05 May Abuelos, la red de seguridad
Cada familia compagina trabajo, hijos y tiempo libre como puede, pero hay una coincidencia en la mayoría: los abuelos son una parte fundamental de la vida de los pequeños, una figura tierna a la que acaban adorando.
MARTA MARTÍNEZ
Laura solicitó una reducción de jornada laboral cuando nació su primera hija, Laia, de siete años. Esto le ha permitido tener las tardes libres para recogerla a la salida de la ikastola, darle la merienda, acompañarla a las actividades extraescolares, hacer los deberes con ella… Esta labor la compagina con su marido, Andoni, que sale a las cuatro de trabajar. Sin embargo, antes de la escolarización de la pequeña, la pareja tuvo que acudir a la abuela. Lo mismo le ocurrió con su segundo hijo, Mikel, de tres años. Hasta cumplir los dos, los hermanos han pasado largas horas con su amama. De hecho, hoy en día, si alguno se pone enfermo y no puede ir a la ikastola, es ella quien se hace cargo. “Yo no concibo el papel de madre sin mi madre. Me da mucha seguridad saber que están con ella”, comenta Laura.
No hay dos familias iguales. Cada una compagina trabajo, hijos y tiempo libre como puede, pero hay una coincidencia en la mayoría: los abuelos son una parte fundamental de la vida de los pequeños. Una figura tierna a la que acaban adorando. Maribel es amama de una niña de nueve años, Nora, y un niño de siete, Mikel. Le queda un año para jubilarse, pero tiene flexibilidad de horarios. Acude dos tardes a la semana a recogerlos a la ikastola, “cuando les toca música”, y se hace cargo de ellos las tardes de domingo para que sus padres disfruten del ocio. “Una cosa es ayudar y otra cosa es esclavitud. Yo nunca he tenido a mis nietos todo el día”, sostiene.
Hay padres a los que, ante la falta de opciones, no les queda más remedio que acudir a los abuelos para que se ocupen de sus hijos. Sin embargo, son también muchas las personas mayores que establecen un calendario con sus hijos para poder disfrutar de los pequeños de la casa unas horas a la semana. Rosi e Imanol acuden a la ikastola cada miércoles a recoger a sus dos nietos, de 7 y 5 años. “Venimos porque los queremos ver. Los fines de semana tienen planes y es la manera de estar con ellos”, aseguran. Su hija trabaja por turnos, unos días de mañana y otros, de tarde. Un día a la semana también acuden a la salida de la ikastola los abuelos paternos y por las mañanas, cuando ella trabaja, es una persona contratada la que se encarga de darles el desayuno y llevarlos a la ikastola. “Mi hija no quiere aitites canguro y a nosotros también nos gusta disfrutar de nuestro tiempo ahora que ya no trabajamos”, sostienen. De hecho, sus nietos fueron a guardería a partir de los cuatro meses.
Las estadísticas muestran que es en los primeros años de vida del menor, en la edad preescolar, cuando los abuelos pasan más horas con sus nietos. Ese el caso de las hijas de Beatriz, de 7 y 5 años. Ahora es ella quien las recoge a la salida de la ikastola, pero siendo bebés era su madre la que se quedaba con ellas toda la mañana. Ahora lo hace con su cuarta nieta, de meses. “Mi ama tiene cuatro nietas y nunca ha querido que las llevemos a la guardería. De hecho, en julio, se queda con las cuatro mientras trabajamos. Porque ella quiere”, explica Beatriz.
“Cierta intensidad” El Estudio sobre las condiciones de vida de las personas de 55 y más años en Euskadi, publicado por el Gobierno vasco en septiembre de 2015, revela que las personas mayores con nietos de corta edad ejercen su rol de apoyo con una alta intensidad, es decir, una media de 16,4 horas a la semana, algo más de tres horas al día de lunes a viernes.
