15 Mar Las secuelas psicológicas del confinamiento en los adolescentes, 365 días después.
Los jóvenes son más agresivos, comen peor, fuman más, ayudan menos en las tareas de casa y tienen peores respuestas hacia sus padres un año después del inicio de la pandemia.
S.F
La entidad Amalgama7, especializada en la atención terapéutica y educativa para adolescentes, jóvenes y sus familias, ha analizado con detalle las secuelas provocadas por la reclusión y las restricciones, 365 días después desde el inicio de la pandemia del Covid-19, tras llevar a cabo en colaboración con la Fundación Portal, entidad social sin ánimo de lucro de ámbito estatal dedicada a la atención de adolescentes afectados por patología dual y sus familias, un exhaustivo estudio sobre los comportamientos de los jóvenes y sus familias durante el confinamiento en España.
El estudio, de carácter aleatorio con respecto a la procedencia de los padres y madres encuestados, se ha desarrollado en todas las comunidades autónomas de España Se han entrevistado a 1.500 madres y padres de adolescentes y jóvenes de entre 14 y 18 años. La investigación, de carácter longitudinal, explora determinados comportamientos de los adolescentes en época de preconfinamiento, durante el confinamiento y en la etapa posterior, desde el postconfinamiento y hasta la actualidad.
El estudio, dirigido por el doctor Jordi Royo y Isach, director clínico de Amalgama7, explora las conductas de los adolescentes con respecto a:
1. Aislamiento (encerrarse en su habitación y poca comunicación).
2. Colaboración en tareas domésticas.
3. Cumplimiento de las tareas escolares.
4. Malas contestaciones respecto a padres.
5. Insultos hacia los padres.
6. Respuestas de agresión física hacia los padres.
7. Hábitos alimentarios.
8. Consumo de tabaco.
9. Consumo de alcohol.
10. Consumo de derivados del cannabis (marihuana, hachís…).
Análisis de los malos resultados obtenidos
El doctor Jordi Royo Isach, psicólogo clínico, experto en atención terapéutica a adolescentes, director clínico de Amalgama7 y responsable del estudio, indica a partir de las conclusiones extraídas que: «Era de esperar que los comportamientos en los adolescentes empeoraran después del confinamiento debido a la situación tan estresante que se nos presentó a todos a partir de marzo del 2020, que entremezclaba la incertidumbre por el futuro, el miedo a lo desconocido, la sobreinformación constante y, por supuesto, el propio desasosiego para no contraer el virus del Covid-19; todo junto, una bomba de relojería en pocos metros cuadrados».
En un estudio publicado con anterioridad por Amalgama7, donde se preguntaba por el clima familiar, se evidenciaba que más del 50% de familias que convivían con adolescentes de edades comprendidas entre los 14 y 18 años reconocían haberlo pasado «muy mal» durante la etapa del confinamiento, a la vez que destacaban las pocas herramientas que tienen a su alcance para hacer frente a según que situaciones de malestar familiar. Ante este hecho el Dr. Jordi Royo manifiesta que: «Los padres ante la situación de desbordamiento global que estaba sufriendo la sociedad tendieron a ser más permisivos, porque nadie les dio pautas adecuadas para hacer más llevadero el tiempo de encierro. Acusar a los padres de los comportamientos de los hijos, por otro lado, es erróneo, ya que tendemos a infantilizar a los adolescentes que, en su mayoría, son muy conscientes de los errores que cometen. Un chico de 16 años sabe perfectamente que algunos de los deberes que tiene es recoger su habitación, poner la mesa, recoger, ducharse diariamente, etc. y por supuesto sabe que estar más tiempo de lo permitido jugando con las pantallas no es adecuado».
U na de las secuelas que más condiciona en la actualidad a los padres con hijos e hijas adolescentes es el tema del aislamiento. Si bien durante esta etapa de la vida, es normal que los propios chicos y chicas busquen su propio espacio, normalmente en su habitación, para poder establecer su independencia respecto al resto de miembros de la familia, también hay tics que nos indican que alguna cosa no está funcionamiento correctamente. ¿Qué ocurre cuando este aislamiento es extremo?; ¿Qué ocurre cuando apenas quiere salir de su habitación, cuando no quiere comer con el resto de la familia o cuando ni siquiera cuida de su higiene personal? Ante este hecho, el director clínico de Amalgama7 manifiesta: «Cuando tenemos a un chico o una chica que presenta estos comportamientos durante al menos seis meses, los especialistas consideramos que puede tratarse de un trastorno psicopatológico y, desgraciadamente, la tendencia de la situación actual va a provocar un crecimiento considerable de este comportamiento. En estos casos, los padres y madres deben ser conscientes de la gravedad del problema y pedir ayuda lo antes posible, seguramente al hecho del aislamiento se le sume otro problema como la adicción a las pantallas y esta adicción debe tratarse como el resto de ellas, con un proceso de deshabituación que, en su mayoría, pasa por el ingreso residencial».
