03 Jul La magia de poner palabras a los recuerdos
Los mayores de la residencia Sanitas Zaragoza realizan talleres en los que ejercitan su memoria echando mano de su pasado. Ayudados por las terapeutas de este centro, y en pequeños grupos, escogen de lo que quieren hablar.
JUAN ORTEGA – Zaragoza
A sus 100 años, Aurelio es capaz de relatar, como si fuera ayer, cómo conoció a su mujer en el antiguo casino de las Delicias. Cecilio, con 89, recuerda su odisea con el tractor cuando tuvo que hacer un viaje, entonces más peligroso que ahora, entre Mediana y una antigua estación de la capital aragonesa. Estos son solo dos ejemplos de las casi doscientas historias de los mayores que habitan en la residencia de Sanitas en Zaragoza, situada en el balcón de San Lázaro. El propósito es estimular sus capacidades cognitivas a través de la palabra y el recuerdo, pero los beneficios son múltiples: mejora su estado de ánimo, les genera nuevas ilusiones, fomenta su comunicación…
La mecánica es fácil: reunidos en pequeños grupos de cuatro o cinco, según sean sus circunstancias «participan todos, desde los que tienen una salud envidiable para su edad hasta los asistidos, los que padecen una demencia severa o alzhéimer»; escogen alguno de los dados con distintos temas que se les ofrecen y empiezan a hablar. Al principio les cuesta soltarse, aunque pronto responden con decisión a las preguntas de las terapeutas, que les ayudan a dirigir el foco hacia los aspectos de mayor nitidez de sus historias.
El proyecto se llama ‘Cuéntame’ y ha sido diseñado por Sanitas para los mayores de sus residencias en toda España. En la de Zaragoza, su puesta en marcha ha sido un éxito. Las sesiones duran unos tres cuartos de hora y engloban a todos los residentes, en este caso, unos 180. Además de los dados, cuentan con imágenes proyectadas para ayudarse en su relato. «Las circunstancias de cada uno son distintas y también sus edades; por eso, tratamos de organizarlos según sus afinidades: por ejemplo, en algunos casos, incluso tenemos en cuenta si han vivido en el mismo barrio. Para eso sabemos antes lo que llamamos su mapa de vida, una descripción de su situación que es muy importante para nosotros y nos permite entenderles», señala Cristina Santín, directora de esta residencia.
El centro está dividido en siete plantas independientes entre sí y cada una se organiza según la situación del usuario. «Psicológicamente es fundamental para los residentes convivir con personas similares a cómo se encuentran ellos», añade Santín.
«Tratamos de estimular la memoria y otros procesos cognitivos. Les está gustando mucho y ya han pasado la mayor parte de los residentes. Además, se fomenta la relación entre ellos», afirma Vanessa Barbero, una de las terapeutas que se encarga de estas sesiones.
Los dados, que incorporan dibujos, tratan sobre temas variados como animales de granja y domésticos, oficios, herramientas antiguas, aperos de labranza, imágenes de familias para que hablen de la suya y palabras como «amistad» o «amor». Las terapeutas les explican brevemente al inicio, tiran del hilo y el resto es cosa suya. Aunque pudiera parecer un problema, una sordera parcial, en el caso de ser patente, no frena la comprensión: «Ellos son los que te dicen que no oyen, sin sentir vergüenza por ello, y, cuando hay voluntad real, se comunican entre sí», añade Barbero. Si están muy deteriorados, eso sí, hay que hacer un mayor esfuerzo y la actividad se adapta a cada caso. Ante una persona demenciada todo tiene que ser mucho más dirigido. Pero nadie se queda fuera.
«Muchas veces, luego, se quedan hablando entre ellos. Hoy, por ejemplo, a propósito de una simple máquina de coser de las de antes», recuerda esta terapeuta, que recalca que, al hablar del pasado, las conexiones son mucho más fáciles que con lo más reciente: «Muchas veces están acostumbrados a no acordarse de otras cosas y por eso es una actividad que les resulta muy placentera. Esto lo dominan y se explayan, ya que el tema lo han elegido ellos y es de lo que quieren hablar», explica.
Más ejercicios
Si contar historias tiene mucho de terapéutico, por las sensaciones que les genera, esto se completa con otros ejercicios específicos de tipo cognitivo y para trabajar más el lenguaje: por ejemplo, elegir una imagen y enunciar una frase en la que metan tal o cual palabra. O que afirmen algo y el resto diga si es verdad o no, para fomentar así la interacción entre los compañeros y su razonamiento.
«Hay gente de edad muy avanzada, pero tenemos casos de personas más jóvenes con alzhéimer y, por eso, es preciso diseñar actividades acordes a muchas edades», apostilla la directora del centro.
No obstante, además de lo cognitivo, lo que verdaderamente se estimula es su estado de ánimo, ya que hablamos de «estar en un espacio en el que te sientes escuchado, en el que te hacen preguntas, que te resulta agradable…», enumera Barbero. Y Santín lo corrobora: «Son historias que ya han contado a sus seres queridos pero no a sus compañeros de residencia y, por tanto, es como si fueran historias nuevas, se sienten importantes al contarlas», afirma.
Viendo los resultados, Santín no duda de que repetirán otro año. Y esta no es la única actividad: los residentes hacen otras como ir al cine, cocinar, cuidar un huerto urbano con tomates y calabacines e, incluso, en algunos casos, ir al cine. Todo, menos la monotonía.
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