2107: así cambiará el mundo cuando todos vivamos 100 años

2107: así cambiará el mundo cuando todos vivamos 100 años

En menos de un siglo ser centenario será algo normal. ¿Es sostenible económicamente? ¿Está la sociedad preparada para los desafíos que plantea el nuevo envejecimiento?

RODRIGO TERRASA – MADRID

Un niño que nazca hoy mismo en un país de Occidente tiene más del 50% de posibilidades de vivir más allá de los 105 años. Hace un siglo, sólo un niño de cada 100 podría conseguirlo. Si usted tiene ahora 20 años, tiene un 50% de opciones de vivir más de 100, y al menos la mitad de los ciudadanos que hoy tienen 40 llegará a los 95. A lo largo de los últimos 200 años, la esperanza de vida se ha elevado a un ritmo constante de más de dos años por década, así que nos encaminamos irremediablemente a una sociedad en la que muchos millones de personas van a vivir mucho más tiempo.

No importa que devores frutos secos, desayunes aguacate, hagas yoga y mindfulness y bebas zumo de papaya todas las mañanas. Da igual. El objetivo se ha conseguido gracias, sobre todo, a la batalla contra la mortalidad infantil y los avances contra las enfermedades crónicas, los problemas cardiovasculares y el cáncer. No le demos más vueltas a cómo llegar a los 100, sino a qué vamos a hacer cuando sea ya una realidad. La era de la longevidad está a la vuelta de la esquina y el desafío es descifrar cómo vamos a sobrevivir en ella.

Los profesores de la London Business School Lynda Gratton y Andrew Scott publicaron un libro, editado ahora en España por Abante y que se presenta hoy en Madrid, que reflexiona sobre ello: La vida de 100 años. Vivir y trabajar en la era de la longevidad.

«Estamos inmersos en una transición extraordinaria para la que no estamos preparados», alertan. «Si conseguimos entenderla bien, será un verdadero regalo; ignorarla y no prepararse para ella será una maldición».

En el año 2107 -calculan los autores- ser centenario será algo normal y más de la mitad de los niños de 8 años que conocemos ahora seguirán vivos. El ensayo de Gratton y Scott dibuja un panorama a medio plazo en el que las personas trabajarán hasta los 70 o incluso los 80 años, habrá nuevos empleos, las ciudades se estructurarán de forma diferente, reajustar las finanzas no será suficiente, seremos jóvenes más tiempo, convivirán más generaciones que nunca y aparecerán nuevas etapas en la vida más allá de la estructura clásica de aprendizaje, trabajo y jubilación. 100 años, 873.000 horas en total, dan para mucho más.

«Como individuos podremos usar una vida más larga para crear nuevas opciones: tener más tiempo libre, construir un negocio, explorar el mundo, realizar obras de caridad… Para la sociedad, el desafío es cómo abrazar el potencial de las personas mayores, lo que significa eliminar los estereotipos sobre lo que es ser mayor de 50 años y alentar y capacitar a los que tienen entre 60 y 70 años para que trabajen», apunta Gratton a Papel.

«Lo más importante de este libro es que nos permite dejar de hacernos la pregunta de cómo vamos a vivir más tiempo. Es un hecho, no hay que hacer más libros para demostrarlo», asegura Santiago Satrústegui, presidente de Abante. «Cada vez hay más gente de más años y cada vez la gente muere menos y esto tiene difícil solución porque nadie se va a suicidar para remediarlo, así que hay que aprovechar las posibilidades que esto nos da y reflexionar sobre los desafíos que plantea».

El primero, el económico. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, invitó la semana pasada a los españoles a buscar alternativas privadas que complementen no sólo las pensiones públicas de jubilación, sino también los gastos de futuro en educación, por ejemplo. «Ahorro con horizonte temporal prolongado», lo llamó Rajoy.

La OCDE ya advirtió a España de la dificultad a la que se enfrentará en el futuro para sostener el sistema público de pensiones debido al envejecimiento de la población. Nuestro país tendrá en 2050 la segunda mayor tasa de dependencia del mundo, sólo superada por Japón. Esto significa que dentro de 32 años habrá más de 77 pensionistas por cada 100 habitantes en edad de trabajar. En 1975 por cada 100 personas de entre 20 y 65 años había 20 jubilados.

