31 Jul Estas son las capas de cebolla que deberían proteger a tu hijo de internet este verano (y siempre).
Tomar conciencia es el primer paso para que los padres dediquen un tiempo a configurar las redes familiares.
Carlota Fominaya
Un móvil en manos de un niño puede más que una cama elástica en pleno verano. Este era el temor de Jana e Iván, padres de tres niños de 10, 7 y 5 años. «Siempre habíamos pensado que teníamos que hacer algo cuando llegara la adolescencia, pero comprendimos que había que actuar antes», explican.
«Las familias están desbordadas y la ola tecnológica les ha pasado por encima. En algunas ocasiones las pantallas, incluso, han sobrepasado la convivencia del hogar», advierte Luis Mulero, consultor en tecnología, creador de la página Habitoscibersaludables y cibervoluntario en la digitalización de los hogares con niños.
A él acudieron Jana e Iván, tras escucharle en una conferencia en el colegio al que acuden sus hijos, y decidieron ponerse en sus manos. «En casa hay televisión inteligente, varias tabletas, están nuestros teléfonos… Ahora hemos ganado en tranquilidad», afirman.
La buena noticia es que los ‘firewalls’ domésticos para alejar a tu hijo de los peligros de la Red, que él denomina ‘capas de cebolla’, «solo requieren de voluntad y de la conciencia para ponerlo en práctica». ¿Cómo aprovechar el verano para volver al punto de inicio? A Mulero Sabatei le gusta empezar por hacer conscientes a los padres de los riesgos que conlleva un dispositivo, ‘el elefante que está en el cuarto de estar y nadie quiere ver’. «Un móvil no es un juguete. Para visualizar la capacidad computacional o el alcance de un smartphone, tenemos que saber que tiene un millón de veces la capacidad computacional de la nave Apolo, con la que el hombre llegó a la luna».
Si una familia piensa en dejar un móvil a un menor para que se entretenga un rato, prosigue este experto, «o porque total, lo tienen todos, y es para hacer tonterías… Entonces, hay un riesgo máximo. Si en cambio es consciente de que puede crear ciber adicciones, comprometer el sueño, que hay riesgo de acceso a contenidos inapropiados, entonces tendrán el incentivo de hacerlo bien y optarán por dedicarse una tarde este verano a configurar adecuadamente no solo el dispositivo, sino la red de la casa entera».
Así lo hicieron Jana e Iván, tras escucharle en una conferencia en el colegio al que acuden sus hijos, y decidieron ponerse en sus manos. «Hemos ganado en tranquilidad, no queremos dejarlos solos en el mundo ciber. Igual que tampoco les llevaríamos a ver una película de adultos. Creemos que lo mismo que hacemos con el contenido cultural, tenemos que hacerlo con lo que ven en sus pantallas», aseguran.
La patata, siempre encima
Tras la toma de conciencia, prosigue Anna Ramis, pedagoga y autora del libro ‘De 0 a 3: ¿nada de pantallas?’ (Octaedro), «sugiero hacer una autocrítica a nuestro comportamiento. Si un crío desde que nace ve a un adulto siempre con una patata en la mano, que comprueba que la lleva en el bolsillo al salir de casa, que la saca siempre en los momentos de más diversión… él hará lo mismo. El crío concederá al tubérculo el mismo valor que el adulto y dirá: yo quiero patata». «Con nuestras acciones también les estamos educando», corrobora el fundador de Hábitoscibersaludables.
Una vez comprendido esto, las familias tienen ante sí dos grandes batallas de gestión: «Una es la defensa de la comunicación familiar. Para entenderlo, sepamos que el momento de la cena es el castillo de la intimidad familiar, y hay que defenderlo. Si pones una pantalla encima de la mesa la atención pasa inmediatamente a la red social. Nosotros –explica este experto- no somos adictos a las pantallas ‘persé’, somos cautivos de sus efectos en nuestro cerebro. Un comentario, un like o un corazoncito disparan nuestra dopamina, que es un neurotransmisor vinculado con la satisfacción inmediata».
Limitar accesos
El otro gran pilar pivota sobre el establecimiento de límites de uso de ciertas aplicaciones que provocan un comportamiento adictivo. «No me gusta hablar de control parental, me gusta hablar de protección parental. Y con esto no estamos refiriéndonos únicamente a evitar el acceso a la pornografía, sino a todo tipo de violencia (hashtag virales que pueden tener consecuencias para tus hijos, distorsiones alimentarias, apuestas online…). Estos temas son los que hay que bloquear y conseguir que los menores no puedan acceder».
Y para eso, continua Mulero, «no basta con decir ‘ya he puesto un antivirus’; hay que desplegar múltiples acciones de protección para cubrir múltiples flancos. Entramos en el ámbito del firewall, que es un hardware que debemos conectar al router y nos permite establecer criterios de acceso a la Red. Hay múltiples tipos: con licencia, sin ella… Lo importante es tenerlo. También es recomendable instalar sistemas de protección parental de nueva generación….». Y luego, añade, «estaría el hecho de promulgar hábitos, donde el más importante es el del tiempo de uso».
En el caso de la familia de Jana e Iván, hay un antes y un después de su toma de conciencia. «Ahora estamos más tranquilos, porque hemos puesto en marcha una serie de herramientas. Desde luego, ya no les dejamos jugar con nuestros móviles, que es como dejarlos solos en una gran ciudad y hemos configurado el firewall casero, desde controlamos el acceso a todo aparato conectado a internet. De momento, sabemos que ven contenido apropiado para su edad y hay un control del tiempo de uso de los dispositivos».
Se trata, concluye Mulero, de hacer un cambio: «Es pasar del ‘mis padres me controlan’, que suena mal, es estridente, feo… a ‘mis padres me protegen’, que es un mensaje diferente, positivo y constructivo. Es una perspectiva que se abraza más fácilmente».