de la relaciones sociales (aislamiento social) son circunstancias que afectan a numerosas personas adultas y, especialmente, a los hombres mayores de 65 años. Prevenir e intervenir es clave para reducir su presencia y evitar las consecuencias negativas, que van más allá del ámbito psicológico teniendo también implicaciones sociales y de salud pública.

La soledad es un problema social y de salud pública de primera magnitud. Además de afectar al bienestar psicológico de las personas, su presencia se asocia con peores niveles de salud y mayor riesgo de mortalidad.

Analizar la soledad no es fácil porque se trata de un fenómeno complejo. En primer lugar, se ha de diferenciar la percepción de soledad (sentirse solo) de la falta objetiva de contactos sociales (aislamiento social). La percepción de soledad puede referirse también a echar de menos la compañía de otros (soledad social) o a no contar con personas en las que confiar y acudir en caso de necesidad (soledad emocional). Y el aislamiento social puede referirse a la red de amigos o a la red familiar.

Teniendo en cuenta estas diferencias, un estudio de ‘la Caixa’ muestra que tanto la percepción de soledad (en su dimensión emocional) como el riesgo de aislamiento social (la falta de amigos) afectan a una de cuatro personas adultas en nuestro país (gráfico 1). Si se combinan ambos aspectos, vemos que un 43,6% de los participantes en el estudio se encontraban en riesgo de aislamiento social o bien se sentían solos.

La soledad no afecta por igual a todos los estratos de la población. Tanto los sentimientos de soledad como el aislamiento social crecen con la edad, sobre todo entre las personas mayores jubiladas, y suele ser más frecuente en hombres que en mujeres. Son también fenómenos más presentes entre las personas con menor nivel de estudios.

Cada vez hay más personas que viven solas y también tiende a aumentar la cifra de quienes sienten soledad o no tienen con quien relacionarse. Por una parte, datos recientes reflejan una situación objetiva: en España un cuarto de la población vive en hogares unipersonales, el 25,4% según la Encuesta Continua de Hogares (INE, 2017). Por otra, datos de Eurostat (2017) y de Eurofound (2016) muestran la percepción subjetiva de un 2,2% de las personas que piensan que no tienen a nadie con quien hablar, mientras que el 3,1% consideran que no pueden pedir ayuda a nadie y el 6% declaran abiertamente sentirse solos.

La soledad, por tanto, es una percepción y no debe confundirse con vivir solo y sin red de relaciones; esta última situación se denomina aislamiento social. En ocasiones el aislamiento es consecuencia de causas objetivas como no tener contacto con otras personas, pero también puede darse aunque no existan dichas razones: alguien puede vivir acompañado y sentirse solo, o, por el contrario, vivir solo y no sentirse así.

El aislamiento social se refiere a la falta de contacto o tamaño de la red social, que puede cuantificarse objetivamente (por ejemplo, personas que viven solas), mientras que la soledad se define subjetivamente como una experiencia dolorosa vivida en la ausencia de relaciones sociales, de sentimientos de pertenencia o en una sensación de aislamiento (Yanguas et al., 2018).

1. Soledad y aislamiento social en España

De hecho, la incidencia de la soledad y el aislamiento social están más extendidos de lo que podríamos pensar. Para delimitar el alcance de estos fenómenos se realizó en ocho municipios españoles una encuesta a una muestra representativa de 1.688 personas. La muestra está compuesta por igual número de mujeres y hombres, distribuidos en cuatro grupos de edad (20-39 años, 40-64 años, 65-79 años; 80 y más años) igualmente representados. El nivel educativo, estado civil y situación de convivencia de los encuestados no es uniforme.

Según la encuesta, un 43,6% de las personas encuestadas están en riesgo de aislamiento social o se sienten solas; un 11,8% está en las dos situaciones a la vez, y solo un 44,6% no declara ningún tipo de riesgo de aislamiento social o sentimiento de soledad (gráfico 1). Es decir, más de la mitad de la población encuestada siente algún tipo de soledad o tiene algún riesgo de estar aislada socialmente.

