08 Mar El sueño de Dori antes de morir… ¿y tú qué pedirías?
La Fundación 38 grados cumple los sueños de los enfermos terminales
Volver al pueblo o reconciliarse con un familiar, algunos de los deseos
Arrastrar cuentas pendientes es un factor que hace sufrir a los pacientes
ANA DEL BARRIO
¿Te imaginas que contrajeses una enfermedad terminal y te quedasen tres meses de vida? ¿Cómo querrías despedirte? ¿Qué deseo te gustaría poder cumplir antes de ajustar cuentas con la muerte?
Volver al pueblo natal, ver el mar, reconciliarse con su padre u otro familiar querido, casarse, dar un paseo con un chico guapo, conocer a su ídolo… Estos anhelos de algunos enfermos en la fase final de su vida se han visto cumplidos gracias a la Fundación 38 grados, dedicada a hacer realidad los deseos de las personas durante el último tramo de su existencia.
Dori García es una de ellas. Postrada en su cama del centro sanitario San Camilo de Tres Cantos (Madrid), esta modista de 69 años pudo satisfacer una de sus aspiraciones: acudir a un desfile de modelos.
Su hijo Óscar Checa había conseguido entradas para la Pasarela Cibeles, pero el estado de salud de su madre se agravó. Con un tumor cerebral, Dori no se puede mover ni hablar, pero se le ilumina la mirada cuando su hijo le coge de la mano y le recuerda el desfile: «Mi madre quería ir a un pase de modelos porque estuvo toda la vida trabajando en un taller de moda. Me puse en contacto con la Fundación 38 grados y, en unas semanas, hicieron magia. Fue algo precioso porque se creó una energía positiva y, al día siguiente, mi madre se encontraba mejor», relata Óscar, todavía emocionado.
Por un día, el centro San Camilo se convirtió en una pasarela improvisada, donde las modelos desfilaron rodeadas de personas con enfermedades irreversibles. Y, al fin, Dori pudo respirar tranquila.
No es una cuestión trivial. La insatisfacción por no haber cumplido los sueños o el hecho de arrastrar cuentas pendientes son algunos de los factores que más hacen sufrir a los pacientes en estado terminal, según aseguran los especialistas.
«Es importante ayudar a los enfermos a saber despedirse: qué necesidades tienen, cómo les gustaría irse, que querrían hacer… Estas medidas suponen un factor de protección frente al duelo», explica Yolanda López, psicóloga de la Unidad de Cuidados Paliativos del San Camilo.
Sin embargo, la tarea no es sencilla. En una sociedad en la que la muerte es un tema tabú, nadie quiere afrontar la partida de un familiar cercano y, mucho menos, preguntarle por el desenlace final: «Hay veces en que la cultura de la muerte está tan escondida que es difícil abordar el último momento. Pero es algo que se debería institucionalizar como parte del acompañamiento», añade López.
La iniciativa de 38 grados surgió tras la experiencia de una de las fundadoras, quien atravesó una grave enfermedad y se dio cuenta de la angustia que le causaba no haber zanjado temas vitales.
Cada una de las patronas de la fundación ha tenido su propia vivencia ante la muerte. Una de ellas no se pudo despedir de su madre; otra tuvo que acompañar a una amiga íntima que perdió a su recién nacido en tan sólo 12 horas; una tercera trabajaba de voluntaria en una unidad de apoyo al duelo…
Ocultar la enfermedad
La suma de todas estas experiencias les hizo llegar a la conclusión de que las cosas se podían hacer de otra manera. Por este motivo, Macarena Hidalgo, Araceli Herrero, María Martínez-Mena y Rocío Ramos se unieron para animar a los familiares que pasan por ese trance a hablar sin tabúes de la muerte: «No hay que esconderla, sino normalizarla porque forma parte de la vida. Mucha gente no puede despedirse porque no ha aceptado la muerte. Cuando las familias esconden la enfermedad, se crea dolor porque luego se arrepienten: ‘Si hubiera dicho’…», argumentan las fundadoras de 38 grados.
La organización de un evento en esos duros momentos puede tener un efecto balsámico para toda la familia, como sucedió con un joven de 33 años, que pidió casarse antes de morir. De esta forma, la familia no estuvo triste en los días finales, sino entretenida con los preparativos de las nupcias.
Cristina González, una chica de 18 años con una enfermedad degenerativa, es otra de las personas que logró cumplir su sueño de acudir al concierto de Pablo Alborán en Las Ventas. «Instantes como el vivido ese día tan feliz nos alimentan de cara a los otros momentos de dolor», confesó su madre.
La Fundación 38 grados, que no recibe subvenciones y está sufragada con las ayudas de particulares, tampoco se dedica a cumplir deseos imposibles, como un viaje a las Maldivas. «Esto no es Sorpresa, sorpresa. Tiene que ser un anhelo profundo que reconforte. No es un tema folclórico», alega Rocío Ramos. Su labor consiste en apoyar la tarea diaria de los profesionales, como Yolanda López. «Lo más difícil es que el que se marcha y el que se queda vayan juntos al embarcadero, y que el familiar le ayude a montarse en la barca», declara esta psicóloga.
Óscar Checa puede presumir de tener los deberes hechos. «¡Uy, yo ya me he despedido de mi madre muchas veces!», bromea. En su casa hay una urna con las cenizas de su padre. Su madre se negó a esparcirlas hasta que no estuviesen las suyas. Dori ya sólo aguarda a reunirse con su marido. Pero se irá en paz y con los sueños cumplidos.
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