05 Sep Todo lo que las familias quieren saber sobre móviles e hijos: este es el panorama y así deben gestionarlo.
Un tercio de los padres está preocupado por que sus hijos se conviertan en ‘zombies de las pantallas’, según un estudio de Lingokids.
Ana I Martínez
La realidad es que 1 de cada 3 padres están preocupados por la posible adicción de su hijo a las pantallas, que un 64.6% piensan que sus pequeños pasan demasiado tiempo expuestos y que, sin embargo, sólo el 50% de los adultos están realmente involucrados en monitorear y regular el uso de pantallas. Y es que la realidad es innegable: la tecnología forma parte de nuestra vida. Sobre cómo usarla es otro debate.
Estas son las conclusiones que se extraen de la última encuesta que ha llevado a cabo Lingokids entre 1800 padres y madres de niños y niñas de 2 a 8 años. Los resultados también desvelan que el 80% de los menores de 2 a 8 años se exponen a las pantallas entre 30 minutos y tres horas al día. El informe cuenta también que 1 de cada 4 familias consideran que los 3 años es la edad apropiada para que sus hijos comiencen a usar pantallas y que el 63% de los menores de entre 2 y 8 años utilizan los dispositivos para jugar a juegos educativos.
«En la era digital actual, las pantallas se han vuelto una herramienta omnipresente en la escuela, en la forma en la que nos comunicamos a distancia con la familia, amigos… En el trabajo con la implementación del teletrabajo, en el entretenimiento… Como resultado, es natural que los padres brinden acceso a estas tecnologías a sus hijos y facilitar su desarrollo cognitivo y habilidades digitales», explica a ABC Rhona Anne Dick, educadora y directora de Experiencia de Aprendizaje de Lingokids, quien reseña que dicha situación no es incompatible con el hecho de que «padres y madres se sientan en ocasiones preocupados por el exceso o uso inapropiado de las pantallas».
Las familias han de asumir que las tabletas o los móviles no se pueden evitar, según los expertos. «Siempre las habrá en el entorno familiar», declara el doctor Michael Rich, pediatra, director del Digital Wellness Lab y Catedrático en Harvard Medical School. «El tiempo de pantalla interactivo es el lenguaje de nuestro tiempo y es cómo aprendemos, nos comunicamos, creamos y nos conectamos con otros. La clave no está en restringir a los niños el tiempo de pantalla, sino en guiarlos en cómo usarlo».
Esto no se traduce en una barra libre o que no se acuerden normas de uso. Para ello, las familias deben saber que la OMS recomienda que los menores de 1 año no deberían utilizar pantallas. Sin embargo, la Asociación Americana de Pediatría (AAP) y la Sociedad Canadiense de Pediatría (CPS) recomiendan evitar la exposición antes de los 18-24 meses, con excepción de las videollamadas, porque los menores se encuentran en un estado temprano de desarrollo cognitivo y físico.
Y parece que padres y madres, en este aspecto, van bien encaminados: 1 de cada 4 de los encuestados considera que es a los 3 años el momento adecuado para empezar con las pantallas, aunque un 22.6% prefiere retrasarlo entre los 5 y los 6 años y un 21.6% a los 8.
Mucho más les preocupa el contenido al que accede el niño o el tiempo que pasa ante el dispositivo. «Las pantallas en sí mismas no son el problema, sino más bien una herramienta que debe ser gestionada de manera responsable», recuerda Dick.
Según la encuesta, casi el 50% de los padres y madres están muy implicados en monitorear y regular el tiempo al que se exponen sus hijos. El 80% utiliza herramientas para controlar el tiempo de exposición, aunque el 56% es flexible dependiendo de la situación.
«La clave radica en fomentar un enfoque equilibrado y consciente en el uso de las pantallas», puntualiza la experta, para preservar el desarrollo saludable de los menores así como un aprendizaje efectivo.
Sin embargo, el hecho de que solo la mitad de las familias se implique en este tema que tanto preocupa es llamativo. «La proporción relativamente baja de los padres en cuanto a la monitorización y regulación puede atribuirse a diversos factores. Según nuestros datos, el 77,2% de los padres sabe que hay opciones saludables para sus hijos, pero el 70% desearía tener más información sobre cómo ayudarles a utilizar las pantallas de manera adecuada», explica.
Por ello, Dick recuerda que lo mejor es actuar con el ejemplo: «Lo que nuestros hijos ven desde edades tempranas es lo que más fácilmente asimilarán». Además de ello, la responsable de Lingokids aconseja a las familias estar en constante aprendizaje, comunicarse de forma clara y abierta con los hijos, establecer normas, utilizar herramientas de control parental y fomentar actividades fuera de las pantallas.
Acceso libre a todo tipo de contenido
Otro aspecto importante es el tipo de contenido que consumen los niños y que «puede tener un impacto significativo en su desarrollo cognitivo, emocional y social».
Según las conclusiones de la encuesta, la mayor preocupación de los padres y madres es exponer a sus hijos a contenido que promueva la violencia (74,7%). También les preocupa no ofrecerles contenido adecuado para su edad (69,4%) o que éste no sea educativo (41,5%), a pesar de que el 36,8% de los niños juegan con este tipo de contenidos no educativos y el 43% lo ven.
