Cada uno es responsable en la nueva normalidad.

Cada uno es responsable en la nueva normalidad.

Altos cargos de cinco comunidades llaman a la conciencia ciudadana en la nueva etapa postpandemia.

Jessica Mouzo

La nueva normalidad está aquí. Tras casi 100 días de estado de alarma, más de 245.000 infectados por el coronavirus y 28.300 fallecidos con la covid-19, España entra en una nueva fase. Ya no hay restricciones de movimiento y tampoco grandes directrices más allá de la higiene de manos, la distancia de seguridad y el uso de la mascarilla. Pero el virus sigue circulando y no se puede bajar la guardia, insisten los expertos. EL PAÍS ha consultado con altos cargos que pilotaron la pandemia en cinco comunidades autónomas cómo afrontan la nueva etapa y advierten de que es el momento de la gente y de poner a prueba la responsabilidad individual. “Sentidiño y cumplir las medidas de protección individual”, resume el gerente del Servicio Galego de Saúde (Sergas), Antonio Fernández-Campa.

El impacto del coronavirus en las comunidades autónomas ha sido más o menos intenso según sus particularidades, su gestión y su suerte. Pero todas han vivido en sus carnes la transmisibilidad y virulencia de la covid-19 y cada una se prepara ahora, a su manera, para la nueva normalidad y el verano que arranca. “

Ahora estamos en la fase de solicitar la responsabilidad individual. Tenemos noticias, como el brote de Pekín, que nos desasosiegan y nos inducen a la alerta. Es el momento de la gente, que no hay mejores medidas de prevención ahora que las que están en nuestras manos”, apunta la consejera de Salud de Castilla y León, Verónica Casado. La comunidad fue prudente en la desescalada tras el impacto del virus, que afectó especialmente a las provincias próximas a Madrid, donde la covid-19 azotó con fuerza. “Es una responsabilidad compartida y controlar la epidemia depende de todos: lavado de manos, distancia de seguridad y mascarilla”, insiste la consejera de Salud de Cataluña, Alba Vergés.

Encajar la variable sanitaria y económica en la sociedad es el gran reto de las Administraciones de ahora en adelante. “Nuestro temor es que se disipe el miedo. Es tanta la necesidad de recuperar la situación económica, que tememos que nos haga olvidar que el peligro existe. Hay que mantener las medidas elementales de protección individual aunque pueda ser costosas para los hábitos de las personas y una incomodidad”, apostilla Julio Pérez, consejero de Sanidad y de Administraciones Públicas, Justicia y Seguridad de Canarias. Pérez, que ha pilotado la pandemia en las islas, dejará la consejería de Sanidad la próxima semana, pero seguirá en el gobierno canario.

La pandemia está más o menos controlada en toda España y, a pesar de pequeños brotes —como los registrados en Girona, en Valladolid o en los hospitales vascos de Basurto y Txagorritxu, entre otros—, la curva epidémica sigue su tendencia a la baja: menos de 200 casos en los últimos siete días. En el punto de mira, están ahora los turistas que van y vienen y el riesgo de casos importados. “Somos 2,2 millones de habitantes y tenemos 20 millones de turistas al año sumando viajeros y cruceristas. Mover viajeros con seguridad es nuestra mayor preocupación. La movilidad interinsular, por fortuna, también ha aumentado mucho. Estamos preparándonos con controles aeroportuarios con el Gobierno de España y mejorando el compromiso de la industria turística con el rastreo de situaciones de sospecha”, señala Pérez. Canarias fue la primera en confinar un hotel en Tenerife cuando, en febrero, se detectaron casos positivos. La comunidad actuó rápido y terminó estando en la avanzadilla de la desescalada.

En Cataluña, el turismo también está en el foco de vigilancia. La comunidad recibe millones de visitantes cada verano: la Costa Brava, la Costa Dorada, Barcelona… La capital catalana, además, arrastra una alta densidad de población que dificulta la movilidad. Entre el metro y el aeropuerto de El Prat, la consejera de Salud admite que, ahora mismo, le preocupa más El Prat: “Porque puede venir algo que está fuera de tus propias decisiones”. Y apuesta por concienciar al sector turístico: “Que tenga la capacidad de reforzarse en medidas higiénicas, que se mantengan distancias en sus espacios. Si sabemos hacerlo bien, disminuimos el riesgo sin decir que no pueden entrar ningún turista porque hay mucha gente que vive de esto”.

