Mayores: reinventarse frente a la soledad.

Mayores: reinventarse frente a la soledad.

Las personas mayores han sido el sector más castigado de nuestra sociedad durante estos meses de pandemia, y el más olvidado, han conseguido reinventarse con nuevas actividades para vencer a su enemigo, la soledad.

Ana Lizarbe y Andrés Goenaga

«No estamos dispuestos a asumir que tengan que morir personas o enfermar gravemente para que la mayoría siga con su vida como si nada pasara». Estas fueron las palabras de María Chivite al anunciar las nuevas restricciones que se implementaron en Navarra esta semana. Entre dichas limitaciones, el Gobierno foral decretó reducir el aforo de los centros de jubilados al 30%, frente al 50% permitido hasta la fecha. Las personas mayores han sido, son, y van a seguir siendo el colectivo más olvidado. Los clubes de jubilados se han mantenido durante meses cerrados, las actividades canceladas y las personas de más edad encerradas en sus casas. La soledad y la falta de asistencia han sido la prueba del terrible efecto que ha tenido la pandemia en los más mayores. En estos nueve meses transcurridos de 2020, 20.800 han sido los muertos en residencias con covid o síntomas compatibles, de ellos 462 en Navarra, representando un 72,99% de los fallecidos en la Comunidad Foral.

Este colectivo se ha vuelto invisible. Lo que está ocurriendo se oye, pero no se ve. Piden que se les tenga en cuenta y se les cuide. Porque se lo merecen, se lo han ganado. También hay quien piensa que al ser un grupo de riesgo deben mantenerse confinados en casa eternamente. Está bien ser precavidos, pero como cualquier ciudadano, necesitan activar sus relaciones sociales.

Cuando una persona mayor cuenta su vivencia durante el confinamiento parece que está relatando una película de terror. Tenían, y tienen miedo de todo. Se han sentido desatendidos médicamente, empeorando su salud. No han conseguido una cita en meses. Como no les cogían las llamadas en el centro de salud, no volvían a llamar. Muchos han perdido las recetas de sus medicamentos que deben tomar de manera periódica a causa de esa desatención. La atención primaria no ha sido la correcta, pero tampoco es tiempo de buscar culpables. Es hora de ofrecer soluciones.

Reivindicar no tiene edad

«Hay y debe haber vida más allá del covid», contesta Fernando Viedma ante la pregunta de cómo afecta esta situación a las personas mayores. Viedma, de 65 años, antiguo trabajador del metal, sindicalista de CCOO, parlamentario foral, emprendedor de centros especiales de empleo, y ahora como jubilado coordinador de Mayores frente a la crisis y coordinador de Mayores frente a la crisis. La coordinadora engloba a siete colectivos como AMONA, ANAPEN, ANAPP, Asociación de mayores Lacarra, Federación de Pensonistas de CCOO, Unión de jubilados y pensionistas e UGT y Sasoia, intentaba lanzar un mensaje tranquilizador. «Entendemos que nuestra salud no puede depender del negocio de empresas privadas, y mucho menos de fondos buitre», recalcaba. Viedma también es crítico con lo que ha ocurrido con las residencias y señala que unas residencias públicas exigen un control riguroso del dinero público. La Coordinadora siempre ha exigido, antes de que empezara la pandemia, medidas drásticas a nivel de recursos, equipos, medidas de seguridad, y condiciones de trabajo dignas para las personas que trabajan en las residencias. «Esto ya lo decíamos hace 9 meses», señala Viedma. Pese a sus reclamaciones, las medidas se tomaron demasiado tarde, como el tiempo ha acabado demostrando.

«Hay mucha gente que ha fallecido porque el sistema de salud no ha tenido los medios necesarios para atenderlos», añade Fernando Viedma, mientras explica que la Atención Primaria es un problema grave en este momento, ya que el sistema público de salud debe de cubrir estas necesidades que actualmente están descuidadas. Señala que este colectivo es el más desamparado y afectado de la población, a lo que se une que es golpeado fuertemente por la soledad. «Una persona mayor, o dos personas mayores solas en una casa, es lo peor que les puede pasar», apunta Viedma. Después de estos meses de pandemia los clubes de jubilados han abierto con limitaciones. Las asociaciones a las que representa la Coordinadora ofrecen una actividad muy limitada, entonces se quedan en casa por miedo, donde se sienten más seguros. Esta situación está llevando a que las personas mayores no puedan envejecer de una manera activa con una buena calidad de vida. El miedo a salir debe superarse reinventando nuevas fórmulas donde haya espacios seguros para que las personas mayores se relacionen.

«Dotar a los mayores de la atención y dignidad que necesitan» , de esta forma irrumpe Guadalupe Yoldi, una jubilada de 68 años, compañera de Viedma en la coordinadora. Insistiendo en la necesidad de la personalización de cuidados a los mayores, recalcaba cómo el sistema de salud se ha visto desbordado. Lo necesario de antes es más necesario ahora. Los mayores son una generación muy castigada por esta crisis a la que habrá que dotar de recursos. Ahora se habla de hacer las residencias de mayores más pequeñas. De esta forma –señala Yoldi– será posible dar una atención mucho más individualizada y personalizada. «Es muy difícil no tener miedo –explica– porque esta pandemia nos está haciendo a todos cambiar nuestro sistema de vida, pero en las personas mayores aún más». Ella incide en que si tienen miedo a acudir a su centro de salud o al servicio de Urgencias, que se aumente el número de consultas domiciliarias y mejoren las condiciones. Es necesario hacerlo porque los rebrotes continúan. «Navarra tiene una población envejecida, y se debe dar vida a esos años, vida digna, que hasta ahora no se ha hecho» comenta.

