01 Sep Tener un empleo condiciona el periodo del año en el que las mujeres dan a luz.
Un estudio muestra que las mujeres con empleo tienden a concebir en los periodos vacacionales –especialmente, en diciembre– y a dar a luz entre agosto y octubre, mientras que las desempleadas o inactivas no presentan este patrón en su fecundidad.
Ana Requena Aguilar / Raúl Sánchez
Tener o no un empleo condiciona el periodo del año en el que las mujeres que viven en España tienen hijos. Las mujeres con empleo tienden a concebir en los periodos vacacionales –especialmente, en diciembre, durante la Navidad– y a dar a luz entre agosto y octubre. Para este grupo de población, el otro pico de partos se produce durante la primavera. Sin embargo, las mujeres desempleadas o que están inactivas por algún motivo, no presentan este patrón en su fecundidad. Es la averiguación más reseñable de un estudio realizado por tres investigadores españoles que ha sido publicado en la revista científica American Journal of Human Biology.
“Lo que vemos es que la situación laboral de las madres es el factor que mejor explica las diferentes tendencias estacionales de nacimientos”, resume la matemática e investigadora del Instituto de Estudios Fiscales Adela Recio, una de las autoras del estudio. La investigación encuentra dos grandes grupos y tendencias. Por un lado, las mujeres que están afectadas por el calendario laboral, cuyas concepciones se concentran mayoritariamente en periodos vacacionales, en verano y Navidad. Eso hace que nueve meses más tarde se produzca un pico de nacimientos, especialmente en septiembre.
Dentro de esta tendencia, un grupo de mujeres con alta cualificación sigue el mismo ritmo pero suelen preferir dar a luz en primavera. “Pensamos que precisamente por esa cualificación quizá se piensa que esas fechas harán que sus hijos sean de los más mayores de la clase y que eso hará que tengan una predisposición a mejores resultados”, explica Recio. El estudio señala que hay países donde se ha demostrado un fuerte patrón estacional ligado al tipo de profesión de las madres. Es el caso de Francia, donde las profesoras tienden a planificar sus concepciones para dar a luz en primavera y aprovechar después los meses inactivos de verano.
Por otro lado, el otro gran grupo es el de las mujeres que no tienen un empleo porque están en paro o económicamente inactivas. Este grupo está menos afectado por el calendario laboral y sus concepciones y los nacimientos están más repartidos a lo largo de año. El patrón estacional es aquí mucho menos significativo.
A gran escala, el estudio constata un cambio de tendencia en los picos de nacimientos en España en las últimas décadas. Entre 1940 y 1960, el pico de nacimientos se producía precisamente en primavera, entre febrero y abril. Este patrón fue desdibujándose en las siguientes décadas hasta constituir el que ahora resalta este grupo de investigación. Su conclusión es que la masiva incorporación de las mujeres al mercado laboral formal de las últimas décadas está detrás de esta transformación de la tendencia a concebir y dar a luz en determinados periodos del año.
Menos hijos
Que la situación laboral es clave a la hora de decidir tener hijos y cuándo es una certeza que muestran los datos de natalidad. Esta semana, el Instituto Nacional de Estadística publicaba el avance de las cifras del primer semestre del año: en los primeros seis meses nacieron en España 159.705 niños, un dato ligeramente inferior al del mismo periodo de 2021. La cifra, que será revisada, supone que los nacimientos están en mínimos históricos, arrastrados primero por la pandemia y después por la crisis económica.
La tendencia viene de largo, ya que España lleva décadas con unos niveles de fecundidad muy bajos, pero roza ahora sus niveles nunca vistos. “Lo que tiene que ver con el empleo es clave. Incluso en los países nórdicos, que han tenido tasas de fecundidad relativamente altas, ahora se ve una tendencia a la baja que tiene que ver con una mayor incertidumbre sobre el futuro”, comenta la demógrafa y profesora de la UNED Marta Seiz. A los problemas que arrastra la sociedad española y que influyen de manera muy clara en la natalidad –paro estructural, temporalidad, precariedad, dificultad de acceso a una vivienda…– se ha añadido un contexto aún más complicado en los dos últimos años.
“Es lógico que la tendencia no remonte porque las personas en edad reproductiva se enfrentan a dudas sobre su futuro laboral y económico, y en los últimos tres años, primero con la pandemia y luego con la crisis económica y energética, la incertidumbre aún ha crecido más. En periodos de crisis hay más dudas de que se vaya a poder mantener un nivel de ingresos para sostener a unas criaturas, las empresas aprietan más las tuercas y se agravan los problemas de conciliación…”, añade Seiz.
Las cohortes de edad que tienen ahora hijos son, además, menos numerosas que las de anteriores décadas, por lo que necesariamente hay una reducción del número de nacimientos. “En otros lugares hay también una fecundidad tardía pero como las condiciones son más favorables pueden tener más hijos en periodos más cortos de tiempo. En España, la transición al segundo hijo es muy difícil”, concluye la demógrafa.