¿Por qué nos duele todo al levantarnos de la cama aunque hagamos ejercicio?.

¿Por qué nos duele todo al levantarnos de la cama aunque hagamos ejercicio?.

Solía decirse que «a los 60, si no te duele nada es que estás muerto».

Quien dice 60, podría decir 40 porque, aunque nos cueste reconocerlo, a partir de cierta edad son pocos los que consiguen levantarse de la cama sin que alguna parte de su anatomía les recuerde que su estilo de vida no es, precisamente, el más adecuado.

¿Por qué, en lugar de «dando un salto mortal», nos levantamos de la cama como ‘robocops’ y necesitamos unos minutos (largos) para enderezarnos y ‘calentar’ nuestros músculos y articulaciones? ¿Por qué nos duele todo?

«Existen varias hipótesis que pueden explicar este fenómeno. A medida que nos hacemos más mayores aumenta el grado sistémico de inflamación (disminución sistema inmune, estrés oxidativo…). Además de la edad, cuando existe una alteración hormonal debido al estrés, la falta de sueño, las malas posturas al dormir, el tener alimentación inadecuada se favorece la aparición de más biomarcadores de inflamación y, por tanto, se percibe más dolor al levantarnos», explica César Collazo García, licenciado en Ciencias de Actividad Física y el Deporte (colegiado 55093).

Otro factor que podría influir es «el grado de artrosis asociada a la edad en los tejidos que generan síntomas». Ni que decir tiene que el sedentarismo es el mejor aliado de un cuerpo anquilosado pero, ojo, «porque un exceso o una incorrecta planificación del ejercicio también pueden generar que tengamos dolor matutino en algún momento puntual de nuestras vidas».

En cualquier caso, Collazo García recalca que «en su justa medida, todo entrenamiento es bueno; siempre será mejor hacerlo (aunque no sea perfecto) que no hacerlo».

Para que no se produzca dolor, el factor más importante es «la progresión y la exposición gradual al entrenamiento (tolerancia)». Factores como el tipo de actividad, la frecuencia, el volumen, la intensidad o la duración son claves que determinan que «un entrenamiento pase de ser adecuado a dañino para nuestro organismo».

A largo plazo, es indudable que un ejercicio físico personalizado y bien planificado por un profesional cualificado desempeñará «un papel fundamental en la disminución del dolor inflamatorio y el daño tisular». Para conseguir este efecto antiinflamatorio, es imprescindible «adaptarlo a nuestras características artromusculares, a nuestros objetivos y necesidades».

¿VALE PARA ALGO LA SUPLEMENTACIÓN?

¿Qué parte de culpa tiene el desgaste de las articulaciones? «Es fundamental entender la paradoja ‘dolor, no implica daño en los tejidos’. Existen muchas personas asintomáticas (sin dolor) con anormalidades y degeneración en los tejidos. Ambos conceptos no están tan íntimamente relacionados como parece».

Nos guste o no, debemos entender la artrosis y la degeneración de los tejidos como una parte normal del envejecimiento. «Esta degeneración sucede en el cuerpo al igual que salen las arrugas en la frente o el pelo se vuelve gris cuando nos vamos haciendo mayores».

La existencia o no de dolor siempre va a depender de «cómo el sistema nervioso perciba el envejecimiento normal del cuerpo y no tanto del desgaste articular».

Los factores psicológicos, el estrés el insomnio, el tipo de alimentación son, según explica, «más responsables del dolor que la propia degeneración articular».

¿Qué podemos hacer para evitarlo? «La mejor medicina para el dolor se llama ‘ejercitina‘; es apta para todas las edades, sus efectos secundarios son asombrosos ya que mejora la calidad de vida, reduce el estrés, combate el insomnio, etc. Se puede administrar en pequeñas dosis (sin pasarse de la recomendación de nuestros entrenadores). Además tiene un precio único: es gratis. Una verdadera amenaza para la industria farmacéutica».

Y la suplementación, ¿hasta qué punto nos pueden ayudar? «Prevenir es mejor que curar. Por eso, crear un contexto de vida saludable es más efectivo que mitigar el dolor o la inflamación con suplementos una vez que estos ya hayan aparecido», asevera.

En su opinión, los mejores suplementos son los que no cuestan: «La práctica de ejercicio regular y la correcta alimentación es la mejor fórmula. El ejercicio reduce los marcadores de inflamación y mejora la salud de nuestras articulaciones. Al mismo tiempo, mantener una dieta saludable y equilibrada es esencial para un correcto funcionamiento del sistema inmunitario. Este hecho nos hace pensar que a través de la dieta se puede intentar prevenir o tratar una amplia variedad de enfermedades inflamatorias».

Puestos a elegir, suplementos como «los ácidos grasos insaturados (sobre todo el omega 3), los polifenoles o vitaminas (como la A y la C) son agentes recomendados ya que poseen propiedades antiinflamatorias», concluye.

¿Moraleja ZEN? La forma en la que envejecemos depende un 30% de la genética y un 70% de nuestros hábitos. Más claro…

https://www.elmundo.es/vida-sana/cuerpo/2020/09/14/5f52051d21efa02e658b46b1.html