05 Sep «Es crucial para un progenitor gestionar primero sus propias emociones antes de intervenir en las del niño».
Entrevista con la autora del bestseller italiano ‘Tú no eres tus padres’.
2024. 65Ymás
Carolina Fominaya
‘Tú no eres tus padres’, de la divulgadora científica italiana Maria Beatrice Alonzi, está dirigido a todos aquellos que desean romper los ciclos disfuncionales transmitidos de generación en generación, ya sean hijos que buscan comprender su pasado y liberarse de él, o padres que quieren evitar perpetuar en sus hijos los daños que ellos mismos han sufrido.
Porque, tal y como recuerda la autora de este libro, todo un bestseller en Italia, «la meta es entender que no es culpa nuestra cómo somos, pero la responsabilidad de lo que hacemos con nuestra vida y la de nuestros hijos sí lo es».
«No es un libro ligero -reconoce la propia Alonzi- porque no ofrece soluciones simplistas; en cambio, desafía al lector a confrontarse con sus propias heridas y las de su familia, subrayando que el crecimiento y la sanación requieren compromiso, introspección y, a menudo, el apoyo de un psicoterapeuta».
Viene a recordar que las familias deben tener claro que el cuidado no es algo claro, fácil y cómodo, al contrario de lo que se viraliza en redes sociales.
En el libro se subraya que la crianza no es un camino fácil ni carente de complejidad. Al contrario de lo que a menudo se muestra en las redes sociales, donde la educación de los hijos se reduce a una serie de imágenes pulidas y consejos simplistas, la crianza requiere una profunda comprensión de los propios límites, heridas y humanidad. Este proceso no puede simplificarse ni volverse «viral» sin perder de vista su verdadera naturaleza: un viaje difícil y, a veces, doloroso, que necesita recursos y herramientas adecuadas. Los padres, como se evidencia, no pueden permitirse improvisar; deben, en cambio, comprometerse a estudiar, a entender los mecanismos psicológicos que los influyen a ellos mismos y a sus hijos, para poder ofrecer un entorno realmente sano y seguro.
En este camino, advierte usted que se comenten muchos errores debido al propio aprendizaje familiar del adulto. ¿Cuál sería el primer paso para subsanarlos?
Absolutamente sí. El libro aclara que muchos de los errores que cometen los padres derivan de sus propias experiencias infantiles y de la educación que han recibido. Estos patrones de comportamiento, aprendidos e interiorizados a menudo sin consciencia, pueden resurgir durante la crianza, llevando a repetir inconscientemente los mismos errores que se han sufrido. Sin embargo, esta obra no se limita a mostrar este problema, sino que también ofrece herramientas para reconocer y modificar estos patrones. Se habla de «detonantes», es decir, esos factores que pueden activar respuestas emocionales intensas y, a veces, inapropiadas, arraigadas en el pasado del progenitor. Comprender estos mecanismos es el primer paso para interrumpir el ciclo de sufrimiento que, de otro modo, se perpetúa de generación en generación.
¿El padre perfecto existe? Usted dice que sí, que es el que intenta cuidar, sin esperar amor a cambio.
Pero el concepto de «padre perfecto» presentado en el libro no debe interpretarse en sentido absoluto. No se trata de una perfección idealizada o inalcanzable, sino de un modelo de padre que, consciente de sus imperfecciones y limitaciones, se compromete continuamente a mejorar y a no pedir nada a cambio a sus hijos por su propio proceso de crecimiento personal. Este tipo de padre es consciente de sus propios detonantes y vulnerabilidades, y trabaja activamente para no descargarlos en los hijos. Es un objetivo hacia el cual tender, no un estado de perfección absoluta, sino más bien una perfección ética: un compromiso de cuidarse y crecer sin expectativas hacia los hijos, reconociendo que el amor que se da a los hijos no debe ser condicional.
Recomienda paciencia para este viaje…. ¿Tenemos menos paciencia los padres ahora?
La paciencia es un elemento crucial en el enfoque hacia la crianza descrito en el libro. La falta de paciencia hoy en día puede atribuirse a una serie de factores, entre ellos el estrés de la vida moderna, las expectativas poco realistas impuestas por las redes sociales y la falta de apoyo emocional y social. Sin embargo, el libro subraya que la paciencia es un recurso que puede cultivarse y desarrollarse, no es un rasgo innato e inmutable. Requiere trabajo en uno mismo, comprensión de las propias reacciones y detonantes, y un compromiso constante para cuidarse a sí mismo para poder cuidar a los demás. Sin paciencia, es fácil recaer en comportamientos automáticos y reactivos, que a menudo dañan la relación con los hijos.
