10 Nov Luces y sombras para el empleo de las mujeres.
Sin duda los datos relativos al empleo que nos van llegando desde la última reforma laboral son buenos, y este pasado jueves volvimos a comprobarlo con los datos de paro registrado correspondientes al mes de octubre.
EFE
Creación de empleo en un mes en el que tradicionalmente el desempleo subía y, sobre todo un cambio de paradigma en la contratación ya que la contratación indefinida continúa creciendo y se ha multiplicado por tres desde la entrada en vigor de la última reforma laboral.
Tanto los agentes sociales como las instituciones son prudentes ante estos datos y ponen encima de la mesa que queda mucho por hacer. A pesar del crecimiento del empleo más de 2,9 millones de personas continúan en situación de desempleo. Pero además de la situación general en materia de empleo, merece la pena preguntarse cómo está afectando este periodo de creación de empleo y la propia reforma laboral a otras situaciones de discriminación que caracterizan las relaciones laborales en nuestro país, concretamente si la brecha laboral entre mujeres y hombres se está cerrando o no.
El diagnóstico sobre el empleo femenino, en realidad, ha sido bastante estable a lo largo del tiempo. A pesar de que el comportamiento de las mujeres en relación con el empleo ha cambiado radicalmente en las últimas décadas y el innegable incremento de las cifras de empleo femenino, lo cierto es que los problemas que caracterizan la participación laboral de las mujeres se parecen mucho en lo cualitativo a los problemas definidos hace ya unas cuantas décadas.
Sabemos que las mujeres participan menos del empleo, que se concentran en menos actividades económicas, hasta el punto de que podemos hablar de una auténtica segmentación del mercado laboral que deja un rastro estacional que se observa en los propios datos mensuales. Por ejemplo, la subida en las afiliaciones de la seguridad social de las mujeres en este mes de octubre responde a la lógica del inicio del curso escolar, ya que la concentración de mujeres en la actividad educativa es de las más acusadas.
Sabemos que, en términos generales, el empleo de las mujeres es de peor calidad que el de los hombres; peores condiciones laborales, tanto a nivel salarial – brecha salarial – como en el resto de condiciones contractuales; temporalidad, jornadas parciales no deseadas y oportunidades de promoción, desarrollo de carrera y acceso a puestos de responsabilidad.
Conocemos bien las causas estructurales que provocan esta situación que han sido definidas por el feminismo y la economía feminista a lo largo de las últimas décadas. Venimos de sociedades donde los estereotipos de género, que condicionan el comportamiento social de mujeres y hombres, construyeron un sistema rígido de reparto de roles para uno y otro sexo. Un modelo que plantea un conflicto entre el ámbito doméstico y el ámbito productivo, que estereotipa y segmentan la valoración de las competencias de mujeres y de hombres. Un modelo tan asentado y tan fuerte que se mantiene a pesar del cambio evidente en el comportamiento y las expectativas de vida de las mujeres.
El resultado es que, en muchos ámbitos laborales, las mujeres siguen siendo juzgadas como intrusas y se producen grandes tensiones para compatibilizar las responsabilidades familiares y domésticas con la participación regular en el empleo y la actividad económica, especialmente para las mujeres, que continúan dedicando mucho más tiempo que los hombres al cuidado de la familia y el ámbito doméstico.
Las consecuencias se dejan ver sobre el empleo de las mujeres, pero también sobre el propio funcionamiento del mercado laboral. En España la fuerte segmentación laboral entre mujeres y hombres marca fenómenos estacionales diferentes para mujeres y hombres, pero además impide el normal funcionamiento del mercado laboral. En un mercado fuertemente segmentado, se segmentan también las oportunidades que tenemos las personas de beneficiarnos de las mejoras, las inversiones públicas, las políticas de empleo y el crecimiento económico. La segmentación dificulta la capacidad redistributiva del empleo, en este caso entre mujeres y hombres, o lo que es lo mismo, la oportunidad de la mayoría de ganarnos la vida, que es en definitiva el objetivo de las expectativas laborales, tanto de hombres como de mujeres.
En un mercado laboral fuertemente segmentado por razón de sexo, las consecuencias de una crisis económica manifiestan de diferente manera y con diferentes tiempos en los empleos de mujeres y hombres. Así pasó en la crisis de 2008, que se inició con una crisis en el empleo industrial y del sector de la construcción, en los que participan pocas mujeres, dando la impresión de que se reducían las diferencias entre mujeres y hombres en un primer momento de la crisis. El tiempo demostró que no, que, en realidad, una posición más débil de las mujeres en el empleo afecta también al paraguas de protección social habitualmente ligado a la relación laboral previa, por lo que suele colocar a las mujeres en una situación de mayor pobreza.