Tareas domésticas
Hacer la cama, recoger el pijama y doblarlo, poner y quitar la mesa, barrer, dejar la ropa en la cesta de las prendas sucias… son pequeñas labores del hogar que todos los miembros de una familia deben realizar día a día. Durante el confinamiento, estas responsabilidades se flexibilizaron hasta el punto de que, en la actualidad, el 52% de adolescentes no colabora, es decir uno de cada dos. ¿Deben los padres reñir a los hijos/as hasta la saciedad para que ayuden o por el contrario dejar que tengan su habitación sucia puede ser un aspecto beneficioso para que, a largo plazo, entiendan el valor de ayudar? El doctor Jordi Royo apunta que: «Ser miembro de una familia implica una serie de deberes y derechos, entre estos últimos está el de recibir alimento suficiente, disponer de un espacio para descansar por las noches, estar provisto de ropa y calzado, el derecho a estar escolarizado hasta los 16 años, el derecho a la sanidad, etc… pero también hay deberes que se deben respetar y que están descritos en el artículo 155 del Código Civil donde se dispone que los hijos tienen que obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad y respetarles siempre; así como contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al mantenimiento de las cargas de la familia mientras convivan con ella. Como consecuencia, si exigen sus derechos, deben cumplir también con sus obligaciones. Ser laxos con esta ecuación les proporcionará excusa para exigir permisividad también en otros temas importantes».
Malas contestaciones/insultos
Según el director clínico de Amalgama7, los insultos pueden dividirse en tres categorías: leve, cuando estos no son intencionados sino básicamente reactivos, como serían los típicos ‘no me taladres’ ‘tonto’ o ‘capullo’; en una segunda categoría se encontrarían los insultos moderados, es decir los que básicamente tienen como principal intencionalidad la de herir al padre o a la madre como sería el caso de ‘gilipollas’, ‘cabrón’ o ‘hijo de puta’; y en un tercer apartado se clasifican los insultos agudos o graves que no sólo tienen la intención de herir, sino que suelen incluir la amenaza o un deseo de infringir más dolor, como es el caso de, ‘te jodes, no haberme tenido’ u ‘ojalá te mueras’. Los especialistas de Amalgama7 y Fundación Portal coinciden en que si un padre o madre deja pasar a sus hijos el insulto de nivel leve está, sin pretenderlo, dándole pie a que progrese al segundo nivel, y a su vez, posicionándolo de una forma más cercana al tercer estadio, donde la violencia filio-parental psicológica puede progresar, con los insultos graves, hacia la agresión física.
Hábitos alimentarios
Durante la etapa de confinamiento, los hogares españoles vivieron un proceso de cambios alimentarios poco saludables según refleja un estudio de laSociedad Española de Obesidad (SEEDO) donde se revela que: un 18% de la población reconocía que su forma de comer había sido picotear continuamente (tasa que asciende hasta el 44% en jóvenes de 18-24 y hasta el 70% en personas sin ingresos); y el 56% de la población admitía que comía más de 3 veces al día durante el confinamiento. Se reconocía, mayoritariamente, un especial incremento en el consumo de bebidas alcohólicas (un 45% en la población general y un 55% entre los obesos) y de productos de bollería (un 46,7% en la población general y un 55,8% en los obesos). Más de un 40% de los encuestados declaraba haber tenido más sensación de hambre durante el confinamiento, siendo la ansiedad, seguida del aburrimiento, el principal motivo de este incremento de apetito.
El estudio de Amalgama7 refuerza estos resultados en los que se observa que en la actualidad el 52% de chicas reconoce tener malos hábitos alimentarios como los descritos anteriormente. ¿Qué se debe hacer en estos casos? «Establecer unos criterios sanos de alimentación y llevarlos a cabo escrupulosamente. No hay otra opción que volver a trazar una dieta saludable para todos los miembros y retirar bollería, azucares, calorías sin nutrientes, bebidas gaseosas, etc… Sin embargo, para que esto funcione todos los miembros de la familia deben implicarse en esta rutina sana de alimentación. Como en todo, si una persona utiliza su propio criterio rompe el objetivo de grupo familiar que en este caso es mantener una alimentación sana», relata el doctor Jordi Royo Isach.
Consumo de tabaco/alcohol/cánnabis
Respecto al consumo de sustancias como tabaco, alcohol y derivados del cannabis, el doctor Jordi Royo manifiesta que cuanto más conocimiento se tenga de las substancias que el adolescente consume, más fácil será poder actuar, en el caso que fuese necesario.
«Cuando un chico o chica se fuma diariamente “el porro de buenas noches” (el de antes de ir a dormir), los terapeutas ya sabemos que ese chico ha desarrollado una dependencia a los derivados del cánnabis, (hachís, marihuana…) . El porro que se fuma con la intención de poder dormir ya ha cambiado el ritmo circadiano del sueño y en el organismo actúa similarmente a otros principios activos como por ejemplo las benzodiacepinas (diazepam, lorazepam, alprazolam, bromazepam, zolpidem…), que tienen una acción rápida en los trastornos de ansiedad e insomnio y que provocan dependencia si se prolonga su consumo en el tiempo. Buscar ayuda terapéutica en este momento puede ser decisivo para un tratamiento de deshabituación con más probabilidades de éxito en la posterior reinserción familiar, académica, y social».
Por último, el director clínico de Amalgama7, incide en la importancia que los padres/madres tengan tolerancia 0 hacia las agresiones filioparentales. Ante el primer signo de violencia conviene buscar ayuda, desde profesionales de la salud hasta fuerzas de seguridad o jurídicas Esconderlo contribuye a que el adolescente no tome conciencia de que el maltrato es un delito y, por lo tanto, se encuentre en la convicción de que puede salir impune de estas agresiones.