09 May Los mayores aún no se quitan la mascarilla: «Da miedo».
Es una medida que «tenía que llegar en algún momento», pero habrá que «aplicar el sentido común».
María Bonillo
A partir de este miércoles 20 de abril deja de ser obligatorio el uso de mascarilla en interiores, una medida que, aunque ha sido bien recibida por muchas personas que consideran que es el momento adecuado para ello, ha sido vista también como algo «precipitado».
Para la Federación de Organizaciones Andaluzas de Mayores (FOAM), es «una auténtica temeridad» que «pone en riesgo grave de contagio a la población en general y atenta gravemente contra la salud de los más vulnerables«. Recuerdan a su vez que «las autoridades sanitarias han contabilizado 6.689.447 de infecciones desde que arrancara a mediados del pasado mes de octubre la sexta ola», esto son 27,10 veces más contagios que los registrados en la primera ola. En el caso de las defunciones en los centros de mayores, a fecha del 12 de abril en esta sexta ola, señalan que «se han producido 17.435 fallecimientos«, indicando que «en la primera se produjeron 28.323». Por tanto, aseguran no entender ni compartir «las prisas por gripalizar el Covid», ya que «no es una gripe y por lo tanto no se le puede da el mismo tratamiento».
Por otro lado, se encuentran opiniones contrarias, aquellos que consideran que es un buen momento para tomar esta medida «que tendría que llegar en algún momento», tal y como indica el presidente de la Confederación Nacional de Jubilados y Pensionistas de España (CONJUPES), Vicente Sanz, a 65YMÁS.
Así, parece que todo se reduce a la responsabilidad individual de cada persona, algo en lo que se hace especial hincapié llegados a este punto de la pandemia. «Con el porcentaje de población vacunada que hay en España, que se vayan tomando estas medidas que nos lleven hacia una vida otra vez normal, previa a esta situación, está bien», opina Juan Manuel Martínez, presidente del Comité Asesor de 65YMÁS y de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA).
«Cada uno somos responsables de nuestra salud, y este es un ejemplo muy claro de ello», explica, considerando esta medida como adecuada, que da «responsabilidad al ciudadano, y sobre todo en este caso a los mayores, de la utilización o no utilización de las mascarillas». «La clave está en aplicar el sentido común«, añade, «así sabremos dónde hay riesgo, qué lo tiene y qué no, y qué hacer en cada momento, ya que tenemos la posibilidad de utilizar la mascarilla o no, y decidiremos en consecuencia».
«En algún momento tendremos que abandonarlas, el tema está en ver cómo se va a desarrollar eso y en ser un poco precavido, sobre todo en los lugares y centros mas comprometidos en la propagación de la pandemia», coincide Vicente.
«No nos la vamos a quitar»
Las ganas por poder dejar las mascarillas a un lado definitivamente son evidentes, sin embargo, esto no quiere decir que el miedo haya desaparecido. «Hemos llegado a un punto en que no sabes si ponértela o no, porque te preocupa el qué va a pasar, sobre todo después de Semana Santa, y porque esto no se ha terminado«, explica Josep Carné i Teixidó, presidente de la Federació d’Associacions de Gent Gran de Catalunya (Fatec), quien aconseja «continuar llevando la mascarilla».
Esta preocupación la comparten muchas personas mayores, que consideran que es una medida «un poco precipitada», sobre todo tras Semana Santa. «Quien quiera que se la quite y quien no que no lo haga. Yo no me la voy a quitar, me la quitaré cuando vea que las cosas están correctas, porque te da miedo«, aseguran varios mayores preguntados por este diario. «Para el susto que nos hemos llevado… No nos la vamos a quitar», aseguran.
«Entiendo que hay que ir hacia esa reducción de medidas», explica el presidente de CONJUPES, «pero es cierto que todavía hay miedo«. Un miedo que ha provocado la pandemia y que todavía está presente. Es por ello que a partir de ahora se da tanta importancia a esa responsabilidad individual. «¿Qué problema hay si no se la quieren quitar? Ninguno», señala a su vez el presidente de CEOMA. «Que hagan lo que para ellos les parezca mejor en cada momento. Todo se reduce ahora al sentido común, y si tuviéramos más, las cosas irían mucho mejor«, añade.