La Asociación de Jubilados y Pensionistas de la Ribera, situada en la plaza Padre Lasa de Tudela, tomó la delantera a la hora de cerrar sus puertas. «En marzo nos adelantamos al cierre del club, una o dos semanas, porque vimos el panorama» recordaba Esperanza Rubio, presidenta de la asociación. Recuerda que cuando cerraron su local desconocía los duros meses que se avecinaban. Esta asociación de Tudela solo atendía durante el confinamiento con cita previa. Había que llamar para ser atendidos, y solo recibían gente un día a la semana. Persona a persona para sus necesidades más básicas como comprar alimentos o citas médicas, pero no mantenían ninguna actividad de ocio. «Yo los llevaba en el alma» expresa Esperanza. Al comenzar la desescalada retomaron sus actividades, gestiones y atención a sus socios y socias. «Teníamos viajes pagados –lamenta Esperanza– que con está situación se han cancelado y se ha tenido que devolver el dinero».

Esta asociación que tiene unas instalaciones amplias, cuenta con 29 actividades distintas. Y desde que vuelve a estar en funcionamiento siempre está lleno. Aunque lo que más apena es que ciertas rutinas que los usuarios del club más mayores realizaban, actualmente no son posibles. Muchos eran los que acudían a las instalaciones para jugar a cartas, tomar algo, reunirse y charlar. De cara al invierno esta era su mejor alternativa, ya que con sus bajas pensiones no tenían para pagar la calefacción o la luz. Pasaban la tarde y de esta forma no se sentían tan solos. Ahora mismo no se pueden recuperar esos momentos, su rutina se ha roto. Para ayudar a estas personas que fueron más castigadas en el confinamiento, la Asociación de jubilados y pensionistas de la Ribera formó un grupo de voluntariado que se encargaba de hacer la compra conjuntamente para este sector, ayudar a hacer ciertas llamadas o coger su medicación.

Fin las actividades del club en 2021

«Llevamos ocho meses con este follón y no aprendemos», se queja por la gente que incumple las normativas sanitarias Tomás Gonzalo Cuadrado, presidente de la Asociación de Jubilados y Pensionistas de Iturrama, en Pamplona. La entidad que cuenta con 426 socios, de los cuales casi todos tienen más de 80 años. En la junta son cinco personas y desde que comenzó la desescalada hasta ahora se han ido reuniendo en las terrazas de los bares, pues el nuevo aforo de su despacho es de tres personas. También sus reuniones familiares se han visto seriamente afectadas a raíz del coronavirus, y ahora utilizan la videollamada como método preferente para contactarse. «Así es como vemos ahora a los nietos», afirman. Cuando llegó el confinamiento ya sabían utilizar los «aparatos modernos» porque habían acudido a clases de informática, algo que reconocen que no tiene tirón entre los socios.

En la asociación, las clases y los talleres, que se realizan en el Civivox del barrio, se suspendiaron desde el estado de alarma hasta el 7 de octubre. Los grupos son muy reducidos y para cumplir con las normativas de aforo, se dividen los horarios . Algunas de las actividades que ofertan son canto, costura, pintura, gimnasia, patchwork, guitarra, y clases de costura. Sin embargo, Gonzalo se resigna porque a partir de 2021 no se ofertará ninguna actividad por la situación. En el club de Iturrama tenían previsto realizar viajes culturales a diferentes sitios, como República Checa y Andalucía, pero este año se han quedado sin poder visitarlos. En cuanto a cómo ven la situación, se quejan de las fiestas que llegan a realizar los estudiantes, pero aseguran que los jóvenes no son los únicos que pueden tomarse esto a la ligera.

El miedo paraliza el ocio

«En lo que va de año solo hemos sumado tres nuevos socios, cuando lo normal es que hubiésemos hecho muchos más», lamenta Miguel Valencia, jubilado de 66 años, y presidente de la Asociación de Jubilados y Pensionistas de San Sebastián, en Tafalla. Su vocación surgió organizando las fiestas de su barrio. Este club cuenta con 1.616 miembros. Afirma Valencia con pesar que cuatro asociados perdieron la vida por el covid-19 entre marzo y abril. Lo primero que hizo el Ayuntamiento después de que se levantara el confinamiento fue contratar a una persona de Recursos humanos que, junto a un aparejador, delimitó el aforo de todas las salas. Por ejemplo, el salón social del local en el que entran 210 personas, la han reducido a 64. Valencia explica que no es muy difícil controlar el aforo porque la gente mayor tiene mucho miedo a salir, y aún más a meterse en espacios cerrados. En todos los espacios se cumplen con las medidas higiénico-sanitarias, y cada cierto tiempo ventilan las salas: «No tiene por qué haber problemas, pero el miedo está ahí».

Cuenta que han dejado de hacer lo habitual: costura, yoga-memoria, euskera, bingo, campeonatos de cartas, dibujo, teatro, baile, gimnasia y senderismo, donde incluso realizaban tramos del Camino de Santiago. Ahora mismo solo siguen impartiendo clases de yoga e inglés. «Para que veas, antes en clase de yoga eran 90 y ahora solo hay 13. Hay mucho miedo y mucha precaución, pero bueno, siempre hay gente que se anima a apuntarse, y nosotros nos debemos a ellos», comenta. También aparecerán actividades novedosas en las que se ofrecerá aprender a utilizar WhatsApp, Facebook y diversas redes sociales, así como las aplicaciones de videollamada, «para que todos puedan conectarse con la familia». Por todos estos testimonios, se debe evitar el egoísmo social. La labor de los abuelos ha sido tremenda y de manera desinteresada. No se puede admitir que estos vuelvan a sufrir la soledad y que muchos se queden en el camino.

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