03 Ene Sexta ola en las residencias: la vacuna protege a los ancianos de la enfermedad grave y la muerte pese al alza de casos.
Los centros registran un 56% más de positivos en una semana, pero la tercera dosis frena el peor rostro de la covid. Los directores temen el impacto asistencial de las bajas del personal por el virus.
Jessica Mouzo
La explosión de la sexta ola ha sacudido España y las residencias de ancianos tampoco se libran del nuevo envite del virus, atenuado por el efecto de las vacunas. Los contagios semanales en los centros de mayores, cuya situación en nada se parece a la vivida en los momentos más críticos de la pandemia, se han disparado y, entre el 13 y el 19 de diciembre, última semana de la que el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) ha reportado datos, se notificaron 613 contagios en 195 residencias, un 56% más que los registrados la semana anterior. En apenas un mes, los contagios casi se han cuadruplicado: entre el 15 y el 21 de noviembre, solo se comunicaron 160 infecciones en 42 centros. El crecimiento de contagios observado en la población general es muy similar en la misma semana de diciembre, cuando subieron un 60%. Pero si se comparan los datos de ese mes entre las residencias y el resto de España, el alza fue más acusada: se multiplicaron por ocho entre la población, dos veces más que en los centros.
Los expertos consultados señalan que, si bien el virus ha vuelto a entrar en los hogares de mayores, el impacto es menor que otras olas gracias a la protección de las terceras dosis —los ancianos de residencias fueron los primeros en recibirlas en septiembre— y a las medidas severas de control que pesan aún sobre este sector. Con todo, los directores contienen el aliento ante la explosión de casos en la calle: su mayor temor ahora es el impacto de las bajas del personal por covid, que puede poner en jaque el servicio asistencial. La semana pasada, más de 1.400 trabajadores de residencias se infectaron, la cifra semanal más alta desde la tercera ola.
El virus ha empezado a colarse de nuevo en las residencias de ancianos. Desde el inicio de la pandemia, un tercio de las 300.000 personas que viven en centros de mayores se han infectado y las comunidades han reportado más de 30.000 fallecidos con covid confirmado o síntomas compatibles con la enfermedad. Ola tras ola, las residencias han vuelto a sufrir el envite del coronavirus, pero esta vez la virulencia es menor a la de otras ocasiones, aseguran todas las voces consultadas. Al menos, por ahora. La mayoría son casos leves o con pocos síntomas, explica Susana Ruiz, presidenta de la Federación Lares en La Rioja y directora del centro de mayores más grande de Logroño: “Las vacunas han hecho ese trabajo que venían a hacer: que el impacto en los mayores fuese menor. No estamos viviendo tanta incidencia ni tanta letalidad. Si se contagian, lo pasan de forma leve”.
La curva de fallecidos, de hecho, aumenta, pero poco a poco: entre el 13 y el 19 de diciembre se reportaron 29 muertes, mientras que en la anterior fueron 24 y la primera de diciembre, 17. Fuentes del Imserso constatan que hay “cierta calma” en los centros porque se aprecia que la gravedad se mantiene baja. Si bien la letalidad global desde el inicio de la pandemia en las residencias fue del 19%, el porcentaje de fallecidos entre los contagiados en el periodo actual (a partir de marzo, cuando empezaron a hacer efecto las vacunas) cayó al 9,3%.
La vacunación es clave, coinciden los expertos. Los ancianos de residencias fueron los primeros en recibir la vacuna el pasado enero y también han sido pioneros en estrenar la tercera dosis en septiembre. Los estudios del Ministerio de Sanidad constataron en abril que la efectividad de la vacuna en centros de mayores era de entre el 81% y el 88%, se evitaron infecciones asintomáticas y se previno hasta un 71% la hospitalización y un 82% las muertes. Sin embargo, el efecto protector de las vacunas decae con el tiempo y por eso era preciso otra inyección adicional: un informe de Sanidad de octubre reportó una posible “pérdida de la inmunidad con el tiempo desde la vacunación” porque, si bien la efectividad de los vacunados en mayo se situaba en el 96%, en los ancianos pinchados en marzo la efectividad caía al 58%, 64%, 65% y 77%, frente a la infección, la infección sintomática, la hospitalización y la defunción, respectivamente.
Las dosis adicionales comenzaron a administrarse en septiembre y, según Sanidad, a fecha de este miércoles, el 87,3% de los mayores de 70 años en España han recibido el pinchazo. El efecto de la tercera dosis, de hecho, ya se empieza a notar y el último informe de efectividad vacunal del ministerio apunta que la protección se mantiene sobre el 86% y “ya parece observarse el efecto beneficioso de la dosis de recuerdo a partir del mes de octubre”, recoge el estudio. También se ha acelerado la vacunación entre el personal de residencias y, aunque Sanidad no da datos sobre los pinchazos a este colectivo específico, Cinta Pascual, presidenta de la patrona Ceaps (Círculo Empresarial de Atención a las Personas), asegura que el 50% ya ha recibido la tercera dosis e incluso en las comunidades que iban más rezagadas con las inyecciones a este colectivo ya han acelerado los pinchazos.