Laura Ponce de León es profesora de la UNED y Doctora en Psicología del Envejecimiento: «Somos uno de los países más envejecidos de Europa y además estamos sufriendo el envejecimiento del envejecimiento», lamenta. «En 2050 el 30% de la población española será mayor de 65 años y el 16% será además mayor de 80. O sea, que casi la mitad de la gente mayor será octogenaria y uno de cada dos sufrirá alzheimer o alguna demencia, así que tenemos un problema».

Cuenta el libro que esto hará emerger nuevos sectores. Crecerá la investigación médica centrada en la longevidad y el sector servicios girará hacia la asistencia médica y de ofertas para la tercera (o la cuarta) edad.

Varios colectivos de mayores alertaron el año pasado de la situación de abandono en la que viven miles de ancianos en España y reclamaron más «implicación» de las instituciones y de la sociedad. «Los mayores no son ninguna carga, sino una parte activa de la sociedad que tiene mucho que aportar», aseguraba Saturnino Álvarez, presidente de la Unión Democrática de Pensionistas.

«La forma más barata de afrontar este problema es el envejecimiento activo», mantiene Ponce de León, que lamenta el «individualismo» de una sociedad en la que «no hay tiempo para nada y en la que se busca el respaldo emocional, sin éxito, en las redes sociales». «Hay que fomentar el envejecimiento activo desde los 40 años, educar a ciudadanos responsables para que lleguen a los 65 en buenas condiciones de salud e implantar medidas de recambio generacional que ahora mismo en España son inexistentes o irrisorias. ¿Cómo puede un joven plantearse tener hijos si no tiene trabajo o lo tiene precario? ¿Cómo va a ser sostenible el sistema con una población envejecida y un 50% de paro juvenil? Si no hay jóvenes trabajando, ¿de dónde sacamos el dinero?».

«De otros cajones», resuelve Eleonora Barone, artífice de mYmO (Memory in Motion between Young and Old), una iniciativa que trata de poner en valor la experiencia de los séniors. «No es verdad que no haya dinero, es una mentira enorme. El problema es que buscamos en cajones que están vacíos desde hace 30 años. El Estado tiene dinero, el problema es cómo lo reparte. Las casillas han cambiado y hay que repartir de forma estratégica».

Saquen la calculadora. Si uno vive 100 años, ahorra en torno al 10% de sus ingresos y quiere retirarse con al menos el 50% de su salario final, ¿a qué edad podrá jubilarse? Los autores de La vida de 100 años han hecho el cálculo por nosotros y la respuesta es… ¡a los 80 años!

En toda la OCDE hay 18 países que han elevado la edad de jubilación para las mujeres y 14 que lo han hecho para los hombres. Todos a un ritmo muy moderado. 2,5 años para los hombres y 4 para las mujeres entre 2010 y 2050.

En España, la edad legal de jubilación está fijada en 65 años y 6 meses y se retrasará paulatinamente hasta los 67 en 2027, sin embargo podemos seguir jubilándonos a los 65 si hemos cotizado un número mínimo de años.

Según el barómetro VidaCaixa, el 39% de los jubilados que hay actualmente en España se retiró cuando contaba con entre 60 y 64 años. Además, un 10% adicional lo hizo con una edad que oscilaba entre los 50 y los 59. El resultado, por lo tanto, es que el 50% de los jubilados españoles se prejubiló.

«Ya ha nacido la generación que vivirá más de 100 años y eso nos obliga a cambiar el umbral que defina la vejez», apunta Rafael Puyol, presidente de la organización Séniors Españoles para la Cooperación Técnica (Secot). «Es inevitable que la actividad dure más de lo que dura ahora. En España nos prejubilamos demasiado pronto», critica Puyol. «Si tenemos un déficit en los primeros años de la pirámide laboral, tendrá que haber más gente trabajando en los últimos escalones para que el mercado no alcance un deterioro irreversible».

El presidente de Secot defiende que el envejecimiento de la población esconde en realidad un proceso de rejuvenecimiento. Lo que el profesor Robert Pogue Harrison bautizó como «juvenescencia», es decir, no seremos viejos más tiempo, sino jóvenes más años.

