18 Abr Carta a mi hijo con discapacidad: ¿qué significa triunfar?.
Creo que nos equivocamos cuando ponemos el foco de la ecuación en la “suerte” cuando deberíamos ponerlo en el “éxito”
Hay gente que achaca a la “suerte” el éxito y a la mala “suerte” la falta del mismo y, por el otro lado, hay otra que no da valor a la “suerte” y justifica el éxito en el esfuerzo y sacrificio. El otro día dos amigos discutían sobre el papel que había jugado la “suerte” en sus respectivas carreras, mientras que uno defendía el papel de la misma, como causa directa de su éxito, el otro la descartaba por completo. La discusión terminó abruptamente cuando uno de ellos te puso de ejemplo por haber enfermado y como consecuencia de ello no tener posibilidad de triunfar.
Yo siempre he sido del segundo grupo, la “suerte” te la generas tú a través de tu esfuerzo y sacrificio, pero es cierto que no me había parado a pensar en otras circunstancias no controlables que indudablemente condicionan el destino. La familia, el país e incluso la ciudad donde naces marcarán tus posibilidades de éxito, además de la salud que Dios te dé. Está claro que no lo tiene igual de fácil un niño que nace en Madrid que uno que lo haga en un país del tercer mundo, por no hablar de un niño sano versus uno que tenga una discapacidad, pero ¿eso es lo que entendemos por “suerte”? Si realmente es lo que entendemos por “suerte” nadie podría negar que juega un papel muy relevante en nuestra vida.
De todas formas, creo que nos equivocamos cuando ponemos el foco de la ecuación en la “suerte” cuando deberíamos ponerlo en el “éxito”. Si escribes en Google imágenes “personas exitosas” verás gente con copas, con símbolos financieros, empresarios conocidos, influencers, e incluso algún político… eso te demuestra el concepto de éxito que tiene la sociedad.
En mi opinión, el “éxito” es como el gusto, cada uno tenemos el nuestro. Cuando olvidamos esto y fijamos el nuestro en las metas de otros es cuando surgen las frustraciones. Quizás es por esto que, aunque exista la “suerte”, esta no debería influir en nuestras posibilidades de triunfar, pero quizás si en fijar nuestras metas particulares, sin que sirva de escusa para intentar romperlas.
Tu enfermedad modificó nuestras metas, tanto las tuyas como las de tu madre y yo. Aunque desde fuera puedan parecer más humildes, son mucho más difíciles y trabajosas de conseguir que otras, supuestamente, más exigentes.
Todo padre pone muchas esperanzas en sus hijos, muchas de ellas basadas en sus propios sueños incumplidos y, a lo largo de la vida, los hijos irán cumpliendo o incumpliendo esas metas para orgullo o, incluso, decepción de sus progenitores. Estas surgirán porque muchas veces tendemos a proyectar en los hijos nuestras frustraciones pasadas, olvidando que ellos han de recorrer sus propios caminos y tomar sus decisiones, no para satisfacer nuestros sueños, sino para poder soñar.
Durante tus primeros años de vida tenían grandes sueños para ti, basados en cosas que me habrían gustado ser o hacer, pero a día de hoy solo me acuerdo de aquellos más sencillos, lo que me demuestra que las cosas que tienen más valor en la vida son aquellas que por su sencillez y accesibilidad no valoramos. Escaparnos a Gredos a acampar y pescar como hacía con mi padre, ir a Calderón a ver a nuestro Atleti o que jugarás al fútbol con tu primo Santiago, son cosas que siempre di por hecho, incluso en los primeros años de tu enfermedad y ahora las veo tan lejanas.
Me dijeron una vez que el éxito de un colegio no era tener la mejor nota media, era conseguir que cada alumno diera lo mejor de sí mismo y sacara la mejor nota que pudiera, fuera un 5 un 7 o un 9. Qué pena que la sociedad aún no valore el éxito de esta manera, e intente colectivizar algo que debería ser individual.
Por todo esto, mi amigo se equivocó al pensar que no triunfarías, creyendo que todos tenemos los mismos sueños y, por tanto, las mismas metas, lo que le llevó a dar a la suerte más poder del que tiene, porque si bien influye de manera determinante en nuestras vidas, no debería condicionar nuestra capacidad de triunfar, ya que cada uno con nuestro esfuerzo y sacrificio definimos nuestro éxito que es diferente al del resto.
Está claro que el mundo debería ser más justo, que todos tendríamos que tener las mismas oportunidades y que los vaivenes del destino se deberían de compensarse, pero no debemos dejar que ninguna de estas cosas nos sirva de escusa para no dar lo mejor de nosotros mismos en pos de alcanzar nuestras metas, aunque solo nosotros las veamos y valoremos. Si nos dejamos influir por los objetivos de otros, perdiendo el foco de lo que realmente somos, perderemos la capacidad de ser felices, ya que nunca estaremos satisfechos con nuestros logros por muy altos que estos sean.
No me cabe duda que has triunfado, el esfuerzo que pones cada día en levantarte y seguir viviendo tiene más mérito que cualquier otra gesta. Tu éxito no lo marcan grandes hazañas deportivas o empresariales, lo marcan cosas tan sencillas como andar, comer, sonreír o respirar. Tan sencillas que no tienen precio.
Te quiero,
Álvaro Villanueva.