17 Ene «Los profesores no están formados para entender que un niño con dificultades de aprendizaje no es que no quiera aprender».
Belén Muñiz es psicoterapeuta y terapeuta familiar y dirige el Centro de Evaluación e Intervención Educativa Corat de la Fundación Aprender.
Carlota Fominaya
Cuando a un niño se le diagnostica alguna dificultad específica de aprendizaje o algún problema en su desarrollo, con consecuencias académicas y emocionales, el foco se pone en su mejora, pero ¿qué pasa con las familias que a su vez sufren este impacto? ¿Qué espacio se les da a ellas? ¿Cómo se les trata? Lo habitual es que ese tratamiento se realice en un contexto de salud mental, no en un contexto educativo, como se hace a través del grupo multifamiliar desde el Centro de Evaluación e Intervención Educativa Corat de la Fundación Aprender que dirige Belén Muñiz, psicoterapeuta y terapeuta familiar. Muñiz es también una de las autoras del libro Grupos Multifamiliares. La terapia multifamiliar en instituciones sociales, sanitarias y educativas, un documento que acaba de presentarse y que se dirige a profesionales de cualquiera de los tres ámbitos.
¿Qué es el grupo multifamiliar?
Por desgracia, todos pasamos por momentos de gran dificultad a lo largo de la vida que son duros de afrontar. Unas veces son situaciones inesperadas (paro, enfermedad, muerte…); otras, crisis familiares o personales.
El grupo multifamiliar es un espacio terapéutico, gratuito y abierto a la comunidad, donde cualquiera puede acudir para compartir esas situaciones con otros, sin juicios, donde hay una identificación y donde es posible la reflexión.
Participar en un espacio seguro con otros que pueden estar pasando o han pasado lo mismo que tú, puede ayudar. A veces, la espontaneidad de quienes no están en la misma situación abre preguntas hacia el posible cambio de quien sufre.
En el caso de niños y adolecentes con dificultades específicas de aprendizaje y familias comparten en el grupo todo ese camino que han hecho con dichas dificultades y los estados emocionales que han ido atravesando. Esto permite que aparezcan las problemáticas de las que no se había podido hablar y que estaban por debajo de lo académico y de las tensiones familiares provocadas.
¿Cómo surge la iniciativa de trasladar la intervención del grupo multifamiliar a un contexto educativo?
Al llegar a Corat observé que a las familias no se les atendía en un contexto grupal, sino en base a unas características determinadas: familias adoptantes, duelo… Es ahí cuando surgió ofrecerlo.
Mi experiencia en intervención familiar me hizo plantearme el incorporar el grupo multifamiliar como herramienta de trabajo terapéutico y psicoeducativo porque desde ambos ámbitos es desde donde se construye una reflexión útil para quien padece.
Empezamos como un impulso para que las familias pudieran encajar el diagnóstico de las dificultades de sus hijos en edades tempranas.
¿Cómo funciona?
El Grupo Multifamiliar tiene tres normas: la no violencia, secreto de grupo o confidencialidad, y el no juicio; es decir, se puede estar de acuerdo o no con lo que otros cuentan, pero no se juzga. Esto hace del espacio un espacio seguro donde el conductor facilita el diálogo para fomentar la reflexión, con lo que otros cuentan, sobre qué les pasa a ellos mismos, también desde las diferentes opiniones.
¿Cómo se trabaja con los niños que asisten con adultos?
Los niños son activos en el grupo. Se colocan en el centro y juegan (juego libre). Aunque no lo parezca porque están jugando, no son pasivos, sino que están escuchando lo que en el grupo se está tratando y, o el conductor o cualquiera de las personas asistentes pueden preguntarle directamente ‘¿qué piensas?’. También puede ocurrir que, de repente, por ejemplo, el niño tire un juguete justo cuando la mamá está hablando de algo que le afecta. Hay que estar pendientes a sus reacciones y a su forma de comunicarse o expresarse. En muchas ocasiones, son los niños quienes preguntan a los adultos desde su espontaneidad o dan claves a los adultos para resolver situaciones difíciles. Los adultos aprenden a darles su lugar dentro del grupo.