«Hablamos del envejecimiento en lugar de la longevidad porque no se entiende la dimensión del problema y perpetuamos los estereotipos de la edad», censura Andrew Scott.

«El aumento de la esperanza de vida va a cambiar radicalmente algunos paradigmas y nos va a obligar a redefinir nuestros sistemas. El envejecimiento es compatible con la salud», reivindica Palomas Navas Gutiérrez, consultora de políticas y gestión sanitaria y profesora en la cátedra UAM ASISA.

En una charla para TEDx contra el «envejecimiento imaginario», Navas censuraba el «edadismo», la discriminación por la edad, trufada de estereotipos contra los más mayores. ¿Por qué hablamos con ellos como si fueran niños? ¿Por qué creemos que la vejez nos convierte en inútiles? «Si tienes 20, 30 o 50 años, te interesa construir una sociedad en la que las personas mayores tengan un lugar, para que tú también lo tengas cuando llegues a esa edad. Hay que empezar hoy… ¡Había que haber empezado ayer!», reclama Navas, que reivindica «el valor en la sociedad más allá de un contrato laboral».

«Si visibilizamos a esas personas reales, con arrugas, canas, que están disfrutando de la vida y que aportan tantísimo, si dejamos de excluirlas de los medios de comunicación, entonces dejaremos de promover esa idea edadista y negativa de la vejez», insiste.

Volvemos a la idea del envejecimiento activo. Una persona que se jubila a los 70 años y muere a los 100 tendrá por delante 30 años de vida, lo equivalente casi a su vida laboral. Gratton y Scott destierran el esquema de la tres etapas, las viejas transiciones de la formación al empleo, del empleo a la jubilación y punto final. La longevidad y una escolarización más larga ya hicieron que apareciera el concepto de adolescencia, ahora surgirán nuevas etapas y nuevas transiciones y estaremos obligados a regresar a la formación, a volver a aprender, a reinventarnos una vez más.

«Tenemos que darnos el derecho al cambio», proclama Eleonora Barone. «Nuestros padres tenían un trabajo para toda la vida y nosotros podemos tener 100. Mañana, 500. No nos etiquetemos. Debemos ser capaces a cualquier edad de combinar más trabajos con el emprendimiento, el voluntariado, la consultoría. Hay que desterrar el concepto de jubilación y eliminar todas las etiquetas de la edad. Encasillamos profesiones, maneras de estar en el mercado, edades y culpamos de todo al Estado como si no tuviéramos responsabilidad como ciudadanos. No por ser viejo tienes más experiencia, ni por ser joven eres más innovador».

Manuel Arias Maldonado es profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga. Subraya también que la era de la longevidad no sólo plantea problemas económicos, cuestiona incluso el ideal del amor romántico -«quizás no sea fácil casarte a los 25 y vivir 75 años con la misma pareja»- y plantea tres vías para hacer frente a la nueva franja de edad. ¿Qué hacemos con nuestros mayores? ¿Van a estar 30 años cuidando de los nietos, dando de comer a las palomas, observando obras al otro de lado de la valla?

«Podemos apostar por una industria del turismo y el entretenimiento para mantenerlos ocupados, que es la opción más pobre; flexibilizar la jubilación; o educar a la gente para vidas más largas, recuperando las preocupaciones humanísticas. Quien tiene cultura no se aburre nunca», defiende Arias.

Según el retrato del jubilado que hizo un estudio de La Caixa en 2017, siete de cada 10 jubilados ya utiliza WhatsApp y el 65% entra a diario en Facebook.

¿Está la sociedad occidental preparada para la era de la longevidad? Responde Lynda Gratton: «Hay una crisis real y ni las personas ni las empresas ni los gobiernos están haciendo lo suficiente. Los gobiernos deben enfocarse en la agenda de reciclaje y en ayudar a las personas a hacer transiciones a nuevos trabajos y habilidades».

¿Está España lista para que vivamos más de 100 años? «No parece que haya ninguna previsión», lamenta Manuel Arias Maldonado. «Así que esperemos que Japón encuentre la solución y nos la preste».

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