18 Sep Perros guía que son “parte de la familia”
En Euskadi hay 34 animales asignados a invidentes que facilitan su día a día dotándoles de una mayor autonomía.
ALEX ZUBIRIA
La importancia que tienen los perros guía en las personas invidentes va mucho más allá de limitarse a ser una herramienta con la que facilitar su movimiento. Son parte de su familia, de su hogar y de su día a día. “Es como tener otra persona en casa. Cada mañana se sube a mi cama y me levanta las sábanas chupándome la cara para que me levante con ella”, afirma Begoña Manterola, encantada junto a su perra guía, Jewua.
En Euskadi la ONCE tiene asignados 34 perros guía para “dotar de independencia y autonomía personal a las personas invidentes e integrar al colectivo”. Pero la realidad es que en la mayoría de estos casos, la compañía de los animales se ha transformado en una dependencia sentimental que supera la definición asignada de la ONCE. “La mayoría de las palabras que me enseñaron para darle órdenes se me han olvidado. Ella sabe perfectamente lo que quiero, no tengo que decirle nada porque somos prácticamente una”, señala Manterola.
Begoña se animó a adoptar “con muchas dudas” a Jewua tras el fallecimiento de su marido. Tras una espera de tres años, finalmente la perra llegó a su hogar con menos de dos años de vida. “Estaba nerviosísima, me daba mucho miedo cómo me iba a llevar con ella”, asegura la donostiarra, “pero me dije, adelante con ello”. Cuatro años y medio después, Manterola lo tiene claro: “Tener perro te lleva a muchas obligaciones, pero te aporta muchísimo más”.
Los perros guía ayudan al desplazamiento de las personas invidentes, a su manejo en el transporte público y a sentirse acompañadas en casa. La ley 10/2007 sobre perros de asistencia para la atención a las personas con discapacidad del parlamento vasco establece el acceso obligatorio de perros guía en transportes y establecimientos, lo que ha permitido una nueva realidad para muchas personas ciegas. “Antes iba a todos los lados en autobús, no me atrevía a ir a nuevos sitios andando. Ahora casi siempre voy a pie”, afirma Begoña.
Un largo proceso
La lista de espera de la ONCE para adoptar un perro guía es en la actualidad de tres años. Una vez que un usuario solicita un animal, comienza un largo proceso que determina “las condiciones de cada persona y el comportamiento de cada perro”. Así lo indica Ana Dávila, jefa de servicios sociales de la ONCE: “La decisión de solicitar un perro es de cada uno, hay gente que se sienta más cómoda con un bastón y hay gente que tiene mayor autonomía junto a un perro”.
En la actualidad en el Estado hay 1.069 perros entregados, 136 en el último años de los que seis fueron en Euskadi. Desde 1990, año en el que comenzó la ONCE el reparto, se han entregado más de 2.500 animales.
“Nuestros profesionales deben realizar un informe médico, psicológico y de movilidad del usuario, así como saber si tiene recursos económicos”, señala Dávila, puesto que a pesar de que el perro es en todo momento propiedad de la ONCE, “se cede el animal” y cada usuario debe hacerse cuidado de la comida y vacunación del can.
Por otro lado, el adiestramiento del perro lleva consigo un proceso “especial”. En la escuela de adiestramiento de la ONCE en Madrid se seleccionan los cachorros que serán entrenados, permaneciendo en el centro hasta los 40 días de vida. Es entonces cuando son entregados a familias de acogida, quienes están con el animal hasta que cumple un año con el objetivo de “sensibilizarlo y que aprenda las normas básicas de comportamiento”.
Con un año el perro vuelve al centro dónde comienza su adiestramiento, que varía en el tiempo según el animal, hasta que se le asigna a un usuario. Esta persona debe acudir once días a la escuela dónde los monitores le enseñan cómo manejarse con él y después, es el monitor quién se desplaza hasta el hogar del usuario para hacer un pequeño seguimiento.
“Los primeros días son duros, quizás ahora mire para atrás y me diga a mí misma que no, pero sí que lo fue”, comenta Begoña. El proceso de adaptación no es fácil para el usuario, pero tampoco para el perro. “Para ella era todo nuevo, estaba un poco rebelde y me hacía unas diagonales enormes en la calle que me dejaban en lugares que no conocía”, recuerda Begoña.
“Son parte de tu vida”
La donostiara asegura que solo una vez ha tenido problemas para entrar en algún lugar con el perro y fue en una mercería. “Me dijeron que no podía pasar con ella, les avisé de que era un perro guía y ni aún así me dejaron. Sé que podría haberlo denunciado, pero solo ha sido una excepción”, asegura la mujer, añadiendo que “ya está todo olvidado”.
“Los perros guía van siempre con su distintivo y su correa. Mucha gente no les presta atención y van a tocarlo cuando están trabajando. La gente tiene que concienciarse, porque un movimiento puede ser fatal para la persona invidente”, asegura Dávila.
Jewua lleva tanto el distintivo de perro guía como el collar, pero a Begoña no le importa que la gente se acerque a saludarla. “Es verdad que podemos despistarnos, pero yo suelto la correa y solo la llevo con la barra de apoyo, así ella misma sabe que puede jugar con quien se le haya acercado”, comenta.
El perro permanece con su dueño hasta que comienza a bajar en sus prestaciones por la edad. Es entonces cuando el animal es retirado como perro guía y vuelve a la escuela. No obstante, cada dueño tiene la oportunidad de decidir quedarse con él tras su “jubilación”. “Son parte de tu vida, es muy difícil desprenderse de él”, concluye Begoña.
Está claro que la importancia que un perro guía tiene en la vida de cada invidente va más allá de mejorar su autonomía. Sin lugar a dudas, cada animal se convierte en una pieza fundamental dentro sus vidas.
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