«Sabemos que se sienten solos porque cuando hablan con las familias por Skype se ponen a llorar».

«Sabemos que se sienten solos porque cuando hablan con las familias por Skype se ponen a llorar».

Belén Béjar, terapeuta ocupacional del Centro de Cuidados Laguna, explica cómo han cambiado la vida de estos mayores.

Laura Peraita

Muchos mayores que están en las residencias no entienden muy bien el motivo por el que sus familiares ya no acuden a darles «su medicina», esos besos y abrazos que tanto les reconfortan. «Pero, ¿qué pasa?», preguntan muchos por teléfono a sus hijos. «Al parecer hay un bicho muy contagioso por ahí y, por eso, no vienen a vernos. Pueden contagiarnos», se comentan unos a otros.

El coronavirus ha cambiado las rutinas de estos mayores. Y el decorado. El personal les atiende desde hace días con bata de quirófano, mascarilla y guantes. Nos dicen que «estamos muy guapas» para quitar hierro al asunto», apunta Belén Béjar, terapeuta ocupacional del Centro de Cuidados Laguna. Asegura que la mayoría sí siente soledad, «lo notamos cuando se conectan por videoconferencia con sus familiares. Se ponen a llorar. A pesar de la tristeza, es bueno que expresen sus emociones».

Es lógico, su vida ha cambiado. Ahora están más tiempo en las habitaciones. Les han dividido en dos grupos y hacen en sala dos horas de terapias para trabajar el lenguaje, la atención, la memoria, la movilidad… Pero ahora lo hacen a una distancia de dos metros unos de otros. Después comen por turnos y, más tarde, tienen otra actividad algo más lúdica, también separados. «Les transmitimos calma, les explicamos lo que ocurre y les distraemos todo lo que podemos para que no piensen en el virus, aunque siempre hay quien dice: «¡más sufrimos en la guerra civil!, no será para tanto». Las caricias y los abrazos de consuelo son lo único que no nos está permitido darles», concluye Belén Béjar.

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