La historia de Antonia, una abuela sevillana adoptada a los 65 años

La historia de Antonia, una abuela sevillana adoptada a los 65 años

Decenas de mayores sin familia son visitados en las residencias por «nietos» que no tienen lazos de consanguinidad.

MARÍA JOSÉ MORÓN – SEVILLA

Antonia está aprendiendo a leer, a escribir y a hacer sumas y restas. Tiene 65 años y cuenta con una leve discapacidad mental. Su hija y sus dos nietas viven en otra ciudad y disfruta de ellas cuando vienen a verla, y también mantiene contacto con sus dos hermanos. «Lo más bonito es cuando nos enseña orgullosa su cuaderno con todo lo que ha aprendido en esa semana», dice Esther Ciria, una joven voluntaria que acude a su residencia todos los viernes por la tarde para acompañarla.

Esther, de 24 años, está estudiando el Doctorado de Psicología en la Universidad de Sevilla y desde hace un mes y medio participa en la iniciativa «Adopta a un abuelo». Se trata de un proyecto intergeneracional para que las personas mayores se sientan queridas, escuchadas, valoradas y, sobre todo, mejoren sus estados físicos y mentales. A cambio, los jóvenes aprenden y crecen con la sabiduría de los abuelos. «Es un beneficio mutuo», explica.

La idea surgió en 2014 cuando Clemente, el abuelo de Alberto Cabanés, vivía en una residencia e iba a visitarlo. Su mejor amigo, Bernardo, no tenía familia y le decía que le encantaría tener un nieto como él. «Lo pidió a los Reyes Magos y me presenté con un contrato de adopción», afirma el fundador y presidente la iniciativa a este periódico. Este gesto entrañable lo fue comentando a sus amigos más cercanos y a partir de entonces comenzaron a acudir a los centros de mayores. «Monté una plataforma digital para organizarnos y a día de hoy ha ido creciendo como la espuma».

Desde el principio, lo vieron claro: firmaron acuerdos de colaboración con las diferentes residencias de casi una treintena de ciudades españolas y de momento ha sido un «éxito». En la actualidad colaboran más de quinientos voluntarios y 250 personas mayores.

Para participar en el programa sólo hay que tener menos de 35 años —hasta hace muy poco era hasta los 30 años— y un fuerte compromiso y responsabilidad. «Peor es tener a un abuelo solo, que tener a un abuelo solo y decepcionado», explica Alberto, mientras que afirma que el 95 por ciento de los inscritos son rechazados.

La gran mayoría de las personas mayores que participan en el programa no tienen familia o viven lejos. «Los que tienen hijos lo ven, además, con muy buenos ojos porque les estimulamos, les frenamos el deterioro cognitivo o les mejoramos los índices de depresión». De su lado, los abuelos ofrecen experiencias y valores que hoy en día se están perdiendo. «A los voluntarios les cambia la vida por completo, ya que la comienzan a ver de una forma diferente. Es inexplicable».

El programa tiene fecha de caducidad. Suele durar unos nueve meses y es algo que engancha. «El 70 por ciento de los voluntarios continúan teniendo una relación con los abuelos una vez que finaliza la iniciativa, porque se crea una unión familiar auténtica», asegura Alberto. Ahora mismo, el proyecto tiene una en lista de espera de 5.000 voluntarios, procedentes de doce países, principalmente de Europa y América. La intención en 2018 es abrir la plataforma en Portugal y también en todas las provincias de España y «algún día estaremos en todo el mundo».

Voluntarias en Sevilla

Esther es una de las voluntarias que superó el proceso de selección para ser «nieta» de Antonia. Nació en Ceuta y se vino a estudiar Psicología a Sevilla. Cuenta que tuvo una asignatura sobre la psicología en personas mayores que le llamó la atención. «Me hizo pensar e interesarme por nuestros ancianos hasta que encontré por Internet la iniciativa». Se inscribió sin pensárselo y le dieron formación al respecto, porque no hay que olvidar que son personas que pueden fallecer pronto.

En las visitas suelen acudir dos voluntarios. Todos los viernes, Esther y Vanessa se dirigen puntual a la residencia Vitalia de Kansas City para acompañar a Antonia. «Nos enseña fotos de su vida y también jugamos con ella. Nos da siempre una paliza en las damas y dominó», confiesa emocionada porque, dice, «le hace sentirse grande».

Consolación es compañera de Antonia. Es extremeña, pero lleva muchos años en Sevilla. Vive también en el centro de mayores porque no tiene hijos. «Estoy deseando que lleguen los viernes porque estos chicos son muy amables y te alientan», expone mientras se ríe. Le gustaría continuar en el programa el próximo año, ya que asegura que ha mejorado su carácter. «Me gusta dibujar, pero prefiero hablar y disfrutar de la compañía porque me reconforta».

Más de ocho millones de personas pasan de los 65 años, de los cuales 329.000 se encuentran ingresados en residencias, según el Instituto Nacional de Estadística. De hecho, se espera un incremento de los hogares unipersonales en personas de 65 y más años. España tendrá el doble de ancianos dentro de poco y esto «será un problema». Por eso, Esther invita a todo el mundo a que participen en el proyecto porque «no hay nada peor que estar solo».

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