07 May ¿Está dispuesto a amar en la salud y en la enfermedad?
* La aparición de una enfermedad grave es un punto de inflexión en las relaciones
* Hay más posibilidades de divorcio cuando la mujer enferma, según un estudio
* Es fundamental mantener la intimidad y una comunicación fluida y basada en la empatía
BEATRIZ G. PORTALATÍN – MADRID
Se jura lealtad y respeto: «… prometo serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida». Pero en el peor (o en el mejor) de los casos, estas promesas se quedan sólo en un rito nupcial. Una de las muchas situaciones que puede hacer peligrar el equilibrio de un pareja, es la aparición de una enfermedad grave. Un hecho que supone un punto de inflexión en la vida sentimental, que bien puede fortalecerla, o terminar sellando el punto y final.
Un estudio elaborado por la Universidad lowa, en Estados Unidos, analizó la tasa de divorcios en matrimonios en los que uno de los cónyuges tenía una enfermedad grave en comparación con los matrimonios que no tenían ese diagnóstico. Los resultados publicados en la revista revista Journal of Health and Social Behavior concluyeron que en los matrimonios en los que a la mujer se le detecta una enfermedad grave, y no al hombre, «existe un 6% más de probabilidades de ruptura con respecto a los matrimonios sanos». Por su parte, no se encontraron diferencias cuando el que enfermaba era el hombre.
Según la autora principal del estudio, Amelia Karraker, una enfermedad supone una amenaza para la armonía de una pareja, pero los datos no explican el porqué de estas diferencias. Una de las posibles razones podría ser el aspecto económico que suele tambalearse en este tipo de situaciones. Pero esto es sólo una mera interpretación. Entonces, ¿qué ocurre realmente, cuando una enfermedad grave irrumpe en una pareja?
Miedo a no volver a ser los mismos
Recibir el diagnóstico de una enfermedad grave, «supone al principio, un gran bloqueo. No sólo para el paciente, sino también para su pareja y sus allegados», asegura a EL MUNDO Margarita Feyjóo, jefa del servicio de Oncología del Hospital Sanitas La Moraleja. El tratamiento farmacológico y terapéutico de la propia enfermedad cobran casi el único protagonismo en la vida del paciente, relegando a un segundo y tercer plano todas las demás áreas, incluyendo por supuesto, la parte sentimental.
Para las personas solteras, una enfermedad como el cáncer, explica Marta de la Fuente Lago, psicooncóloga y psicóloga del Centro Área Humanae de Madrid, supone físicamente una gran inseguridad a la hora de enfrentarse a su entorno. En las personas que tienen pareja, pueden aparecer pensamientos del tipo ‘está conmigo por pena o por obligación’.
Tanto en hombres como en mujeres, «el principal miedo es el no volver a ser los mismos que eran, antes de la enfermedad», añade Feyjóo. Y no sólo en cáncer, todo esto puede ser aplicable a cualquier enfermedad grave. Muchas mujeres se cuestionan físicamente, por lo que hay una separación social de los demás: no me veo atractiva, por lo tanto, los demás tampoco lo harán. Hay un temor a perder su rol como mujer, insiste esta facultativa, y lo peor de todo, es que no lo verbalizan. Aunque ellas, lo hacen mucho más que ellos.
Sólo una vez pasado el punto álgido de la enfermedad se empieza de nuevo a prestar atención y a querer recuperar aquellas facetas que se habían dejado de lado, como la parte relacional y sentimental. Pero cuando esto ocurre, confiesa Feyjóo, a veces resulta muy complicado retomarlas. En contra de lo que se pueda pensar, en el caso de decidir romper la relación, son las mujeres las que suelen dar el paso. Una vez recuperadas, explica la doctora, muchas de ellas se redescubren a sí mismas, no vuelven a ser las que eran y dan importancia a cosas que antes no reclamaban tanta atención: lo que antes no valía nada, ahora vale mucho. Es por eso que «si la relación de pareja ha sido difícil durante la enfermedad y no han encontrado el apoyo suficiente en el otro, deciden romperla y empezar una nueva vida». Es por ello, que dedicar tiempo a la parte afectiva y de pareja, es crucial para la recuperación, y no se debe nunca, dejar a un lado.
