07 May ‘La vejez se puede curar’
DÍA DE LA SALUD
Entrevista a Aubrey de Grey
CARLOS FRESNEDA – CAMBRIDGE
A Aubrey de Grey le molesta que le pregunten cuánto tiempo le gustaría vivir: «No tengo una opinión sobre cuántos años quiero vivir exactamente, es cómo si me preguntaran cuándo quiero levantarme para ir al baño… Lo que me gustaría es permanecer saludable el mayor tiempo posible, y si puedo hacerlo sometiéndome a terapias de rejuvenecimiento cada década, mejor que mejor».
De momento el gerontólogo más original del planeta, con un pie en Silicon Valley y otro en Cambridge, asegura que no hace nada por «mitigar» su edad biológica, 51, acentuada por esas barbas largas en las que empiezan a aflorar las canas: «Tengo una buena constitución y apenas me hace falta cuidarme. Puedo comer de todo y beber tranquilamente cerveza. En el fondo, me siento casi como si tuviera treinta, que es la edad que nos debería servir de referencia si queremos mantenernos saludables».
Pero Aubrey de Grey huye de la expresión «eternos treinta» y esquiva cualquier pregunta sobre la inmortalidad en esta cita a ciegas en el pub Boathouse de Cambridge, que tiene algo de camarote flotante entre canales. Lejos quedan las viejas declaraciones del profesor iracundo, cuando aseguraba que podríamos vivir 200 o incluso mil años. Cuando le entrevistó Eduardo Punset aún hablaba de un «estiramiento» de 30 años gracias a las terapias regenerativas. Ahora prefiere dejarlo en una edad «sustancialmente más avanzada» de la esperanza media de vida de los países industrializados…
«Porque las diferencias, si te fijas bien, son mínimas. ¿Cuántos años se vive de más en Japón que en España? Pongamos que tres, y como mucho cuatro más que en Estados Unidos… Llevando una vida próspera y saludable, y aunque haya casos de gente por encima de los cien años, hemos llegado a un «techo». Para dar un salto cualitativo, necesitamos una aproximación radicalmente diferente».
En eso está desde hace algo más de dos décadas este ingeniero informático, apasionado de la inteligencia artificial, reconvertido a gerontólogo y biólogo. Su conversión fue hasta cierto punto «accidental», por la perplejidad que le causaba el desdén de los biólogos (empezando por su mujer) ante «el problema del envejecimiento».
«Yo me resistía a pensar que la vejez es un proceso natural e irreversible», recuerda De Grey. «Creo que ha llegado el momento de desmitificar esa idea tan arraigada que nos ha impedido progresar. La vejez es mala y te acaba matando. La vejez es muy dañina y consiste básicamente en una serie de cambios en el metabolismo que conducen al deterioro progresivo de nuestro organismo. Pero esos daños se pueden reparar. Con un mejor mantenimiento de nuestro cuerpo, podremos permanecer más tiempo saludables. Igual que cuando a un coche le alargamos la vida cambiándole las piezas fundamentales».
¿Es acaso la vejez una enfermedad que se puede curar? «No es exactamente eso, pero sí podríamos decir que es una suma de enfermedades, causadas por los problemas que provoca el paso del tiempo. En cualquier caso, es algo que se puede «tratar», con terapias mucho más efectivas y sofisticadas que las técnicas «anti-aging» que existen ahora. En el futuro, quizás pasemos por curas de rejuvenecimiento cada 10 años. Algunos tratamientos requerirán inyecciones, otros píldoras, otros incluso cirugía».
En el libro con el que el se ha granjeado su fama mundial, El fin del envejecimiento, Aubrey de Grey habla de los siete «jinetes» del envejecimiento y otras tantas estrategias para conseguir descabalgarlos. En su día predijo que a mediados de esta década estarían ya listos los primeros tratamientos. Ahora reconoce que la investigación va lenta en algunos campos, «aunque se han disparado en otros como la pérdida celular, tratada con terapias de células madre».
