15 Sep Demasiadas barreras para los estudiantes con discapacidad.
Las personas con alguna desventaja física o intelectual todavía afrontan grandes obstáculos para acceder a la universidad.
Adrián Cordellat
Un total de 23.851 personas con discapacidad estudiaron en las universidades españolas en el curso académico 2020-2021, lo que supuso un incremento de más de 1.000 estudiantes respecto al curso anterior y casi duplicar las cifras de hace una década. Sin embargo, pese a ese importante incremento numérico, los alumnos con discapacidad en los estudios de grado apenas representan el 1,5% del total.
“Si tenemos en cuenta que más o menos el 6% de la población tiene alguna discapacidad, que en la universidad ese porcentaje baje al 1,5% demuestra todas las dificultades que tienen para acceder a los estudios universitarios”, afirma José Luis Aedo, presidente de la Comisión de Educación del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), que, no obstante, reconoce que la situación de las personas con discapacidad “ha mejorado considerablemente” desde que las universidades españolas empezaron a crear servicios de atención a la discapacidad.
En el mismo sentido se pronuncia Ángela Alcalá Arellano, vicerrectora de estudiantes y empleo de la Universidad de Zaragoza y secretaria ejecutiva de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), para quien los servicios de atención a la discapacidad están detrás del incremento del número de estudiantes con discapacidad que llegan a las universidades, pero sobre todo de su mejor atención. “Hemos ido avanzando mucho, sobre todo a la hora de realizar las adaptaciones que necesitan estos estudiantes”, explica la portavoz, para quien la infrarrepresentación de la discapacidad en la formación universitaria es una consecuencia de lo que ocurre en etapas educativas anteriores: “Al final nosotros recibimos lo que hay en las etapas educativas anteriores y el problema es que muchas veces no nos llegan estudiantes. En el curso 2017-2018, por ejemplo, los estudiantes con discapacidad apenas representaban el 2% en la ESO, bajando el porcentaje en bachillerato hasta un 0,6%”.
El argumento lo secundan desde el CERMI. Para José Luis Aedo, la universidad sí ha asumido su responsabilidad para que las personas con discapacidad tengan la posibilidad de estudiar en sus centros, pero el problema es que en la educación obligatoria “no se cree y no se incluye a la persona con discapacidad. Y si no titulan en educación secundaria, es imposible que lleguen a niveles superiores”.
Tendencia que se perpetúa
Según Sonia Viñas, directora de la Fundación Universia, esta es una tendencia que se perpetúa en el tiempo. También en la universidad. De hecho, la proporción de estudiantes con discapacidad se reduce a medida que avanza el nivel formativo: 1,5% en grado, 1% en posgrado y máster, y 0,8% en doctorado. “Esto es muy significativo, porque, en general, a mayor formación y especialización, mejor desarrollo. Además, en el caso del doctorado hablamos de la antesala a la docencia universitaria, lo que es especialmente relevante. Para conseguir una educación inclusiva completa necesitamos también que existan profesores con discapacidad que sirvan como referentes”, argumenta.
Según datos del quinto estudio Universidad y discapacidad, presentado por la Fundación Universia en abril de 2021, el 20,7% de los estudiantes con discapacidad afirma haberse sentido discriminado en alguna ocasión a lo largo de sus estudios universitarios, la mayoría por algún tipo de problema con el profesorado o de accesibilidad (barreras arquitectónicas, falta de adaptación curricular y de exámenes…).
“Estas cifras mejoran año a año, pero sigue habiendo margen de mejora todavía”, afirma Viñas, que añade que estos asuntos son conocidos por las instituciones universitarias: “Casi todas ellas están elaborando planes de acción, tanto en relación con la evaluación y desarrollo de planes de accesibilidad universal y diseño para todos como en relación con planes de formación específica para profesores para mejorar su conocimiento respecto a la realidad de los estudiantes con discapacidad”.
“Tenemos que mejorar, eso es cierto”, reconocen por su parte desde la CRUE. En ese sentido, Alcalá Arellano pide a los estudiantes que se pongan en contacto con los servicios de atención a la discapacidad de sus universidades, para indicar qué profesores no siguen o respetan sus adaptaciones, o para denunciar los problemas de accesibilidad que se puedan encontrar.
Para el CERMI, la formación del profesorado “es clave” para que los docentes acepten las dificultades y adaptaciones que pueda precisar una persona con discapacidad. “Muchas veces es algo tan sencillo como facilitar unos apuntes antes de la clase para que esa persona pueda organizársela”, asegura su portavoz, antes de destacar la importancia de que tanto los centros como los profesores interioricen la necesidad de que las personas con discapacidad deben tener los recursos que necesitan para acceder a la educación universitaria en igualdad de oportunidades.