¿Y qué pasa con el sexo?
Según publicaba hace varios años una encuesta mundial en la revista Arch Sex Behav, los hombres dan al sexo un 83% de importancia y las mujeres un 63%. Aunque, según los expertos, la cifra en mujeres sería mucho más alta, sólo que a en ocasiones y por una cuestión cultural, les cuesta más reconocerlo. En la actualidad, la situación se torna bien distinta. «No existen diferencias de género: a las mujeres también les preocupa el sexo, y mucho», afirma de La Fuente. De hecho, «son ellas las que suelen hablar más abiertamente en las consultas de los temas de pareja, incluso, cuando el que está enfermo es su marido, y no ella. Eso sí, esperan a estar a solas para preguntar y pedir consejo al especialista», añade la doctora Feyjóo. Por ello, es también una responsabilidad de los facultativos, el preguntar en consulta por estos temas, «porque son muy importantes para la recuperación completa del paciente», afirma.
En algunas enfermedades, por ejemplo en determinados tipos de tumores, los tratamientos de quimioterapia pueden producir algunas disfunciones sexuales como bajo deseo sexual, disfunción eréctil y otros problemas. Por eso, en muchas ocasiones se tiende a eliminar y olvidar la parte sexual de la pareja. Sin embargo, una de las claves para el proceso de recuperación, es que la pareja siga teniendo sus espacios de intimidad. «Si se mantienen estos momentos, la pareja saldrá reforzada de la enfermedad», asegura Feyjóo.
En este sentido, es fundamental concienciar de que sexo no sólo es igual a coito. Que en una relación sexual caben muchas otras cosas. Es importante dar más protagonismo y sentido a los besos, a las caricias, a los masajes, a la masturbación… Y a esos momentos íntimos de la pareja, que no deben perder nunca. Incluso, confiesa Feyjóo, es una gran oportunidad para retomar y conquistar los detalles olvidados que con el tiempo se han ido dejando a un lado, después de años de relación.
Claves para reforzar la relación
«La enfermedad, generalmente, afecta de forma negativa a las relaciones de pareja ya que es una fuente de estrés, desgaste emocional y sufrimiento, sobre todo en enfermedades graves, degenerativas y dolorosas», apunta la psicóloga Laura Rojas-Marcos, autora del libro La familia: de relaciones tóxicas a relaciones sanas. Pero en este sentido, pueden ocurrir varias cosas: que la relación se torne en un sin fin de dificultades que cueste bastante tiempo recomponer o bien, que salgan reforzadas. La mayoría de las parejas, según ha comprobado De la Fuente por su propia experiencia en consulta, suelen salir reforzadas. «Cuando la relación se rompe, generalmente, es porque influyen los problemas previos. Es decir, las dificultades que como pareja, ya existían antes de que la enfermedad apareciera». Y además, «no se trata tanto de un cuestión de género, sino de personalidad».
Para que una relación salga reforzada tienen que darse una serie de pautas. La comunicación, la empatía y el tener momentos de individualidad son claves fundamentales para que esto ocurra. Según aconseja De la Fuente, la comunicación entre la pareja debe estar centrada en la empatía, en la flexibilidad (hablar sólo cuando se quiera, no obligarle), en la escucha activa y en el respeto. Hay que acoger las emociones del enfermo, y las de la propia pareja. Dejar que el paciente se exprese, se desahogue, y no bloquear sus emociones negando que hable de ello. Tampoco hay que interpretar en momentos puntuales cómo se siente, ni hay que analizar sus silencios: es mejor preguntarle directamente y no dar nada por hecho. Y por último, facilitar la serenidad y no tomar decisiones de forma impulsiva.
Del mismo modo, es fundamental recibir toda clase de apoyo y de ayudas para hacer el proceso más fácil. Y no olvidar, como escribe Rojas-Marcos, que el cuidador necesita cuidarse, y que debe darse sus momentos de descanso y desconexión. También, aparte de la pareja, es necesario alimentar y mantener nuestra parcela de individualidad. Estar enfermo no es el fin, concluye Feyjóo, hay que tomarlo como una oportunidad, como un desafío, y no renunciar nunca, a pesar de todo, a ser uno mismo.
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