Los colegios también se divorcian

Los colegios también se divorcian

La Junta de Castilla y León edita una guía sobre cómo resolver los conflictos que se llevan a las aulas tras una separación.

BERTA G. DE VEGA

Tutorías por duplicado, autorizaciones firmadas por los dos progenitores o un informe sobre la bajada de notas como síntoma de que algo va mal en el régimen de visitas de unos padres separados. Recogidas en el colegio, avisos de fiebre, competiciones en fin de semana. Los divorcios han cambiado y complicado el trabajo de muchos colegios. En 2016, hubo 96.000 separaciones y la duración media de los matrimonios fue de 16 años. Con los niños en edad escolar obligatoria, eso significa que el colegio también es parte afectada en los divorcios.

La Junta de Castilla y León se ha visto obligada a sacar una guía para asesorar a los profesores y centros educativos en estos casos y, por si hubiera más dudas, también ha habilitado un correo electrónico para los profesores.

¿Cómo puede influir en el colegio un divorcio envenenado? Delia M. Rodríguez, del despacho de abogados de familia Vestalia, explica que a los juzgados llegan hasta quejas porque uno de los progenitores ha llenado las tardes de la custodia del otro de extraescolares: «Hay jueces que pierden la paciencia».

Sin acuerdo, las víctimas son los niños y el trabajo extra cae en muchos centros. Se pueden quedar sin excursiones, sin extraescolares o sin un cambio de colegio como alguno de los progenitores sólo tenga en la cabeza fastidiar. «Si es un deporte de riesgo el que van a hacer los niños, también», sigue la letrada, que explica que ahora los colegios se andan con mucho cuidado, años después de que empezaran a brotar los problemas y verse inmersos en dinámicas judiciales. De ahí la guía de Castilla y León.

Antonia Quesada, de Málaga, tiene la custodia de sus dos hijos, Alberto y Juan. Hace un año se mudó de casa, lejos de colegio pero al lado del mar. Al padre de los niños le pareció mal, porque él sí vivía cerca del centro escolar. Asunto zanjado: los niños no se cambiaron. «Podría haber ido a un juez y que nos escuchara a los dos, pero preferí no meter a los niños en ese lío», explica esta madre que también convive con un hijo de su actual pareja, que tiene la custodia del niño. Isabel C., arquitecta de Madrid, tuvo que cambiar a los niños del colegio privado porque el padre se negó a seguir pagando a medias la matrícula. «Yo soy la que pago las extraescolares y, cuando le toca a él por las tardes, muchas veces no van», dice resignada.

Queda claro que la elección del colegio es cosa de los dos y, por eso, ahora, se exigen dos firmas en cualquier tramitación escolar, «hasta de reserva de matrícula», explica Delia. Las actividades fuera del horario escolar tienen que ser consensuadas y pagadas a medias porque se considera un gasto extra, aunque, en el caso de que uno se niegue, se puede hacer lo de Isabel. Según fuentes de Educación de Castilla y León, los correos más frecuentes con dudas de los profesores también incluyen «la elección de la asignatura de religión o valores éticos, cuestiones relacionadas con el aseo de los niños o con el material o problemas sobre la recogida de los menores a la salida del colegio».

Isabel C. explica que el hecho de que el colegio al que van ahora sus hijos sea un católico concertado tampoco agrada al padre, que preferiría uno público. Y la religión y las comuniones también puede ser un punto de fricción.

Situaciones complicadas

Lo peor es cuando se está en un limbo legal que puede durar hasta cuatro meses, desde que se toma la decisión de la separación hasta que hay un convenio: «Ahí se pueden vivir situaciones difíciles. De dejar de llevar a los niños a la guardería y no saber a cuál la han podido cambiar o que se presente uno de los dos a recoger al niño sin que el otro progenitor lo sepa».

Afortunadamente, según la estadística, el 75% de los divorcios se alcanza por mutuo acuerdo y eso que la mediación sigue siendo una asignatura pendiente a la que se llega sólo con el boca a boca. Delia M. Rodríguez cree que debería haber campañas institucionales para animar a la mediación porque el punto de vista de un tercero puede limar diferencias. «El tono de lo que va a ser la custodia lo marcan los dos primeros días de la decisión de separarse. Quien peor se lo tome puede optar por envenenarse o por pensar que hay que poner a los niños siempre primero», dice Javier Ríos, que lleva ocho años con custodia compartida de sus dos hijos, sin muchos problemas.

Sobre las tutorías y las comunicaciones, la guía de Castilla y León deja claro que el colegio debe garantizar que los dos tengan acceso, aunque sea de forma individualizada, aunque eso suponga más trabajo. Las notas, los calendarios, las excursiones, los cambios de horario, cualquier documentación de ese tipo, será doble. También es más esfuerzo para los niños porque todo lo que requiera de una firma de progenitor en caso de separación tiene que ser doble, o sea, llevar el papel de una casa a otra. Y, puestos a no estar de acuerdo, los hay que no autorizan el uso de imágenes de sus hijos por parte del colegio, mientras el otro progenitor sí lo hace. Esas diferencias pueden acabar en un juez y, como dice Delia M. Rodríguez, los hay que pierden la paciencia.

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