La segmentación y los estereotipos que continúan funcionando respecto del empleo de las mujeres, también tienen consecuencias sobre la forma en la que mujeres y hombres participan de las oportunidades de la recuperación económica. Cuando el mercado laboral tiene excedente de mano de obra, o lo que es lo mismo, altas tasas de desempleo, se muestra con claridad la preferencia hacia la contratación masculina que continúa teniendo el mercado laboral, manifestándose incluso en la entrada de hombres en empleos tradicionalmente femeninos, que incluso se pueden observar a simple vista, como pasó con las líneas de caja de las grandes superficies en los peores momentos del empleo tras la crisis de 2008.
Pero hay más cuestiones a tener en cuenta para conseguir erradicar la discriminación laboral hacia las mujeres. Por ejemplo, la mayor parte de las actividades económicas en las que se confía y se apoyan en los procesos de recuperación suelen estar fuertemente masculinizadas. Así está pasando con el sector energético, el tecnológico e incluso la mayor parte de las ocupaciones de la economía verde. Además, los objetivos asociados al crecimiento económico, si bien mencionan la igualdad como uno de los elementos clave, rara vez incorporan el trabajo con los problemas estructurales de desigualdad en el empleo, limitándose en ocasiones a incorporar medidas de difícil ejecución sobre la participación laboral de mujeres, especialmente dirigidas a aquellas que se encuentran en una situaciones de vulnerabilidad socioeconómica, en actividades en las que les resulta muy difícil participar de manera igualitaria. Y mientras tanto, las opciones profesionales de mujeres y hombres siguen fuertemente segmentadas, se pregunta en las entrevistas de selección sobre las expectativas familiares, la disponibilidad sigue condicionada por un desigual uso de los tiempos entre mujeres y hombres, por no hablar por los sesgos discriminatorios de los algoritmos.
Así las cosas, era muy importante que la última reforma laboral tuviera un efecto positivo sobre las condiciones laborales de las mujeres y que la repercusión de esta reforma y de la creación de empleo derivada de las medidas de recuperación tuvieran algún efecto sobre la posición laboral de las mujeres. Y como en la situación general aquí también hay luces y sombras.
El número de mujeres afiliadas a la seguridad social es más alto que nunca. Este argumento lo llevamos escuchando desde hace bastante tiempo, incluso en los últimos años del anterior gobierno. Cada vez hay más mujeres trabajando, pero hay que tener en cuenta que el espectacular crecimiento de octubre, hay que leerlo con la clave estacional que representa el inicio de la actividad docente y por lo tanto es también un indicador de concentración de mujeres en actividades fuertemente feminizadas. Tampoco podemos olvidar que la última EPA 2T 2022 atribuye todo el crecimiento de desempleo a las mujeres y dentro del sector servicios, un sector en el que se concentra la participación laboral de las mujeres. Ni siquiera donde las mujeres son mayoría se consolida una posición laboral fuerte para el empleo femenino.
En los últimos datos de paro registrado podemos comprobar que la proporción de mujeres registradas como demandantes de empleo continúa subiendo; las mujeres representan casi el 60% de paro registrado y hay medio millón largo de mujeres más que hombres en situación de desempleo.
Por último, y en relación con la contratación indefinida, desde la puesta en marcha de la medida de limitación de la contratación temporal de la última reforma laboral, se aprecia una diferencia sistemática entre mujeres y hombres en el acceso a la contratación indefinida. Concretamente en los datos de octubre, mientras que del total de contratos realizados a mujeres el 43,35% han sido indefinidos y el 56,65% temporales, en el caso de los contratos realizados a hombres, el 47,92% han sido indefinidos y el 52,08% temporales. Hay más de 4 puntos de diferencia en la tasa de contratación indefinida entre mujeres y hombres. Y esta diferencia no es la más alta de los últimos meses.
Así que no parece que la actual situación y las buenas noticias que recibimos mes a mes sobre el empleo, vayan a ser capaces de hacer disminuir las diferencias en la contratación temporal entre mujeres y hombres y ese casi 60% femenino del paro registrado, al que llevamos aproximándonos, en goteo decimal, desde hace muchos meses.
Si queremos que la situación cambie, no basta con decir que cualquier medida que afecte mayoritariamente a las mujeres mejorará automáticamente la situación. Lo hará, para las mujeres directamente afectadas, por supuesto, aquellas que se beneficien de las subidas del SMI porque están en las horquillas salariales más bajas, o las que cambien su contrato de obra por un contrato indefinido o fijo discontinuo. Pero hemos de tener en cuenta que quienes tienen una mejor situación, disponibilidad y valoración por parte del mercado, habitualmente los hombres, estará también en mejores condiciones de aprovecharse de las mejoras generales que se produzcan en el empleo, por lo que las diferencias y desigualdades entre el empleo masculino y femenino se mantendrán en términos globales. Y así es como llevamos 30 años, avanzando en cada paso la mitad del camino que nos queda, sin llegar nunca al objetivo. Las mujeres no hemos dejado de mejorar en el empleo y nuestras expectativas e incluso nuestras carreras laborales, pero la desigualdad en el mercado laboral no desaparece y ninguno de los problemas y tensiones que caracterizan la desigual entre mujeres y hombres en el mercado laboral desaparece. ¿Y si intentamos otra cosa?