Según Javier Elzo, en las últimas décadas se han dado varios cambios que empujan a los mayores a tomar un rol protagonista en la vida de los más pequeños. “En primer lugar, es consecuencia de la evolución demográfica de la población. Las personas mayores cada vez viven más y en mejores condiciones físicas y mentales durante más tiempo. En segundo lugar, las parejas en edad de procrear tienen un hijo o dos como mucho. El tercer dato fundamental es que la mujer ha salido a trabajar fuera de casa y el cuarto es que el servicio doméstico en casa, antes muy habitual, ahora ha desaparecido prácticamente. Una pareja con hijos hoy en día no puede permitirse tener una persona trabajando en casa, y en caso de que se lo pudiera permitir, supondría que uno de los dos salarios iría a eso, por lo que no podrían cubrir una serie de expectativas de vacaciones, de vida, salir a cenar…”, explica el sociólogo.
Los datos muestran que uno de cada tres abuelos cuida con una frecuencia al menos semanal a sus nietos. A diario lo hace un 15%. “El papel que juegan los abuelos en el cuidado de sus nietos es muy importante, pero quizá es menor de lo que se suele pensar”, sostiene Joseba Zalakain, director del SIIS Centro de Documentación y Estudios. “Se ha ido construyendo una idea de que son una especie de agente insustituible y que su papel es más importante en países como el nuestro, en Euskadi y en el conjunto del Estado, pero cuando uno mira los datos se da cuenta de que no hay tanta diferencia con respecto a otros países europeos”, enfatiza. En ese sentido, Zalakain hace hincapié en la diferencia entre abuelos y personas mayores, que pocas veces se hace a la hora de analizar estos datos. “La mitad de las personas mayores o no tiene nietos o los tiene, pero mayores, o no los tiene cerca”, explica.
Prestaciones Los datos indican también que el número de personas que disfrutaron de excedencias o reducciones de jornada ha aumentado en años recientes. Según el Gobierno Vasco, el año pasado, 17.194 personas se beneficiaron de las prestaciones por excedencias o reducciones de jornada, el 92% de ellas mujeres -el importe medio de la ayuda ascendió a 1.761, 91 euros-.
Al igual que Laura y la nuera de Maribel, Itxasne, madre de dos niños, de 8 y 14 años, se ha acogido a la reducción de jornada. Sale a las tres de trabajar y también acude cada tarde a la ikastola a recoger al pequeño. “Al mediodía van a comer a casa de mi ama. Es ella la que nunca ha querido que se queden en el comedor y ocurre que, al final, las costumbres se hacen obligaciones”, asegura Itxasne. La amama pasa así tres horas al día con sus nietos.
Según Zalakain, en Euskadi hemos avanzado en los últimos años en políticas de conciliación, pero todavía nos queda camino por recorrer. En primer lugar, sería necesario ampliar las prestaciones familiares por hijo a cargo. “Frente a las ayudas que tenemos, un poco escasas todavía, lo que tienen la mayor parte de los países de Europa, como Francia, Alemania y Reino Unido, son prestaciones más universales”. “En segundo lugar, es evidente una falta de política más amplia de permisos para reducción de jornada y para temas de excedencias. Desde hace años ha sido el Gobierno Vasco el que ha tomado medidas al respecto, aunque a quien correspondería en realidad sería a la Seguridad Social. Pero esta es muy lenta y reacciona poco a estas cosas”, sostiene. Un tercer punto fundamental es contar con una red de centros de atención infantil de calidad. “Aquí se ha hecho también mucho con las haurreskolak, pero deberían ampliarse para la gran mayoría de los niños como la educación obligatoria. Está demostrado que una escolarización temprana tiene un impacto positivo a largo plazo”, explica el director del SIIS Centro de Documentación y Estudios. Por último está la cuestión de los horarios de trabajo, que deberían estar adaptados a las exigencias familiares.
Ante la falta de una política de conciliación en mayúsculas, los más vulnerables son aquellos que no cuentan con una red de apoyo familiar. “Una pareja o una persona con hijos que no tenga una red de apoyo familiar está condenada a comprar esos apoyos o, si no puede, a no trabajar. La tercera vía es dejar a los niños solos, que es lo que pasa, por ejemplo, en muchas familias inmigrantes cuando los niños tienen cierta edad. Los niños van al colegio con la llave de casa colgada del cuello, se hacen la merienda, hacen los deberes… Pero ese no es el modelo de crianza que se busca porque eso tiene impacto en las posibilidades educativas y de la crianza del chaval”, concluye.
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