11 Mar A la ‘quimio’ en deportivas
Cada vez son más los estudios que muestran los beneficios del ejercicio durante el cáncer
MARÍA VALERIO – MADRID
Chadia Chaouch nunca había sido muy deportista; su trabajo como secretaria de dirección no le dejaba suficiente tiempo para hacer ejercicio, y aunque alguna vez había practicado spinning en el gimnasio, llevaba bastante tiempo en el grupo de los sedentarios. Tuvo que ser un cáncer de mama que le diagnosticaron hace cinco años el que le reconcilió -y de qué manera- con el ejercicio físico.
Chadia tiene 41 años, es de origen francés y lleva 20 años en España, sin perder su acento galo habla con pasión de lo que el ejercicio físico ha supuesto para ella en la recuperación de la enfermedad, y ha puesto su mensaje negro sobre blanco en un libro que recoge su experiencia, Corredora de la vida (editorial Pigmalión). Además, lleva cada semana su evangelio a los pasillos del Hospital La Paz de Madrid, donde ejerce como voluntaria, los mismos donde ella fue tratada de su enfermedad.
«Yo empecé caminando 10 minutos diarios porque había engordado 35 kilos por los corticoides», relata a EL MUNDO delante de un café. Esos paseos empezaron poco a poco a intercalar un par de minutos de carrera, «andar y correr, andar y correr. Al principio me cansaba mucho, pero poco a poco fui corriendo cada vez más tiempo».
Ese proceso, durante el que se intercalaron varias cirugías (por una recaída y posterior reconstrucción de la mama), ocho sesiones de quimioterapia, radioterapia y un tratamiento hormonal (trastuzumab), no fue de un día para otro, pero dos años después, Chadia se animó a participar en una carrera de 14 kilómetros con otros compañeros de su empresa. Entre ese día y el café de esta mañana acumula cientos de kilómetros en sus piernas, entre maratones, medios maratones y alguna carrera de más distancia (como una de 76 kilómetros que la llevó hasta Kenia).
Algún médico le dijo que no podría hacer ciertos ejercicios, porque le reconstruyeron el pecho con parte del músculo dorsal; pero ella no debió escucharle bien porque su día a día incluye ahora entrenamientos tres o cuatro veces por semana. «No me pongo metas, pero me doy cuenta de que me siento mejor, que tengo más autoestima, disfruto corriendo».
Con la pasión que le pone a lo que dice no es de extrañar que su médico, el doctor Ignacio Sánchez Méndez, se encargue de presentársela a algunas pacientes jóvenes que están pasando por lo mismo que Chadia conoce bien. «Por mecanismos que aún no se conocen bien, ahora sabemos que el ejercicio beneficia a los pacientes con cáncer. No sólo porque ellos se sientan mejor físicamente, sino porque la respuesta a los tratamientos es mejor y el riesgo de recaídas se reduce», explica a EL MUNDO.
Este especialista reconoce que para las personas sedentarias, tal vez los meses de la quimio no son los mejores para empezar en serio a hacer ejercicio físico, pero recuerda que salir a dar un paseo a buen ritmo también puede ser una opción, «el caso es no quedarse encerrado a casa».
Que el ejercicio ha entrado de lleno en las consultas de oncología lo demuestra el hecho de que incluso las guías americanas de oncología lo recomiendan «como un tratamiento más». Lo importante, coincide también el doctor Javier Puente, vicesecretario científico de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), es individualizar el ejercicio a las características de cada paciente, su estado físico, su tipo de cáncer…
«Por ejemplo, en el caso de los pacientes con un cáncer de pulmón, que tienen cierta edad y han sido fumadores durante muchos años, cuando les planteamos la necesidad de hacer ejercicio físico, asumimos que van a llegar hasta un punto. Pero lo importante es que eviten el sedentarismo», apunta. Caminar, o actividades como el yoga han demostrado su beneficio en esta población. De hecho, esta misma semana, un estudio publicado en Journal of Clinical Oncology’ demostraba que las sesiones de yoga durante sólo tres meses reducían casi a la mitad los niveles de fatiga de un grupo de supervivientes de cáncer de mama (que ya había finalizado sus tratamientos).
En este sentido, el doctor Puente admite que durante las terapias los pacientes suelen estar preocupados por la evolución de su enfermedad y «aislados de alguna manera por la cantidad de información que reciben». Por eso reconoce que el interés por practicar ejercicio -sobre todo en quienes no lo hacían antes de la enfermedad- suele surgir al terminar las terapias, o en quienes ya han superado ciertos miedos iniciales y se encuentran en algún tipo de tratamiento crónico.
Ambos coinciden también en una cuestión importante. Algunos fármacos quimioterápicos, las antraciclinas, sobre todo, pueden tener efectos cardiacos, por lo que es importante que los pacientes que han superado un cáncer se sometan a una revisión cardiológica antes de someterse a algún ejercicio físico intenso. Sobre todo, remarcan, en el caso de pacientes que antes de su enfermedad fuesen sedentarios y no realizasen ejercicio habitualmente. «En general, esta cardiotoxicidad es infrecuente y los pacientes están ahora muy bien controlados por su oncólogo, por lo que no tiene que ser una contraindicación para hacer algo de actividad física», apunta el doctor Puente, oncólogo en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
«En general», coincide el doctor Sánchez Méndez, «el ejercicio no está contraindicado», simplemente hay que tener sentido común y adaptarse a cada caso. Si un paciente, por ejemplo, está recién radiado, puede tener inflamación o cierta sensación de quemazón en la piel que le impidan ciertos ejercicios; o si el tumor afecta al músculo (un sarcoma) o hay riesgo de fracturas por culpa de una metástasis ósea, deberá tener más cuidado con los deportes de impacto. «Lo importante es hacer algo», resume el especialista de La Paz. «Chadia es un caso excepcional, pero queremos que deje de serlo».
www.elmundo.es/salud/2014/02/04/52efec0fe2704e0d2f8b4589.html