30 Jul ¿Vivir solo es vivir en soledad?
En España cerca de un tercio de la población vive en hogares unipersonales y esta circunstancia sigue aumentando año a año. Es un hecho al que nos tenemos que habituar y no tiene por qué ser un problema si sabemos afrontarlo y nos preparamos para ello.
Personas de todas las edades eligen vivir solas y no se sienten solas. Otras personas se ven obligadas a vivir solas, por circunstancias no elegidas, como puede ser la muerte del cónyuge o pareja, el abandono del hogar por parte de los hijos, etc.
La soledad es una experiencia individual y subjetiva que puede ocurrir en cualquier etapa de la vida, pero principalmente ocurre antes de los 25 años y después de los 65 años por razones bien distintas. La soledad elegida es una soledad querida, que produce satisfacción y no tiene por qué ser problemática. La soledad impuesta, no elegida, sí genera un sentimiento de amargura e insatisfacción con la vida que puede derivar en enfermedad, y a lo peor en dependencia.
España, junto a otros países del Sur de Europa, es uno de los países que más acusa esta problemática, según las investigaciones realizadas, cuando no es el país con mayor proporción de hogares unipersonales, es decir, con una sola persona. ¿Por qué se sienten solas las personas que viven solas en España? Y, ¿por qué no se sienten tan solas las personas de los países nórdicos de Europa, si viven solos como aquí? Parece ser que nuestra cultura tiene mucho que decir al respecto.
Somos europeos todos, pero con maneras diferentes de entender la vida. Aquí, en el Sur de Europa, compartimos la vida con nuestros hijos durante más años que los del Norte y generamos hábito, costumbre, solidaridad familiar, corresponsabilidad… Aquí seguimos esperando, aunque está cambiando a gran velocidad, que la descendencia femenina se haga cargo del cuidado y atención de sus progenitores y cuando esto no es posible nos afecta y nos sentimos desamparados, dudamos de los apoyos disponibles… Esto le ocurre a un gran número de personas mayores, especialmente personas viudas y mayoritariamente mujeres. Las expectativas añoradas se convierten en certezas no cumplidas y provocan sentimientos de soledad, de preocupación ante circunstancias adversas relacionadas con la salud, con las necesidades de cuidado, con la noche y los recuerdos, etc.
El incremento de la esperanza de vida en todo el mundo y la mayor supervivencia de las mujeres, provoca que este colectivo sea el más afectado, sin olvidar que los varones solos sienten la soledad con mayor frecuencia. Existen factores de riesgo bien determinados y contrastados pero difíciles de evitar, como la viudedad, la enfermedad, la pérdida de familiares y amigos, etc. Pero hay otros factores que sí podemos prever y aprender a lidiar con ellos para que no nos pillen desprevenidos. Entre ellos encontramos la flexibilidad y la adaptabilidad. La vida está en continuo cambio y para sobrevivir en buenas condiciones hay que adaptarse, desaprender lo que nos lastra y saber que se aprende a lo largo de todo el ciclo vital, lo que nos permite seguir desarrollándonos como personas y luchando por nuestro proyecto de vida.
Siempre existen oportunidades para desarrollar una amplia red social, además de la familiar, que nos permita compartir la vida, las inquietudes, intereses y deseos con otras personas, como, por ejemplo los programas educativos dirigidos a personas mayores o programas intergeneracionales o de voluntariado, o cualquier actividad que facilite la interconexión con otras personas de distintas generaciones y que ello nos genere satisfacción.
España cuenta con un servicio telefónico que atiende las 24 horas del día los 365 días del año a personas que viven solas o que lo necesitan y se denomina Teleasistencia. Solo hay que solicitarlo, el coste es asumible y evita que personas que viven solas, se sientan solas.
Por Ana I. Esteban Martínez, presidenta de Solidaridad Intergeneracional