06 Mar El joven científico que lucha para detener su propio envejecimiento acelerado
Sammy Basso estudió biología molecular y participa de uno de los estudios que puede ser el primer paso para una curación de la enfermedad que ha causado que todo su cuerpo envejezca rápidamente.
REDACCIÓN
Sammy Basso es probablemente el paciente con síndrome de progeria de envejecimiento acelerado Hutchinson-Gilford más longevo del mundo (nació en 1995). A sus 23 años, acaba de superar una riesgosa operación al corazón y, como biólogo molecular, ha publicado junto a otros científicos un importante estudio que podría ser el primer paso para frenar su propio envejecimiento acelerado.
El síndrome de progeria Hutchinson-Gilford es una enfermedad rara que aparece en la infancia, acelera el envejecimiento y causa la muerte prematura. Basso es uno de los 119 pacientes que lo padecen en todo el mundo y probablemente el único que ha hecho un aporte desde la ciencia para combatir esta condición.
«Creo que soy el primer paciente de progeria que ayuda en la investigación de la propia progeria», dijo al diario español El Mundo.
El joven científico participó de uno de los dos recientes estudios desarrollados en ratones basados en la edición genética que han logrado elevar la esperanza de vida en estos animales.
Los dos ensayos, cuyos resultados se publican en Nature Medicine, han sido liderados por los catedráticos de Bioquímica españoles Carlos López Otín y Juan Carlos Izpisúa, y son trabajos independientes pero muy similares en el diseño y los resultados.
Sammy Basso decidió estudiar Biología Molecular para investigar sobre su enfermedad después de conocer a López-Otín, creador de una de las pocas terapias que mejora la expectativa de vida de estos pacientes.
Basso se graduó por la Universidad de Padua (Italia) y, en 2017, como parte de su trabajo de fin de carrera, se trasladó al laboratorio de López-Otín, donde se unió al proyecto y ayudó en los experimentos.
«Creo que estamos muy cerca de una cura real para la progeria, creo que se podrá usar pronto en seres humanos», señala.
LOS ESTUDIOS
El origen de esta enfermedad es una mutación en el gen LMNA, que provoca la acumulación de una proteína tóxica en el núcleo de las células, lo que produce un deterioro gradual en el organismo.
La esperanza de vida de los pacientes con progeria se sitúa en torno a los 14 años y, aunque se han desarrollado algunas terapias con resultados positivos, a día de hoy sigue sin haber ningún tratamiento eficaz contra esta enfermedad genética.
Con ligeras diferencias, los tratamientos propuestos por López-Otín e Izpisúa-Belmonte pueden ser los primeros con «efectos permanentes», ya que ambos utilizan el sistema CRISPR/Cas9, un sistema de edición genética que actúa directamente sobre el gen mutado haciendo que deje de producir la proteína tóxica de por vida.
El equipo dirigido por López-Otín, en la Universidad de Oviedo, realizó el ensayo en un modelo murino, una cepa de ratones que sirve para estudiar una determinada enfermedad.
«En este caso, se trata de una cepa de ratones modificados genéticamente, generados en nuestro laboratorio, que tienen la mutación causante de la progeria y que presentan los síntomas de la enfermedad», explicó a Efe Olaya Santiago-Fernández, coautora del estudio.
Mediante el sistema CRISPR/Cas 9, lograron alterar el gen LMNA para evitar que se produzca la proteína tóxica que causa la enfermedad.
A continuación, inyectaron el sistema en ratones con progeria, observaron los efectos que producía sobre sus síntomas y constataron un aumento de la esperanza de vida en los ratones del 26,4 por ciento.
«No podemos hablar de curación porque para ello sería necesario corregir todas las células de los ratones o, al menos, eliminar todos los síntomas de la enfermedad, pero sí de efectos permanentes porque únicamente es necesario administrar el tratamiento una vez para que parte de las células dejen de producir la proteína tóxica de por vida», detalló la investigadora.
Además, debido al carácter multiorgánico de la progeria, el estudio también demuestra por primera vez la capacidad del sistema CRISPR/Cas9 para afrontar enfermedades sistémicas (las que afectan a todo el organismo).
Por su parte, el ensayo realizado por Izpisúa-Belmonte en La Joya (California, EE.UU), obtuvo los mismos resultados, aunque los ratones ya tenían parte del sistema CRISPR/Cas9 introducido en sus células.
La coincidencia de los resultados de ambos estudios «da aún más esperanzas acerca de la utilidad de estos tratamientos», concluye Santiago-Fernández.
Sin embargo, aunque hasta ahora los diversos estudios preclínicos realizados con esta terapia para el tratamiento de diversas patologías son prometedores, todavía es necesario seguir investigando para garantizar su uso seguro en el tratamiento de los pacientes.
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