Guadalupe Sabio: «Hacen falta medidas más drásticas contra la obesidad»

Guadalupe Sabio: «Hacen falta medidas más drásticas contra la obesidad»

CRISTINA G. LUCIO

Estudió Veterinaria, pero Guadalupe Sabio (Extremadura, 1977) tuvo claro desde muy pronto que lo que ella quería en realidad era entender por qué aparecen las enfermedades y cómo podemos combatirlas. Desde su laboratorio en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) dirige un equipo que, desde 2011, está tratando de averiguar los entresijos de la obesidad y su relación con problemas como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes o el cáncer.

Son muchas las preguntas que deben responder, reconoce. Pero esta científica multipremiada no se arredra con facilidad. Sabe que «la ciencia solo trae progreso», aunque investigar en este país se haya convertido, asegura, en una carrera que cada vez tiene más obstáculos y que «amenaza con dejar fuera a la siguiente generación».

Uno de sus objetivos es aprender a intervenir en el papel que cumple la grasa en la cascada de alteraciones asociadas a la obesidad. «Antes se pensaba que la grasa era un tejido inerte que lo único que hacía era acumular los lípidos. Una especie de almacén sin funciones», apunta Sabio, cuyo despacho está tapizado de dibujos de sus hijos.

Sin embargo, continúa, «hoy sabemos que ejerce un papel importante como órgano endocrino» y, a través de la leptina, se comunica directamente con el sistema nervioso central. «Queremos saber cómo se comporta la grasa en una persona delgada y cómo lo hace en una persona obesa. Porque entender esas diferencias nos puede llevar a identificar una diana terapéutica a la que apuntar», subraya.

De cualquier manera, Sabio tiene claro que la lucha contra la obesidad -«un problema que puede ser más difícil de curar que el cáncer»- no debe partir únicamente de los laboratorios. «Igual que desde las instituciones se hizo frente tabaco porque era un grave problema de salud pública, también hay que tomar medidas más drásticas contra la obesidad, que tiene un montón de efectos secundarios sobre la vida de la gente y también un gran impacto económico y sanitario».

Es inconcebible, continúa la investigadora, que comer mal sea más sencillo -y barato- que hacerlo bien. O que a la población le lleguen mensajes contradictorios sobre lo que es saludable y lo que no. «También es necesaria la educación nutricional en los colegios. Porque ese niño no sólo sabrá el resto de su vida qué significa llevar unos hábitos de vida saludables, sino que también se lo dirá a sus padres», remarca.

En el sobrepeso, recuerda la investigadora, no sólo influye lo que comes, sino también «tu modo de vida, cómo y cuánto duermes, el ejercicio que haces, el tipo de comida que consumes…». Y, cuando se desarrolla, «la obesidad supone un problema real, una enfermedad» que no tiene que ver -ni es culpa- de la voluntad del paciente, remarca.

Mientras ultima con sus colaboradores los detalles del siguiente paper que publicarán, Sabio lamenta las dificultades a las que se enfrentan quienes pretenden hacer ciencia hoy en día en España. «Desde 2009, los presupuestos han ido menguando. Y esto ya no se soluciona con un pequeño esfuerzo. Necesitamos una inversión de verdad», reclama.

«La ciencia es lenta, es una inversión a largo plazo», continúa. «Porque los científicos no podemos dar resultados en el día a día. Necesitamos apoyo con vistas al futuro. Y una apuesta real, porque si no, no se puede hacer nada. Pero el dinero empleado en ciencia es una inversión en productividad, en futuro».

«Es necesario un cambio ya», advierte la investigadora, quien señala que lo sucedido con la casa de Ramón y Cajal, recientemente desmantelada para construir pisos de lujo es «una metáfora» del tratamiento que recibe la ciencia en España.

«O metemos el acelerador, como han hecho en Alemania o en Inglaterra, y aprovechamos la masa crítica de científicos tan buenos que tenemos o la siguiente generación abandonará, porque ya no tendrá esperanza. Y cuando pierdes la esperanza lo has perdido todo», recuerda. Y lanza una petición final: «No estamos pidiendo la luna. Al final lo que necesitamos supone unos pocos kilómetros de AVE«.

https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2019/10/27/5db16c4dfdddff1f668b4687.html