Desde que arrancó sus investigaciones, De Grey ha puesto mucho énfasis en el papel que desempeñan en la aceleración del envejecimiento las mutaciones nucleares y mitocondriales (en las reservas de energía de las células). Recalca también el gerontólogo el daño causado por la «basura molecular», tanto en el interior como en el exterior de las células, y que está en la raíz de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. El envejecimiento celular (causante de la senescencia inmunitaria y la diabetes de tipo 2) o la pérdida de elasticidad en las interconexiones celulares (que está en el origen de la arteriosclerosis) cierran temporalmente la lista.
Primero a través de la Fundación Matusalén y ahora a través del de Estrategias para la Reducción Artificial de la Senescencia (SENS, según sus siglas en inglés), De Grey ha intentando avanzar en los siete frentes con resultados desiguales… «Somos una institución pequeña, con un presupuesto de poco más de cuatro millones de dólares al año. Si tuviéramos diez veces más dinero, los avances serían más rápidos. Es cierto que aún no tengo un «producto» que ofrecer, pero creo que tenemos ya una reputación consolidada y el apoyo de gente eminente en el mundo de la tecnología. Esa fue una de las razones por las que echamos raíces en Silicon Valley: allí es donde está la gente que quiere cambiar el mundo».
Hubo un tiempo en que le llamaban lunático; ahora le empiezan a llamar visionario… La charla de Aubrey de Grey en TED (2,5 millones de pinchazos) le abrió las puertas de la «ciencia popular», mientras que el recelo de la clase científica ha ido remitiendo, al tiempo que se ha ido ensanchando el horizonte de las ciencias del envejecimiento…
«Necesitamos desmitificar la vejez de una vez por todas y tener una actitud no ya más proactiva, sino más inteligente… Es una tragedia que todos los días mueran 100.000 personas en el mundo por males asociados al envejecimiento. Es un drama que podemos evitar, con técnicas que están cada vez más al alcance de nuestra mano y que pueden tener un efecto radical en el modo en que viviremos de aquí a unos años».
Y ahora interpretamos ante De Grey el papel de abogado del diablo…
Le acusan de jugar a ser Dios..
* Es una solemne estupidez. Por esa misma razón consentiríamos que un destino divino arrasara poblaciones enteras con enfermedades.
¿La vejez no es acaso un proceso natural, como lo es la vida y la muerte?
* Yo no trabajo sobre la muerte, trabajo sobre el envejecimiento, que no es lo mismo. Es más, trabajo para lograr que la gente pueda mantenerse saludable el mayor tiempo posible. La longenvidad, en cualquier caso, es un efecto secundario…
¿Y dar marcha atrás al reloj biológico no es ir contra la naturaleza?
* La tecnología va esencialmente contra la naturaleza. Esa ha sido la base de nuestro progreso científico y la que nos permite vivir vidas más largas y plenas.
¿Si ralentizamos el envejecimiento no estaremos contribuyendo al problema de la sobrepoblación?
* Toda solución a un problema genera otro problema, pero yo creo que será llevadero. Disminuir radicalmente el número de muertes que se producen a diario podría ir acompañado de un mayor control de la natalidad y de un modo más sostenible de vida en el planeta.
¿Y quién va a querer vivir más de cien años? ¿No nos aburriríamos o nos faltaría motivación?
* Pensar así es tener una consideración muy baja de la naturaleza humana. Nuestro ingenio y nuesta creativida son inagotables. Teniendo salud, todo el mundo querría vivir más.
¿El cerebro podría adaptarse a los cambios?
* El cerebro está hecho de la misma materia que el resto del cuerpo. Al tiempo que el cuerpo rejuvenece, el cerebro rejuvenecerá, no se va a producir un bache de edad ni van surgir nuevos problemas mentales.
¿Y el riesgo de un mundo ‘feliz’ y dividido entre los que pueden y no pueden costearse el rejuvenecimiento?
* A la sociedad le va a resultar mucho más productivo tener a la población activa y no enferma. La mayoría de estos tratamientos tendrían que ser accesibles por la sanidad pública al común de los mortales.
«La vejez es una masacre», decía Woody Allen. Aubrey de Grey se mesa la barba, apura la pinta y da la razón al genio americano… «Estoy con él en casi todo lo que dice, como en aquella otra cita famosa: ‘Yo no quiero alcanzar la inmortalidad por mi obra; preferiría seguir viviendo en mi apartamento».
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