23 Ene Esto es lo que ocurre en el cerebro cuando padres e hijos juegan juntos.
Una investigación de la Universidad de Princeton concluye que la actividad cerebral de ambos fluctúa en función del contacto visual y cuando comparten juguetes.
Carolina García – Madrid
El juego es esencial para los niños: despierta su creatividad e imaginación y fomenta las relaciones sociales, entre otros beneficios. Da igual la edad: a los menores les gusta jugar, y más si lo hacen con sus padres y madres. Un último estudio amplía este espectro y concluye que cuando padres e hijos juegan juntos, incluso cuando son bebés, sus cerebros se comunican.
La investigación, realizada en la Universidad de Princeton (Estados Unidos), trataba de medir la actividad cerebral del adulto y del bebé cuando interactúan de forma natural. Para el experimento, que comenzó con 42 participantes pero terminó con 18 bebés de entre nueve y 15 meses, los investigadores diseñaron un nuevo sistema de neuroimagen cerebral dual, denominado espectroscopía funcional de infrarrojo cercano (NIR), que además de ser seguro y cómodo, registra la oxigenación del cerebro y la actividad neuronal.
La recogida de datos consistió en dos partes. En la primera, un investigador interactuaba con el niño cinco minutos mientras estaba sentado en las rodillas de su padre. En la segunda, un investigador le contaba un cuento a otro experto mientras el niño jugada en silencio con su progenitor. La información total recogida provino de 57 episodios que consistían en predicciones, procesamiento del lenguaje o comprensión del otro.
La recogida de datos consistió en dos partes. En la primera, un investigador interactuaba con el niño cinco minutos mientras estaba sentado en las rodillas de su padre. En la segunda, un investigador le contaba un cuento a otro experto mientras el niño jugada en silencio con su progenitor. La información total recogida provino de 57 episodios que consistían en predicciones, procesamiento del lenguaje o comprensión del otro.
Tras analizar los datos de las sesiones, los expertos, cuya autora prinicipal es Elise Piazza, encontraron que en los encuentros cara a cara, los cerebros de los bebés se sincronizaban con los de los adultos en las áreas correspondientes al entendimiento del mundo, desapareciendo esta conexión cuando estaban separados.
La sincronía más fuerte se observó en la corteza prefrontal, que es aquella zona que implica el aprendizaje y la función ejecutiva, entre otras. “Algo que nos sorprendió fue descubrir que el cerebro del bebé, en algunas ocasiones, lideraba al del adulto por unos segundos, dejando de lado el pensamiento de que el cerebro de estos pequeños solo es capaz de recibir información. Estos son aptos para guiar al adulto sobre lo próximo que van a elegir, ya sea un juguete o la palabra que van a decir”, explican los autores en el texto.
“La conclusión es que la actividad cerebral de ambos fluctúa en función del contacto visual y cuando comparten juguetes”, explica Piazza en el comunicado. “Por lo que”, prosigue, “cuando un bebé y un adulto juegan juntos, sus cerebros se conectan de una manera dinámica”.
Es la primera vez que se llega a estas conclusiones: «Investigaciones previas mostraron que el cerebro de los adultos se sincroniza al ver películas o escuchar historias juntos, pero poco se sabía de esta sincronización neuronal durante los primeros años de vida”. A los autores les gustaría ampliar este conocimiento a niños de preescolar y su adquisición temprana del lenguaje.
Los beneficios de jugar con tu hijo
Según Alicia Banderas, psicóloga infantil, cuando jugamos se produce una acción directa y divertida. También ayuda a la creatividad, a la imaginación y a conocer mejor y de verdad a nuestros hijos. «Durante ese tiempo compartido, padres e hijos están conectados en un entorno amable que favorece que se conozcan mejor. Es un lugar en el que somos la mejor versión de nosotros mismos, que deja fuera la autoridad, y a la vez que vosotros le conocéis, él os va a conocer a vosotros». Además, el juego genera recuerdos, experiencias positivas que están almacenadas en la memoria y que emocionan.
Para esta experta, también nos ayuda a conocerles, a saber cómo son de verdad: “Nos permite observar qué emociones tiene nuestro hijo. Por ejemplo, si tu pequeña está jugando con un bebé de forma cariñosa y, de repente, se enfada mucho, ella te está intentando decir algo. Muchos niños no son capaces de expresar sus emociones, no saben, y el juego es una gran herramienta para saber lo que les pasa. Hay que observar. Nosotros en consulta lo hacemos mucho», prosigue. El juego es una forma de educar en valores, dejando de lado la autoridad. Divertirse favorece que los adultos entremos en ambientes distintos, haciendo que seamos más creativos y flexibles y mejoremos no solo la relación con nuestros hijos, sino también, por ejemplo, nuestro comportamiento en nuestro trabajo, aportando nuevas ideas u objetivos.
Y recuerda que también es bueno que los niños jueguen solos, sobre todo a edades más tempranas. La experta explica que es fundamental que los más pequeños inventen su propio mundo, eso sí, «siempre bajo la mirada paterna, ya que a ellos les gusta que estemos presentes; se sienten protegidos y mejor».