La crisis del coronavirus lastra el bienestar social y frustra las aspiraciones de una generación.

La crisis del coronavirus lastra el bienestar social y frustra las aspiraciones de una generación.

La crisis del coronavirus lastra el bienestar social y frustra las aspiraciones de una generación.

Xabier Más de Xaxas

El ascensor social en España solo se coge de bajada. Está estancado desde los años 90 y la pandemia del coronavirus aún agravará más la desigualdad, según coinciden en anticipar economistas y sociólogos que han participado en los trabajos de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica reunida en el Congreso.

Los dos problemas crónicos que lastran el desarrollo social de España son la incapacidad del sistema fiscal para redistribuir mejor la riqueza y la preponderancia de las pequeñas y medianas empresas en un tejido productivo que no genera trabajos cualificados a la altura de la preparación que tienen los licenciados universitarios.

Los expertos coinciden en que, sin superar estas deficiencias crónicas, los jóvenes españoles no vivirán mejor que sus padres. Que el Congreso no haya aprobado aún el paquete de medidas sociales para combatir la desigualdad que causa la Covid-19 indica lo mucho que queda por hacer.

España e Italia, los países europeos donde menos peso tiene la meritocracia

España es, con Italia, el país de Europa donde menos peso tiene la meritocracia. El 60% de los jóvenes, según datos de la OCDE, encuentran trabajo gracias a los contactos familiares. En las entrevistas de trabajo, como explica Idelfonso Marqués, sociólogo de la Universidad de Sevilla, “cada vez pesan más los factores culturales y el origen socioeconómico del aspirante, al que se le llega a preguntar qué deportes practica y a qué colegio fue. Esto no sucedía antes en España y no sucede en los países con una industria más evolucionada, donde a la hora de contratar solo importa la cualificación académica y profesional. La preponderancia de la pequeña y mediana empresa, así como de las pequeñas propiedades agrícolas, que en Catalunya y otras comunidades son muy importantes, perpetúan el inmovilismo social porque son muy fáciles de transmitir de padres a hijos.”

A los españoles les marca mucho su origen. Determina en gran parte el nivel social que acabarán ocupando. Los hijos de padres con estudios, por ejemplo, tienen más ventaja a la hora de acceder a posiciones sociales altas y están más protegidos de los riesgos de acabar en posiciones sociales bajas, según un estudio del observatorio social de La Caixa que firman Gøsta Esping-Andersen, de la Universidad Pompeu Fabra, y Jorge Cimentada, del Instituto Demográfico Max Planck.

Carlos J. Gil Hernández, economista del Instituto Universitario Europeo en Florencia, lamenta que la transición de los jóvenes desde la universidad al primer empleo sea tan penoso que muchos “acaben aceptando infraempleos para los que están sobrecualificados”.

“España –explica Gil Hernández– produce universitarios a un nivel equiparable al de los mejores países de la OCDE, sobre todo en ciencias sociales, pero la falta de inversión en I+D, la escasez de grandes industrias impiden crear un mercado de trabajo con empleos cualificados”. Añade a ello la urgencia de fortalecer la formación profesional: “En países como Alemania, donde está muy bien, hay poco paro”.

A los españoles les marca mucho su origen, que determina en gran medida el nivel social que ocuparán.

España llegó tarde a la industrialización y aún carece de un sistema de redistribución de la riqueza que sea eficaz, según explica Olga Cantó, economista de la Universidad de Alcalá de Henares. “España –dice– está muy por detrás de sus socios europeos en sistemas productivos y de redistribución”, lo que supone dos lastres tremendos para las nuevas generaciones.

La riqueza se redistribuye en España según la contribución del ciudadano al sistema. Son las cotizaciones a la seguridad social las que determinan las pensiones y el subsidio de desempleo, dos pilares de la redistribución junto con el IRPF. Cantó señala que “este es un sistema muy diferente al de nuestro entorno, donde la redistribución no depende tanto de la contribución previa del ciudadano”. En la comisión para la Reconstrucción, Cantó recomendó que España redistribuya en función de derechos universales, como el derecho a la vivienda o el empleo, y no en función de la capacidad de cada individuo de generar riqueza por sí mismo.

“Este cambio es urgente –dice la profesora– porque los jóvenes van a tener historias laborables llenas de agujeros. No van a trabajar el suficiente número de horas para acceder a una pensión digna”.

Cantó pone el ejemplo de los complementos salariales a los jóvenes que funcionan con mucho éxito en comunidades como Euskadi o en el Reino Unido, así como el alquiler de viviendas sociales para estos mismos jóvenes. Políticas sociales así demuestran, a su juicio, que “la redistribución de la riqueza sobre una base no contributiva es compatible con las políticas macroeconómicas más liberales”.