Tal y como explica la directora de Experiencia de Aprendizaje de Lingokids, «algunas plataformas, como YouTube, Netflix o TikTok, pueden llegar a ser más proclives de cara a generar altos picos de dopamina por el tipo de contenido que ofrecen y la forma de presentarlo, ya que inducen al ‘scrolling infinito’ y a la ingesta desproporcionada de más y más contenidos por parte de estas plataformas. Hay una clara correlación entre el uso desmedido de estos servicios de contenido poco saludable y educativo y el desarrollo emocional y la capacidad por parte de los peques de establecer relaciones sociales saludables’.
El objetivo es evitar lo que cada vez se conoce más como ‘screen zombie’, es decir, el hecho de que los niños estén cada vez más pegados a las pantallas, con el temor y dudas sobre si se pueden convertir en «adictos» pues hay indicios de que la excesiva exposición a las pantallas activa la producción de dopamina en el cerebro, un neurotransmisor que produce sensación de deseo y que puede contribuir al desarrollo de la adicción. Esta situación se da sobre todo en aspectos como la validación en redes sociales y las recomendaciones infinitas de sus algoritmos, las recompensas inmediatas, o los estándares irreales de belleza.
El valor añadido de las aplicaciones educativas
Sin embargo, las aplicaciones educativas «ofrecen un contenido que, con sólo unos minutos de juego al día, tienen numerosos beneficios académicos y socioemocionales, y motiva a los niños a seguir aprendiendo tanto dentro como fuera de la pantalla. El ritmo es menos frenético y no existen elementos relacionados con la validación social, como sí lo promueven a cada minuto las redes sociales», señala Dick. Por todo ello, «los padres tienen la responsabilidad de supervisar el contenido que consumen sus hijos» porque para que el uso de pantallas sea beneficios, es importante apostar porque sea interactivo e incentive a los más pequeños a aprender, jugar y moverse e, incluso, inciten al pensamiento crítico, creativo o les anime a producir su propio contenido.
Por ello, no es de extrañar que el 44% de los padres y madres encuestados considere que la calidad del contenido y el tiempo que pasan sus hijos delante de las pantallas es más relevante que la edad del niño. Además, en el ranking de prioridades sobre lo que consideran el uso de pantallas beneficioso para sus hijos, destaca en primer lugar que sea educativo, seguido de otras prioridades como que se adapte a su edad, tenga límites y sea interactivo.
Al dormir y al comer
Además, hay dos momentos específicos del día en los cuales, «bajo ningún concepto» -dice la experta- no hay que utilizar las pantallas: antes de dormir y durante las comidas.
«La exposición a la luz azul emitida por las pantallas altera las ondas cerebrales y tiene una influencia directa y negativa en el proceso de conciliar el sueño», explica Dick, puesto que «interfiere con la producción de melatonina, una hormona que regula el sueño», impidiendo que el cuerpo se relaje y se prepare para descansar.
En cuanto a las comidas, la experta recuerda que el móvil «puede tener efectos negativos» porque «la distracción causada por el contenido que ven puede hacer que los menores no sean plenamente conscientes de lo que están comiendo, lo que podría llevar a que caigan en una alimentación poco saludable o al desarrollo de problemas alimenticios. Además, el acto de comer y sentarse en la mesa todos juntos en familia es una oportunidad valiosa para la interacción social y la comunicación familiar, que podría verse socavada por la atención dividida hacia los móviles».
Otro de los datos que desvela el estudio es que el 58,44% de los menores ve pantallas al regresar de la escuela, en vez de hacer deberes o jugar. «La elección entre tiempo de juego offline y los deberes es un equilibrio importante que puede influir en el bienestar y el desarrollo de los niños», recuerda Dick, quien apuesta porque cada familia diseñe su propia rutina teniendo en cuenta que «el juego fomenta la creatividad, la socialización y el desarrollo físico y emocional e incluso puede ayudar a los niños a desconectar del entorno escolar y recargar energías« mientras que ponerse con las tareas escolares «les enseña a comprender la importancia de cumplir con sus responsabilidades académicas».
En definitiva, «crear una rutina consistente ayuda a los niños a entender las expectativas y a administrar su tiempo de manera efectiva -dice Dick-. Si los niños quieren usar dispositivos móviles después de la escuela, es recomendable establecer límites de tiempo». Todo ello, combinado con «la flexibilidad y la adaptabilidad» son vitales.
Claves para un buen uso de las pantallas
Para Rhona Anne Dick, los aspectos que definen un uso y tiempo adecuado de los dispositivos, así como que sea de calidad, son:
«Conserva la tranquilidad frente a un evento excepcional, cuida la integridad de los niños, conserva la salud mental de los padres y sobre todo, los menores aprenden y practican algo mientras están haciendo uso de las pantallas», explica la experta.
«Tiene contenidos seleccionados por mamá y/o papá y están adaptados de acuerdo a la etapa madurativa de los niños».
«Tiene hora de inicio y de fin (y está acordado con los hijos)», recuerda la experta.
«Como plus -dice Dick- tiene un componente atractivo para los niños justo al terminar el tiempo de pantalla, para que la transición del mundo online al offline sea más sencilla. Si bien no siempre se logra, es muy recomendable. Por ejemplo, con Lingokids, padres y madres se asegurarán de que sus hijos aprenden muchas cosas que luego han de ser puestas en práctica en el día a día. Por ejemplo, aprenderán a cepillarse los dientes, a lavarse las manos, a poner la mesa y ayudar a sus padres con las comida y las cenas, a relajarse mientras hacen yoga… Todo eso lo aprenderán mientras juegan y se divierten con la app y dentro de las pantallas. Además, la aplicación está diseñada para que una vez hayan completado las actividades y la lección, repliquen esos conocimientos y comportamientos con sus familias en la vida real».