02 Dic “El distanciamiento social es duro para los niños. Necesitan abrazos. Y esto, a la larga, podría afectar a su salud mental”.
José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo clínico y docente, explica cómo afecta esta situación de pandemia a los más pequeños y qué podemos hacer los padres o cuidadores.
Ana M. Longo
El instinto de apegarse es tan necesario como lo pueden ser las necesidades de reproducción o alimentación. Todas las personas necesitamos vincularnos unas con otras para poder encontrar apoyo, seguridad y calma emocional. “Los niños dependen de los adultos para su supervivencia, así pues, necesitan apegarse al menos uno que satisfaga sus necesidades tanto físicas como afectivas. El apego se activa especialmente, en situaciones de peligro o amenaza. Es ahí cuando el menor busca al cuidador para encontrar en él seguridad. Cuando sobreviene la amenaza, el cerebro del niño segrega la hormona del cortisol [producida por la glándula suprarrenal y se libera como respuesta al estrés], pero cuando el adulto le coge en brazos, le habla con palabras suaves y le calma, el cortisol desciende a niveles normales”. Estas palabras son de José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo clínico, docente y coordinador del Postgrado en Traumaterapia infantil-sistémica de Jorge Barudy y Maryorie Dantagnan en San Sebastián. Con su blog de la Red Apega de profesionales y dirigido por él Buenos tratos pretende “informar, y ofrecer recursos a profesionales y familias que atienden o tienen niños y adolescentes que han vivido duras historias de vida”. Gonzalo Marrodán explica cómo afecta esta situación de pandemia a la salud mental de los más pequeños y qué podemos hacer los padres o cuidadores.
PREGUNTA. ¿Cómo responden los niños ante un virus como lo es este, desde el punto de vista del apego?
RESPUESTA. Hiperactivándolo, es decir, buscan y necesitan mucho más a los cuidadores, porque la atmósfera es de miedo y amenaza. Hemos de entender como normal en un escenario de este tipo, que los niños necesiten y busquen la conexión emocional con sus padres o cuidadores y la cercanía afectiva y seguridad. Cada uno lo hace desde sus estrategias, hay que aprender a codificarlas, a leerlas. Los niños lo hacen a través de su conducta (incluso de la conducta negativa). Las conductas que molestan al adulto (o al contrario, el chico que se aísla), las llamadas de atención…, en realidad, son sus intentos de comunicarnos que necesitan conexión emocional. Algo pasa.
P. Ante el impuesto distanciamiento social, ¿qué otras formas de conexión pueden darse?
R. Estamos manteniendo la distancia social para no contagiarnos. Las medidas, aunque necesarias, son muy duras para los niños porque estos dependen (más cuanto más pequeños son), del contacto físico y cercanía de los adultos y en especial de los padres, para regularse emocionalmente. Necesitan los abrazos y besos para alimentar su cerebro. No se descarta que, a la larga, puedan desarrollar trastornos emocionales y del estado de ánimo. Debemos hacer un esfuerzo los adultos con los niños, para que nos noten cerca. Podemos dar calidez con la voz y mantener el contacto ocular, haciéndoles notar que estamos a su lado.
P. ¿Cómo pueden los adultos cuidar la salud mental de los niños?
R. El factor evitable más relacionado con la posibilidad de desarrollar trastornos mentales es el abuso sexual, maltrato, el abandono y la negligencia afectiva, sobre todo cuando se produce por parte de seres que dicen que te quieren o se supone que te tienen que querer. Esto es una paradoja mental inasumible para la mente infantil. Una forma de proteger su salud mental es precisamente dispensarles buenos tratos, alimentar sus necesidades emocionales y de vinculación afectiva, porque de esto depende el desarrollo sano de los niños. Un psiquiatra llamado Daniel J. Siegel dice que si quieres que crezca su cerebro (el del niño), alimenta su corazón.
P. ¿Qué puede decir de los “buenos tratos” en los niños, título del blog de la Red Apega de profesionales y concepto que usted y dicha red, tanto promulgan y defienden?
R. Los buenos tratos incluyen además de afecto y amor, el que los padres sean capaces de poner reglas y límites y saberlos mantener, como dice la psicóloga Maryorie Dantagnan, con autoridad calmada, con congruencia y siendo consecuentes a sus conductas respetuosas (hay que abolir la torta y el azote, aún perviven) que enseñen a los niños. Padres que se encuentren emocionalmente desregulados, pueden pedir ayuda profesional para afrontar la crianza de sus hijos. De los buenos tratos depende que el cerebro del niño se desarrolle de manera organizada y autorregulada, lo dicen expertos como Jorge Barudy y Rafael Benito, psiquiatras especializados en apego y neurodesarrollo.
P. ¿De qué depende que un niño esté bien atendido?
R. Para que los padres puedan cuidar a sus hijos satisfactoriamente estos deben cuidarse primero. Dedicar tiempo a satisfacer sus necesidades para que luego ellos estén en condiciones de regular a sus hijos. También deben vigilar su propia salud mental porque esta situación prolongada, con confinamientos y aislamiento social, puede afectarles mucho. Estando mal los padres, no empatizan ni ven las necesidades de sus hijos. En casos severos puede caerse en situaciones de maltrato y negligencia.
El ejemplo del empoderamiento
P. ¿Qué recomendaciones daría a los padres para tratar con sus hijos en estos convulsos momentos?
R. Para un niño no hay nada mejor que un adulto firme, cálido y que le trasmita empoderamiento:
- Cuidarse los adultos cuidadores: Que sepan cómo calmarse y sus hijos les vean como lugares seguros. Podemos usar la metáfora del avión: Antes de dar al niño la máscara de oxígeno, tenemos que ponérnosla nosotros como cuidadores o padres.
- Rituales y costumbres: Tener diariamente unos hábitos de higiene, orden, alimentación, ejercicio físico, ir a clase (o hacerlo online en el caso de familias confinadas) y hacer los deberes y actividades lúdicas en familia. Los padres deben acompañarles. Una rutina fija les dará seguridad.
- Dar información real sobre lo que pasa (y pregunten): Está adaptada a su nivel de comprensión. Pero el cómo se lo digamos a los niños, es más importante que lo qué les digamos. Hablar sobre lo que les dé miedo, angustie de la pandemia (como el temor a la muerte), sobre lo que viven a diario…, interesarnos por su mundo afectivo y vivencias internas, ¡no solo por su conducta y estudios! Así el niño desarrollará la expectativa de que sus padres son sensibles y receptivos a sus problemas personales.
P. Como dice, el niño necesita sentir cercanía en los adultos que le acompañan a todos los niveles, ¿qué se puede hacer?
R. Esto es trabajo y búsqueda de nuevas formas para que los niños sientan apoyo y ayuda. El psicólogo Allan Schore había alertado antes de la pandemia de lo negativo que es para los niños que sus padres estén físicamente presentes, pero emocionalmente ausentes y le llama “el abandono próximo” Una nueva manera de comunicarse que ya existe y que hemos de reforzar es el lenguaje de la gestualidad. Debemos leer muchos cuentos a los niños, pues contienen metáforas que van directas además a su hemisferio derecho del cerebro (que entiende de imágenes y metáforas) y les permiten crecer y empoderarse.