En Galicia, Asturias o Castilla y León, el turismo no es tan masivo, pero también están vigilantes. De hecho, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, pidió limitar la movilidad con comunidades en peor situación epidemiológica. “La apertura de fronteras nos lleva a situaciones complejas. Hay que ser capaces de filtrar los casos importados lo más rápido posible”, sostiene el gerente del Sergas. El consejero asturiano de Salud, Pablo Ignacio Fernández Muñiz, admite que su comunidad, que ha tenido una baja incidencia de casos durante toda la pandemia, “se ve como un destino apetecible y saludable”. “El turismo aquí es más ordenado porque tiene más importancia el turismo rural y activo, donde es más fácil tomar precauciones”, valora.

La playa y el ocio de verano, sobre todo el nocturno, tampoco serán el mismo. “Las toallas pegadas una a la otra ya no puede ser. Por respeto al otro y por seguridad para los dos”, señala el gerente de Sergas, que apuesta por aprovechar la dispersión geográfica gallega como un valor y buscar alternativas a playas masificados. Cataluña, con arenales más poblados, aboga por sectorizar y mantener la distancia de seguridad obligatoria, mientras que Canarias avala el control de aforo y delegar la gestión en los Ayuntamientos.

En el ocio nocturno, “ya no podrán abrir como antes”, asegura Vergés, aunque el consejero canario insta a “ir abriendo poco a poco, pero que se mantenga la conciencia del peligro”. Las grandes discotecas de Baleares no abrirán en todo el verano y Madrid también rechaza la apertura de estos locales, al menos, hasta el 5 de julio.

Las comunidades consultadas ponen en valor la fortaleza de sus sistemas sanitarios, reforzados durante y tras el primer envite del coronavirus, y aseguran estar preparadas para un eventual rebrote. De hecho, mantienen la vigilancia intensiva en uno de los lugares más dañados por la pandemia: las residencias de ancianos. Cada comunidad hizo lo suyo y, mientras Asturias intervenía sanitariamente 112 de las 130 residencias de la comunidad, Madrid hacía lo propio solo en 14. “Tenemos la población más envejecida de España y tenemos que hacer chequeos periódicos con PCR cada 21 días en todos los dispositivos de mayores. También reforzamos la atención domiciliaria para las personas que viven en su casa. La atención primaria ha sido el eje de atención, no solo de contención”, señala Fernández Muñiz. Canarias también hará un cribado en las residencias, donde solo fallecieron 19 personas.

Dispersión territorial

Galicia y Castilla y León coinciden en que la dispersión territorial, que al principio podía ser una debilidad, ha jugado a su favor. “Para que la ocupación en determinadas zonas no sea tan grande”, acota Fernández-Campa. “En Barcelona y su área metropolitana vive el 67% de los catalanes. La actividad y el movimiento aquí pueden ser una debilidad para nosotros”, contrapone Vergés.

El consejero asturiano explica también que la red hospitalaria dispersa les ha favorecido, así como disponer de un centro de referencia en Langreo para derivar personas de residencias cuya estructura impedía hacer un aislamiento. “Ese centro lo vamos a mantener porque nos preocupa que pueda haber un rebrote en residencias”, sostiene Fernández Muñiz. La consejera castellanoleonesa, que tiene que gestionar también la realidad de la España vaciada, insta a tener ahí “el mismo cuidado y mantener los mismos circuitos covid y no covid”. “Hay que cuidar la España frágil, pluripatológica y mayor. Hay que acercarse con mucha cautela”, advierte. Unos 4.000 ancianos de residencias fueron ingresados en Castilla y León a causa de la covid-19.

Los altos mandos que capitanearon la pandemia alientan el sentido de la responsabilidad de todos para ayudar a equilibrar el retorno a la normalidad, pero con prudencia. “Se va a poder hacer todo, pero no todo a la vez”, zanja Vergés.

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