España está a la cola de Europa en gasto social a la familia y los hijos. Destina apenas un 1,7% del PIB, que es menos de la mitad del promedio de la UE. Aun así, logró reducir la desigualdad entre los años 60 –gracias al plan de Estabilización de 1959– y principios de los 90. En 1973, por ejemplo, España redistribuía el 15% de la riqueza y en 1990, el 35%, cerca de la media europea del 40%, pero de ahí no pasa.

Tanto la crisis de los 90 como el crack del 2008 agravaron la desigualdad, que no se corrigió cuando la economía volvió a crecer. Olga Cantó, en un estudio con el economista Luis Ayala, apunta el riesgo de “un incremento crónico a largo plazo de la desigualdad es España”, que castigará a los jóvenes.

Los hogares sin ingresos en el 2008, por ejemplo, eran el 1,75% del total y en el 2015 subieron al 4,25%. Hoy son 600.000 los hogares (3,2%) sin ningún ingreso y serán más a final de año. Las rentas medias por hogar, que en 2009 eran de 30.201 euros hoy son de 29.132. “Uno de cada seis hogares de clase media ha pasado a la clase baja en pocos años”, señala Cantó.

Unos 600.000 hogares no registran ningún ingreso

La clase media (59% de la población) pierde peso a favor de la baja, y España vuelve a estar por detrás de sus socios europeos, con clases medias más amplias: 70% en Suecia, 68% en Francia, 67% en Alemania, 61% en Italia.

“Cuanto más grande es la clase media, especialmente la media baja –explica Cantó–, más igualitario es un país.” España pierde ciudadanos en esta categoría y la gana en el umbral de pobreza. En el 2008, el 19,8% de los españoles estaba en riesgo de pobreza, según el INE. En el 2019 eran el 20,7%.

Uno de cada cuatro hogares con los cabeza de familia por debajo de 40 años están en el umbral de pobreza y Cantó asegura que la situación aún será peor este año. “Su inseguridad económica es muy grave desde el 2008. Los que tienen entre los 19 y los 25 años son los que están más afectados por al pobreza laboral. La sobrecarga en gastos de vivienda duplica a la de los mayores”. “En Alemania, Francia y el Reino Unido –explica Cantó–, la redistribución de la riqueza reduce más del doble que en España la desigualdad de las familias más jóvenes. También Italia compensa mejor este factor que España”.

El fracaso de la educación

La educación es el primer canal de movilidad social en todas las sociedades, pero en España su incidencia es menor que en la mayoría de países europeos. España, por ejemplo, es el país de Europa con más fracaso escolar (18%) y uno de los que tiene más segregación escolar (24%) en función del origen socioeconómico del alumno. Esto quiere decir que el 24% de los alumnos debería cambiar de escuela para contrarrestar el entorno degradado en el que estudia. En Madrid es el 27% y en Catalunya, el 24%. Los mejores países europeos están en el 15%, marca que en España solo alcanza Baleares. El fracaso escolar afecta tres veces más a los alumnos de origen social bajo y, como señala el sociólogo Idelfonso Marqués, la escuela concertada, aunque ayuda a integrar a las clases medias, favorece la segregación de las bajas.

Los tres retos del futuro

Durante su comparecencia el pasado 8 de junio ante la comisión para la Reconstrucción, la economista Olga Cantó destacó tres retos que España debe superar sí o sí.

1. Reducir la brecha generacional de ingresos. El empleo a tiempo parcial condena a los jóvenes y las personas menos cualificadas a cobrar siempre salarios bajos. Entre el 30% y el 40% de los españoles con salarios bajos trabajan a tiempo parcial, y el problema no es sólo lo que cobran por hora, sino las pocas horas que trabajan al mes. Este colectivo, asimismo, es el más vulnerable, pues no suele contar con apoyos sindicales o del sector. La Covid-19 ha tenido una incidencia mucho mayor en estas personas, y la mayoría son mujeres, lo que repercute en la economía familiar. El ingreso mínimo vital se muestra así no solo como un salvavidas para estas personas, sino también para sus hijos, sobre todo los adolescentes, que no tendrán tanta presión para encontrar un empleo a costa de no completar su formación escolar.

2. Reducir la brecha educativa y de las demás políticas públicas con Europa. Para ello, Olga Cantó y otros expertos consideran que es necesario que el Estado recaude más impuestos. “Ahora –explica Cantó– España deja de recaudar, aproximadamente, un 6% del PIB, lo supone unos 70.000 millones de euros al año”. En parte es debido a la economía sumergida y a la corrupción, pero en gran parte también a que los impuestos son más bajos en comparación con otros países europeos.

3. Reducir la pobreza crónica de la infancia y la inseguridad económica de la juventud, especialmente de familias jóvenes con hijos, que sufren más pobreza desde el 2008. La vulnerabilidad de la sociedad española será aún mayor si no se logra.

https://www.lavanguardia.com/economia/20200805/482676536524/crisis-jovenes-espana-coronavirus-riqueza-ingresos-futuro.html