¿Cuáles son los beneficios que el grupo multifamiliar aporta a quienes asisten?
Las mejoras son muy grandes. Conseguimos que las personas que están atrapadas en las relaciones, por miedos, por historias previas… puedan ver qué pueden hacer por ellas mismas. Por el grupo pasan madres que no podían ser mujeres, no tenían un espacio propio fuera de la maternidad… Hace poco me llamó una mamá para decirme que actualmente está viajando con sus amigas. En el contexto escolar, se consigue ver a los menores capacitados aunque haya fracaso.
Nos encontramos que, normalmente, son las madres y los padres quienes pasan las tardes haciendo los deberes o estudiando con sus hijos e hijas. Debajo de eso hay muchas más cosas que están pasando, no es solo que les preocupe que aprueben. Hay una relación fusional o una vida muy escasa de iniciativa y disfrute. Hay que hacer que los chicos se ocupen de las responsabilidades que les corresponden de acuerdo a su edad sin excusarse en las dificultades de aprendizaje que puedan tener para que madres y padres tengan su propia vida sin que eso signifique el descuido o el abandono, buscando otros recursos para afrontar las dificultades o problemas.
En la adolescencia logramos, por ejemplo, reducir mucho la tensión y la violencia en las relaciones familiares. Cuando lo escolar no está tanto, es decir, hay fracaso pero sobre todo incomprensión por su actitud (‘lo veo agobiado’, ‘me habla mal’) u otras cuestiones que florecen, en el grupo se ve en qué momento evolutivo está el chico, en qué momento personal estás tú como madre o padre y qué puedes hacer que no hayas hecho para que las tensiones disminuyan.
Entre iguales o con la familia hay relaciones de sometimiento y de poder. Si hablamos de acoso escolar, si el niño puede gestionar el conflicto o el papá o la mamá pueden tratar el conflicto con él, le están dando un lugar y eso se va a trasladar a la vida escolar, pero si no le ayudan a que tenga su propio criterio, aunque sea muy distinto al mío, le va a resultar muy difícil limitar al otro.
En ese sentido, el grupo es muy preventivo también. Asimismo, puede ser el puente para aquellos que necesitan una atención psicoterapéutica individualizada.
En el capítulo 13 del libro, titulado El grupo multifamiliar en un centro escolar, explicas que los adultos no escuchamos a los niños porque «ni tenemos tiempo ni estamos preparados para escucharlos ni posibilitar la palabra», algo que es muy necesario…
Sí. Lo es porque necesitan expresarse, pero necesitan hacerlo en un espacio seguro, sin ser invadidos, sino acogidos por el adulto, para tratar su sufrimiento, dándoles su lugar. Y es que actualmente, en la escuela, no se considera al niño, sino que existen otras prioridades como impartir todo el temario a tiempo.
Además, los maestros y profesores no están formados para entender que un niño con dificultades de aprendizaje no es que no quiera aprender, es que no puede hacerlo de la manera que le están enseñando. Tampoco tienen tiempo para atenderles como deberían desde sus particularidades y no de manera general. Cada persona es única y no todas aprendemos de la misma manera. Por eso, en Fundación Aprender apostamos por las metodologías activas de colegio como modelo Helix de Brotmadrid y Jara que sitúan al niño en el centro haciéndole partícipe de su propio aprendizaje, desde la motivación, desde la ilusión, respetando el ritmo de cada uno.
Nos preocupamos por su completo desarrollo, no solo cognitivo, sino también físico, emocional y social, a través de una mirada integral considerando lo que llamamos las 4C: cerebro, cuerpo, corazón y contexto. Esta mirada es, asimismo, la que aplicamos en los programas de intervención con niños, adolescentes y jóvenes de nuestro Centro de Evaluación e Intervención educativa Corat.