De puertas adentro de las residencias, se ha instalado la cautela, apunta Pascual: “A nivel de miedo, cuando hemos sufrido lo que hemos sufrido, si nos dicen que viene el lobo [por la sexta ola], vemos 100 lobos. Pero ahora nos sentimos protegidos”. En los últimos meses, las medidas de control en los centros se han relajado y se han flexibilizado las restricciones de visitas y salidas, pero siguen siendo rígidas respecto a las que hay en la calle y eso ha ayudado a contener la circulación del virus. Cada comunidad marca sus propios protocolos, pero la mayoría coinciden en las medidas: hacen cribados periódicos a sus profesionales, se intensifican las medidas de protección cuando van familiares —mascarilla siempre, mejor salidas al aire libre, higiene de manos, ventilación en los centros—, se solicita el pasaporte covid a las visitas y se sectorizan las residencias cuando hay un positivo. “La vuelta total a la normalidad no la hemos tenido nunca. Las visitas, por ejemplo, siempre han sido con cita previa”, apunta Ruiz.
No se puede bajar la guardia, advierte Iñaki Antón, portavoz de la Asociación Catalana de Directores de Centros y Servicios de Atención a la Dependencia Gerontológica (Ascad). “La tercera dosis aminora la mortalidad y la gravedad de la enfermedad, pero también fallece gente que tiene las tres vacunas porque son personas muy frágiles”, apunta. En la residencia que dirige en el municipio barcelonés de Polinyà, se murió una anciana hace pocos días contagiada por un familiar y también se infectó otra más: “Dada la situación que hay en el entorno, la sensación es de preocupación. Hay que establecer barreras y controles internos porque esta variante se extiende de forma rápida. Las vacunas nos atenúan el impacto, pero no al 100%”.
Temor por las bajas laborales
El temor de los directores de los centros sanitarios, con todo, no está solo en los residentes, sino también en los trabajadores. En las bajas laborales por la explosión de contagios entre el personal. Desde hace tres semanas hay más contagios de profesionales que de ancianos. “Rara es la residencia”, dice Antón, que no tiene algún profesional contagiado: “Si crecen los casos entre trabajadores, corremos el riesgo de desatención. Es un peligro real”.
No hay tanta bolsa de trabajo en el mercado para sustituir las bajas y la operativa del reemplazo se complica, apunta Vicente Botella, presidente de la patronal catalana de pequeñas residencias (Upimir): “Además de la sobrecarga de trabajo, si se van cinco trabajadores y tienen que venir nuevos todos, estos no conocen a los residentes, no tienen trato con ellos y eso deteriora la atención”. Jesús Cubero, presidente de la patronal del sector Aeste, asegura que han pedido a las autoridades sanitarias que, en previsión de que crezcan los contagios, “se habilite la contratación como trabajadores de gente que no tiene la titulación”, una medida que ya se tomó en la primera ola ante el aluvión de bajas, también con profesionales sanitarios en los hospitales. Fuentes del Imserso señalan, no obstante, que no es una demanda generalizada y no la ven “oportuna”. Al menos, por ahora. Aunque comparten el temor ante el auge de positivos entre los profesionales: “La cuestión es proteger al personal de cuidados porque la mayor preocupación está en mantener la continuidad asistencial”
De cara a las fiestas navideñas, tiempo de más riesgo por la confluencia de la explosión de contagios con una mayor interacción social y familiar, la mayoría de autonomías no han endurecido las restricciones. En Castilla y León, por ejemplo, sí se pide que los residentes dispongan de una prueba diagnóstica antes de entrar al centro si van a pasar las Navidades con su familia. Madrid también comparte esta recomendación y pide limitar las actividades navideñas si implica que otras personas ajenas al centro tengan que acudir hasta allí e intensificación de los cribados (eran quincenales y ahora recomiendan una prueba semanal a los trabajadores vacunados y dos o tres pruebas cada siete días a los no vacunados). Varias autonomías piden el pasaporte vacunal para acceder a los centros, como Aragón, Navarra, La Rioja y Andalucía.
Botella apunta que “la mayoría de los familiares está cumpliendo a rajatabla con las medidas de protección”, pero admite que, en el contexto epidémico actual, teme las salidas prolongadas: “Lo que nos da miedo es que ahora se los quieran llevar a dormir a casa tres días. No es una comida, son varias comidas con burbujas diferentes y eso es un riesgo”. Pascual coincide en que, si bien siempre ha sido “amante de que cada oveja estuviese en su corral en Navidad”, ahora pide cautela: “Queremos facilitar al máximo que nuestros mayores se vean, que tengan visitas de Navidad, pero con mucha precaución”. En los centros, además, se suelen hacer actividades navideñas por estas fechas y celebrar comidas especiales los días festivos para las personas que se quedan.
Las familias rechazan más limitaciones y tampoco las autoridades van en esta línea. Fuentes del Imserso admiten que son “poco partidarios” de incrementar las restricciones: “Hay que hacer las cosas con seguridad, con tino, con calma, pero no afectar a derechos fundamentales de los residentes”. María José Carcelén, portavoz de la plataforma de familiares de residencias 5+1, apunta que hay muchas cosas por mejorar, “como que se cumpla la sectorización y que no dejen entrar a voluntarios o estudiantes no vacunados”. Otro confinamiento es intolerable, denuncia: “Otro encierro puede ser demoledor y no lo vamos a permitir. Si nos confinan, que nos confinen a todos, pero nos preocupa que lo hagan solo con ellos, que los discriminen por su edad y el lugar de residencia”, protesta. Una queja con la que coincide Miguel Vázquez, presidente de la Plataforma Dignidad a las Personas de Residencias: “Tenemos miedo de que los vuelvan a aislar porque eso sería hundirlos en la miseria”.