Se refería usted antes a los ‘detonantes’ de las situaciones de crisis familiares. ¿Cuáles son los detonantes? ¿Qué hace que se dispare algo dentro del progenitor?
Los ‘factores desencadenantes’ o ‘detonantes’ son esos elementos que activan respuestas emocionales desproporcionadas o inapropiadas, a menudo arraigadas en traumas pasados o experiencias negativas no resueltas. En el contexto de la crianza, estos detonantes pueden ser activados por comportamientos de los hijos que evocan recuerdos dolorosos o sentimientos de inadecuación en los propios padres. Lo que intento en estas páginas es explorar a fondo estos mecanismos, mostrando cómo la consciencia y el reconocimiento de estos factores son esenciales para poder gestionarlos eficazmente. No es una cuestión de culpa, sino de comprensión: saber qué situaciones desencadenan una respuesta emocional negativa permite al progenitor intervenir en sí mismo antes de reaccionar de manera dañina.
¿Cómo son esos ‘detonantes’ y cómo pueden gestionarlos?
Sí, los ‘detonantes’ son profundamente personales y están relacionados con las experiencias únicas de cada individuo. Solo la propia persona puede identificar y gestionar sus ‘detonantes’, ya que están arraigados en su historia emocional y traumas. Y en este sentido, el trabajo en uno mismo es indispensable para evitar que estos desencadenantes influyan negativamente en las relaciones, en particular las que tiene con sus propios hijos. Nadie más puede hacer este trabajo por el progenitor; es una responsabilidad personal e inalienable.
¿Cómo puede actuar o qué consejos le daría al padre que ha comprendido cuáles son sus ‘detonantes’?
Una vez reconocidos los propios detonantes, el progenitor debe desarrollar estrategias de autorregulación para evitar reaccionar impulsivamente. Lo fundamental, como siempre, sería comenzar un trabajo en terapia, ya que un progenitor que no puede autorregularse es un adulto que no puede autorregularse, y que necesita ayuda ante todo como persona. Técnicas como «dame un momento» o «voy a respirar» son herramientas prácticas para ganar tiempo y espacio emocional, permitiendo al progenitor calmarse antes de enfrentar la situación. Estas técnicas son esenciales para romper el ciclo de reactividad automática que a menudo conduce a conflictos e incomprensiones. El libro insiste en la importancia de practicar estas técnicas con constancia, para que se conviertan en una parte natural de la forma en que el progenitor gestiona el estrés y las emociones.
En esta obra se recuerda cómo en ciertos momentos es necesario reducir el propio nivel de ansiedad antes que el del hijo, pero es algo que también suele costar comprender.
El libro destaca cuán crucial es para un progenitor gestionar primero sus propias emociones antes de intervenir en las del niño. La regulación emocional del progenitor tiene un impacto directo en el niño: un progenitor calmado es capaz de transmitir seguridad y estabilidad, mientras que uno ansioso corre el riesgo de amplificar la ansiedad del niño. Esto no es solo una práctica de buena crianza, sino una necesidad para evitar escaladas innecesarias. Tomarse el tiempo para calmarse puede hacer la diferencia entre una crisis gestionada con serenidad y una situación que degenera. A quienes dicen que no tienen suficiente tiempo les recuerdo que estamos hablando de unos pocos segundos.
En determinadas ocasiones, hay actitudes que los padres entienden erróneamente como un ataque. ¿Qué es en realidad lo que está ocurriendo?
Los comportamientos de los niños, a menudo interpretados por los padres como provocativos o agresivos, son en realidad modos de comunicación de necesidades o malestares. Los padres, si están influenciados por sus propios traumas o inseguridades, pueden malinterpretar estos comportamientos, viéndolos como ataques personales en lugar de expresiones de una necesidad de atención, seguridad o afecto. Es fundamental que el progenitor aprenda a decodificar estas señales sin proyectar en ellas sus propios miedos o frustraciones, para poder responder de manera más inteligente y constructiva.