01 Ago ¿Por qué la siesta puede ser beneficiosa y cuánto debe durar?.
¿Por qué la siesta puede ser beneficiosa? Aquí sí que hay que decir que como en la feria, cada uno habla de ella, según le va. Hay quien no puede prescindir, no ya de siesta, sino de esa cabezada después de comer, sentado ante la tele.
Ramón Sánchez Ocaña
Hay grandes especialistas en neurofisiología que sostienen que la siesta es beneficiosa y, en muchos casos, una necesidad biológica. Aunque cada vez tiene menos seguidores por imperativo laboral. Porque en verano, la siesta ocupa un lugar privilegiado. Y es aconsejable siempre que no sea muy larga para evitar dificultades a la hora de conciliar el sueño por la noche.
No es recomendable tumbarse después de una comida excesiva. Pocas veces suele decirse cuando se habla de la saludable dieta mediterránea que uno de los pilares de sus beneficios es, precisamente, la siesta. Eso lo sabíamos todos los españoles desde hace tiempo; ahora lo empiezan a descubrir en otros países. Por ejemplo, el Prof. Jim Horne, del laboratorio de investigación del sueño de una importante universidad británica, acaba de recomendar a los ingleses dormir un cuarto de hora después de la comida. Dice que ese ratito de sueño después de comer renueva a la persona. Según este investigador, el organismo tiene una disposición natural a dormir dos veces diarias. Una cabezada a mediodía, y una serie de horas por la noche.
Una siesta de un máximo de 40 minutos permite volver al estado de alerta y atención, según un estudio realizado por la NASA. Muchas compañías aéreas ya aconsejan esa siesta a sus pilotos.
La siesta corta sube la moral, mejora la atención, la productividad y la seguridad de los trabajadores. Y también protege el corazón .
Pero debe ser breve. Más de 30 minutos ya supondría alguna desventaja, porque permitiría al organismo llegar a las fases más profundas del sueño y se traduciría en despertar incómodo, en perder la noción horaria e incluso en dolor de cabeza. La duración ideal estaría entre los 10 y los 20 minutos.
Por cierto, se llama siesta porque era a la hora sexta, que eran las doce del mediodía. Los monjes, que se levantaban a las seis de la mañana, tras la comida de las doce, hora sexta, “sexteaban” y en muchas ocasiones se adormilaban durante la meditación. Ese es el origen de la siesta.