Mascarillas obligatorias en residencias solo para visitas y trabajadores
Por el momento, la mascarilla solo seguirá siendo obligatoria en interiores en el transporte público, en el interior de los centros, de los servicios y de los establecimientos sanitarios, lo que incluye las farmacias, los hospitales, los centros de salud y los centros de transfusión de sangre, y en las residencias de mayores, únicamente para los trabajadores y visitantes, pero no para los residentes, porque se considera que ese es su hogar, según ha detallado la ministra de Sanidad, Carolina Darias, en el Consejo de Ministros celebrado este martes. Aunque puntualizaba que «se aconseja un uso responsable de la mascarilla en población vulnerable, como mayores de 60 años».
Este tipo de prevención en el ámbito de las residencias de mayores es considerada como «lógica» por diferentes asociaciones de mayores, ya que «la gente que vive en las residencias no tiene por qué llevarlas porque es donde vive«, coincide el presidente de CEOMA. En cambio, para aquellas personas que vienen de fuera sí considera aceptable, «como medida preventiva», que se les exija llevar mascarilla, «porque hablamos de personas que tienen un riesgo mucho mayor«.
«La situación en la mayoría de las residencias en Cataluña (el 85%) es favorable en cuanto a contagios«, explica el presidente de Fatec, señalando que aquellas personas que se han contagiado en residencias durante la pandemia «no se han infectado por ellos, sino porque alguien les ha llevado el virus a la residencia».
Igualmente, Vicente Pérez Cano, director de la Confederación Estatal de Mayores Activos (Confemac), opina que «si todas las personas mayores están vacunadas y en los centros están vacunados, también debe haber libertad para que aquellas personas que quieran utilizar la mascarilla la utilicen o no, bajo su responsabilidad«, señala, «lo demás me parece excesivamente proteccionista. Porque es lo que estamos viendo ahora, que hay todavía muchas residencias que tienen a las personas mayores casi confinadas. Quizá no las mata el Covid, pero así lo hará el aislamiento, la soledad y la falta de relaciones afectivas e interacción social».
Pero esto no quiere decir que haya que «perder el respeto del todo y decir que esto ya es como una gripe», aclara. «Deberíamos caminar más hacia el uso libre y responsable de cada persona».
Así, serán muchas las personas que todavía seguirán utilizando la mascarilla cuando crean que es necesario, al igual que ha sucedido con la eliminación de su obligatoriedad en exteriores. «Al aire libre todavía hay mucha gente que la sigue llevando», recuerda Vicente, quien opina que la mayoría van a seguir utilizándolas. «Vamos a confiar, porque puede que siga existiendo un cierto riesgo, pero ya no es el mismo que al principio de la pandemia». Añade además que «uno de los grandes errores que se han cometido en las residencias ha sido querer maximizar el control para impedir que entrara el coronavirus, y en base a eso se han cometido auténticos disparates. Que no digo que esté bien ni mal, pero también hay residencias que no se lo han tomado de esa forma, que han sido creativas, que han hecho otro tipo de gestiones, que han cambiado su organización, su forma de recibir las visitas, de seguir manteniendo, dentro de la prudencia y la precaución, todo tipo de actividades de convivencia. Pero ha habido otras que no, que le han dado toda la importancia a que no entrara el virus (aunque al final ha entrado en muchas de ella) y eso ha ocasionado involuntariamente un daño muy grande a otras facetas de la vida de los mayores«.
El presidente de Confemac critica en este sentido el funcionamiento de las residencias, que «en general está planteado en la organización y gestión de los recursos, pero no desde la respuesta a las necesidades de las personas. Han querido, en su gran mayoría, cubrirse las espaldas para que no entre el virus, lo cual es entendible, pero hay caminos intermedios entre esa rigidez y tratar de facilitar otro tipo de conductas y relaciones que son imprescindibles para el bienestar humano«.