Estudiar la soledad y el aislamiento social tiene una importancia indudable desde el punto de vista emocional y psicológico, pero también desde la perspectiva de la salud y las políticas públicas. La soledad se asocia con peores niveles de salud, y diversas investigaciones han confirmado que quienes están integrados socialmente tienen un riesgo de mortalidad mucho menor (Umberson y Montez, 2010; Holt-Lunstad et al., 2015). Su relevancia, por tanto, es manifiesta desde varios puntos de vista, pero las diversas dimensiones que abarca el fenómeno hacen que su medición no sea tan sencilla. La soledad puede ser de tipo social (más del 13% se sienten abandonados o echan de menos la compañía de otros) o emocional (más del 23% no tiene suficientes personas a las que pueda recurrir en caso de necesidad o en las que pueda confiar plenamente).

Por otra parte, el riesgo de aislamiento social puede deberse a la falta de la red familiar, que sufren cerca del 10% de las personas encuestadas; o bien a la falta de red de amistad, que llega a afectar a casi el 30%. El gráfico 2 refleja la incidencia de cada una de estas dimensiones consideradas por separado.

2. El sentimiento de soledad crece ligeramente con la edad y suele afectar más a los hombres

Aunque la soledad afecta a todo tipo de personas, con la edad aumenta su dimensión social; en general, la sufren más los hombres y las personas sin estudios (gráfico 3). A lo largo de sus vidas, entre un 27 y un 36% de los hombres (entre 26 y 34% de las mujeres) se sienten abandonados o echan de menos la compañía de los demás (aislamiento social) y son incluso más, entre el 32 y el 53% de los hombres y el 26-44% de las mujeres, quienes no tiene suficientes personas a las que recurrir en caso de necesidad o en las que confiar plenamente (aislamiento emocional).

En todos los casos la dimensión emocional de la soledad es más intensa que la social, y llega a ser de más del 52% entre quienes no tienen estudios. Todo apunta, en definitiva, a que la cara más visible de la soledad no es tanto no tener compañía o sentirse abandonado/a, sino sobre todo percibir que no se cuenta con un entorno al que poder recurrir o confiar en caso de necesidad.

Es importante señalar, no obstante, que en las edades intermedias (40-64 años) la soledad, especialmente la emocional, es percibida en mayor medida por las mujeres.

3. Los hombres, la gente más mayor y las personas sin estudios están más aislados socialmente

El riesgo de aislamiento social, ya sea de la red de amistad o la red familiar, es generalmente mayor entre los hombres, entre las personas con menor nivel educativo y va aumentando con la edad (gráfico 4). La falta de red de amistad es especialmente preocupante a partir de los 65 años, edad que coincide con la jubilación. Más de un cuarto de los mayores de entre 65 y 79 años están aislados de la red de amigos y son casi la mitad entre los mayores de 80 años.

El aislamiento de la red de amistad es mayor que el aislamiento de la red familiar (23,3% y 13,3%). En otras palabras, la familia está más presente que las amistades y protege más del riesgo de aislamiento social a lo largo de la vida.

Si bien es cierto que la vejez es la etapa del ciclo vital en la que más inciden la soledad y el aislamiento, es importante subrayar que ambos fenómenos también están presentes en edades intermedias del ciclo vital. En torno a un 30% de las personas de 40 a 65 años experimenta aislamiento social y más del 35% sufre soledad emocional. Teniendo en cuenta que ese es el momento del ciclo vital en el que estamos más ocupados y desempeñamos roles sociales que nos vinculan a otras personas (paternidad, trabajo…), se abre un panorama pesimista sobre la evolución de los niveles de soledad de esas personas cuando se hagan mayores.

La soledad y el aislamiento social pueden existir en todos los momentos del ciclo vital, pero  con la edad se reduce la red social, al mismo tiempo que aumenta el sentimiento de soledad y de aislamiento. Por eso las personas mayores son el colectivo más vulnerable y el que más necesita intervenciones para que puedan tener contactos sociales frecuentes y, sobre todo, de mayor calidad.

https://observatoriosociallacaixa.org/es/-/soledad-personas-mayores



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